¿Porqué es importante jugar?


    El juego es lo que hacen los/as niños/as cuando dicen que están jugando. Es el motor por excelencia del desarrollo infantil, el aprendizaje y la creación de lazos sociales. El juego es contradictorio: por un lado se incorporan los valores sociales dominantes, y por otro se aprende a transformarlos y transgredirlos. ¿Basta con esto para responder a la pregunta que da título al artículo? A continuación, iremos más a detalle.

   En primer lugar, el jugar es importante porque es un derecho consagrado. La Convención de los Derechos del Niño (1989) establece en su artículo 31° que: “Los Estados reconocen el derecho del niño al descanso, esparcimiento, al juego y a las actividades recreativas propias de su edad, y a participar libremente de la vida cultural y de las artes”. Esto también se encuentra en el OG 17 –párrafo 7- del Comité de los Derechos del Niño (1991) de la ONU.

   En Argentina, la Convención fue aprobada en 1990 y tiene rango constitucional desde 1994. Inspirado por esto, en 2000 la Ciudad Autónoma de Buenos Aires aprobó la Ley de Juegotecas Barriales N° 415, gracias a la cual existen hoy 18 juegotecas en sus 15 comunas. En 2005 el Congreso Nacional argentino aprobó la Ley de Protección Integral de Niños, Niñas y Adolescentes N° 26.061, que en su artículo 20° establece que los organismos públicos deben asegurar el derecho a la recreación, esparcimiento, el juego y el deporte, y en sus artículos 23° y 24° defiende la libertad de reunión y asociación.

   Esto significó el paso del Paradigma Tutelar y del Patronato de los “menores de edad” a un Paradigma que considera a las infancias como sujetos plenos de derechos desde una mirada no adultocéntrica y no patologizadora. La Ley Nacional de Salud Mental N° 26.657 (2010) también sostiene el reforzamiento y promoción de los lazos sociales (art. 9°) y la Ley Nacional de los “1000 días” N° 27.611 (2021) llama a proteger específicamente el desarrollo infantil hasta los 3 años.

   En segundo lugar, el juego es importante porque es el modo de expresión de las infancias. Desde un punto de vista psicoanalítico, es el equivalente a la palabra en  el adulto. Para Arminda Aberastury, en el juego el niño saca sus miedos, angustias y mundo interno para trabajarlas mediante la acción. En el juego se crea sentido de pertenencia y se gana seguridad.

   Donald Winnicott –autor de Realidad y Juego (1971), entre otras obras-, sostenía que en el juego ya está todo. Podemos interpretarlo, pero no es necesario porque el juego en sí mismo es la terapia. El juego disuelve el conflicto, decía el Tato Pavlovsky. Si para Sigmund Freud la salud mental era poder amar y trabajar, Winnicott incluye el poder jugar y tener buen humor. Si un niño no puede jugar hay que ayudarlo a que juegue, si un analista no puede jugar –continúa Winnicott- debe renunciar.

    Las personas adultas también podemos jugar, pero no es lo que nos define, mientras que en el/la niño/a es condición para que haya infancia. El adulto no juega para desarrollarse como sujeto.

   También hay que diferenciar entre el aprendizaje y el juego, aunque están estrechamente relacionados, ya que en el primero se busca incorporar las reglas que rigen la realidad, mientras que en el segundo se transgreden y se manipulan dentro del espacio lúdico.

   El juego es un proceso progresivo, dinámico, integral y multidisciplinar en donde las potencialidades biológicas se expresan y se amplían gracias a las experiencias vividas en el entorno socio-ambiental. El juego es aprendizaje, socialización y salud. Pero a la hora de jugar –como sostiene Esteban Rowensztein- los niños solo lo hacen porque les gusta. Esta es la principal enseñanza del juego: el poder hacer lo que nos gusta.

   De esto se deriva un tercer motivo para jugar. Las lógicas productivistas y las “patologías de la positividad” de la etapa actual del capitalismo –siguiendo a Byung Chun Han en La Sociedad del Cansancio, 2010- nos llevan a aceptar la auto-explotación, el cansancio permanente y la frágil salud como un modo de vida. El poder tomarnos un tiempo para jugar sin más motivo que pasarla bien y ejercitar la creatividad frente la productividad contribuirá a la salud y el bienestar de toda la sociedad.

   El jugar se convierte así en un acto de resistencia y de libertad.


Publicado en la revista cultural Cocoliche, N° 157, agosto de 2023.

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