Serie Mitológicas (3): Las Picardías de Uhlakanyana

 

   La picardía es un tema recurrente en fábulas y leyendas folklóricas de pueblos de todo el mundo. La idea central que prevalece en todas ellas es que la astucia y la inteligencia pueden superar a la fuerza bruta, o que el débil es capaz de imponerse sobre el poderoso. Los cuentos de Brer Rabbit, que contaban los esclavos de las plantaciones del sur estadounidense, en donde un conejo siempre conseguía burlar al zorro –representante de los amos y los capataces-, son un ejemplo en este sentido. Pero también tenemos relatos en donde el pícaro se caracteriza por su crueldad en la utilización de los demás para su propio beneficio.

  Los cuentos de Uhlakanyana, del pueblo zulú de África del Sur, presentan muchas de las características anteriores. Se trata de un joven al que la gente mira con desprecio y es objeto de burlas, pero que finalmente consigue estafar a quienes lo menoscaban, recurriendo muchas veces a prácticas extremadamente crueles.

   En una oportunidad partió con su tío caníbal a comprar dos vacas. De regreso, se disponían a comer de los animales cuando Uhlakanyana comenzó a sospechar que su tío iba a quedarse para sí con la mayor, dejándole la más pequeña. Para burlarlo, le dice: “antes de comer, cubramos nuestra choza con paja, ya que parece que va a llover y granizar”. El antropófago aceptó. “Tu subirás a colocar el techo –dijo el joven-, que yo lo acomodaré desde adentro”. El tío subió a la parte superior de la choza, pero no tuvo en cuenta que sus cabellos eran tan largos que caían casi hasta el suelo. El pícaro sobrino ató esos cabellos al relleno del techo de modo tan firme que era imposible soltarlos.

   Cuando terminó la faena, salió de la choza y comenzó a cocinar la vaca más rellena. El caníbal, quién aún no se había percatado de la trampa en que había caído, preguntó: “¿Qué haces hijo de mi hermana? Debemos terminar el techo antes de comer”. “Yo ya terminé, baja si quieres comer”, respondió el joven. Pero cuando el caníbal quiso bajar vio que era imposible por lo aferrado que estaban los cabellos al techo. Uhlakanyana terminó de comer y se fue a dormir a la choza. A la noche llovió y granizó con gran violencia. El ruido de la tormenta fue tal, que acalló los gritos de dolor del caníbal.

   Al día siguiente, mientras saboreaba la segunda res, Uhlakanyana le preguntó a su tío: “Ahora que ya no llueve puedes bajar a comer, ¿o te quedarás ahí callado?”. Pero el tío no podía responder: había muerto durante la noche. Cuando terminó de almorzar se retiró del lugar en busca de nuevas aventuras.

    La etnia sotho cuenta una historia similar, pero en este caso es una liebre quién engaña al león y lo deja morir amarrado a la choza.


   Poco después, los caníbales capturaron a Uhlakanyana y se dispusieron a cocinarlo. Para salir de esa situación, le propuso un juego a la anciana encargada de la cocina: ver quién aguantaba más tiempo en el agua caliente. Esta aceptó y nuestro pícaro personaje se ofreció para ser el primero en ingresar a la olla. Como el agua aún no hervía, permaneció un breve tiempo en su interior y salió diciendo que había pasado su turno. A continuación ingresó la anciana, pero el joven se apresuró a tapar la olla y mantenerla así hasta que su rival murió quemada.

   En otra oportunidad, se encontraba pensando como paliar su hambre cuando vio una pantera amamantando a sus crías. Se acercó a ella y le dijo que lo estaba haciendo de la manera incorrecta, ya que debía dar de mamar de a uno por vez. Mientras la pantera amamantaba al primer cachorro, Uhlakanyana se llevó al otro tras una roca y se lo comió. Luego se llevó al que se había alimentado recientemente tras la misma roca, para regresar con el mismo diciéndole a la madre que era el segundo. Así consiguió llenar su estómago y burlar a la pantera.

   Estos relatos recuerdan mucho a las fábulas europeas medievales, en donde la astucia es el factor determinante del éxito. También son similares a los “Cuentos del zorro” de los pueblos mapuche y ranquel de la Patagonia, aunque en estos el zorro suele resultar descubierto en sus trampas y castigado duramente. Acaso donde más similitudes encontramos es con los “Cuentos de Joaquín Murrieta”, de amplia difusión en Sudamérica, en los que el protagonista consigue lo que quiere sin esfuerzo, a costa de engañar a los demás. También hay similitudes con los relatos amazónicos de la tortuga Jabotí o Jabutí.

   Estos parecidos no son accidentales ni prueban una influencia cultural, sino que son un claro ejemplo de que en cualquier lugar en donde habiten seres humanos tendremos problemas que resolver, y no faltarán aquellos faltos de ética que, en lugar de cooperar para el bien común, decidan engañar o manipular a los demás con su astucia y picardía para lograr sus intereses.


Cipolletti, 11 de septiembre de 2019.


Publicado originalmente en la sección “Curiosidades” del sitio web Psicoactiva, www.psicoactiva.com, febrero de 2020.

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