“MÁS PELIGROSA QUE MIL INSURRECTOS”. Biografía de Lucy González de Parsons
“(Lucy Parsons) es más peligrosa que mil insurrectos”.
Departamento de Policía de Chicago.
“Somos las esclavas de los esclavos. Nos explotan más despiadadamente que a los hombres”.
Lucy González de Parsons.
El 21 de octubre de
1886 el diario argentino La Nación publicó una carta del escritor cubano
José Martí en la que describía los sucesos que fue testigo el 2 de septiembre
en la ciudad de Nueva York cuando fueron sentenciados ocho obreros de Chicago
que reclamaban por la jornada laboral de ocho horas. En ella pueden leerse los
siguientes fragmentos:
“Allí la mulata de
Parsons, implacable e inteligente como él –se refiere a su esposo Albert
Parsons-, que no pestañea en los mayores aprietos, que habla con feroz
energía en las juntas públicas, que no se desmaya como las demás, que no mueve
un músculo del rostro cuando oye la sentencia fiera. Los noticieros de los
diarios se le acercan, más para tener qué decir que para consolarla. Ella
aprieta el rostro contra su puño cerrado. No mira; no responde; se le nota en
el puño un temblor creciente; se pone en pie de súbito, aparta con un ademán a
los que la rodean, y va a hablar de la apelación con su cuñado.
La
viejecita ha caído en tierra. A la novia infeliz se la llevan en brazos.
Parsons se entretenía mientras leían el veredicto en imitar con los cordones de
una cortina que tenía cerca el nudo de la horca, y en echarlo por fuera de la
ventana, para que lo viese la muchedumbre de la plaza.
En
la plaza, llena desde el alba de tantos policías como concurrentes, hubo gran
conmoción cuando se vio salir del tribunal, como si fuera montado en un
relámpago, al cronista de un diario, el primero de todos. Volaba. Pedía por
merced que no lo detuviesen. Saltó al carruaje que lo estaba esperando.
—¿Cuál es, cuál es el veredicto?— voceaban por todas
partes.—¡Culpables!— dijo, ya en marcha. Un hurra, ¡triste hurra!, llenó la
plaza. Y cuando salió el juez, lo saludaron”[1].
De los ocho
condenados, cinco fueron ejecutados en la horca el 11 de noviembre de 1887,
pasando a ser conocidos en la historia de las luchas populares como «Los Mártires de Chicago», y Lucy Parsons –“la mulata que no llora”,
como la describió Martí- se convirtió en «la Viuda Mexicana».
Lucia Eldine González nació en Johnson County, Texas, en 1853. El Estado
de Texas había obtenido su independencia de México en 1836 con ayuda de los
Estados Unidos, y más tarde fue incorporado a la Unión Americana como resultado
de la Guerra de Intervención Estadounidense de 1846-1847 y los Tratados de
Guadalupe Hidalgo del 2 de septiembre de 1848 mediante el cual México cedió a
los invasores la mitad norte de su territorio.
Al momento de la incorporación de Texas como estado norteamericano
vivían allí una gran cantidad de familias mexicanas. El censo oficial de 1860
suma un total de 19.283 personas, aunque es imposible de precisar el número
exacto dado que los nativos mexicanos y los hijos de padres mexicanos no eran
censados por separado.
Ante esta confusión, hay que tener en cuenta que Lucy González siempre
se consideró a sí misma como “mexicana”, era hispano- hablante y sus
adversarios políticos se referían a ella como “una mujer de color”.
Se sabe poco acerca de sus primeros años, pero la mayoría de sus biógrafos
coinciden en que era hija de una mexicana negra llamada María del Carmen Gather
y de John Waller, un mestizo de nación indígena Creek –habitantes de los
actuales estados de Alabama y Georgia-. A los tres años quedó huérfana y fue
criada por su tío materno Oliver Gathing en su rancho texano. Según Joe
Lowndes, recientes investigaciones han demostrado la posibilidad de que Lucy
haya sido esclavizada en ese rancho de Texas[2].
En 1870 Lucy conoció a Albert Richard Parsons, veterano de la Guerra de
Secesión Americana (1860- 1864), con el que contrajo matrimonio en 1871 o en
1872. El casamiento se realizó de manera ilegal debido a las leyes de
mixigenación racial vigentes en los estados sureños. Como consecuencia de esto
y de la militancia republicana-radical de su esposo, favorable al voto de los
negros, el matrimonio fue obligado bajo amenaza a abandonar Texas.
Con sus escasas pertenencias, Lucy y Albert se asentaron en la ciudad
industrial de Chicago en 1873, donde ella abrió una pequeña tienda de ropa
–debido quizá a su experiencia como esclava en los campos de algodón- para
ayudar a la economía del hogar, mientras su esposo desempeñaba su vocación en
un taller de impresión. En esa ciudad nacieron sus dos hijos: Lulú y Albert Jr.
Al mismo tiempo que desarrollaban sus ocupaciones laborales y
familiares, los Parsons se convirtieron en figuras activas del naciente
movimiento obrero estadounidense de fines del siglo XIX. En 1878 Lucy comenzó a
publicar artículos sobre los sin techo, los desocupados, los veteranos de
guerra y la función de las mujeres en las organizaciones revolucionarias, para
el periódico The Socialist. Más adelante ayudó a fundar la Unión de
Mujeres Trabajadoras de Chicago, que en 1882 fue reconocida por los Caballeros
del Trabajo, que hasta ese momento no permitía la militancia de las mujeres en
las organizaciones. En 1883 fundó con su esposo y otros colaboradores el
periódico The Alarm, que actuó como órgano de difusión de la
Internacional Working People Asociation (IWPA) y en el que colaboró como
redactora de prensa.
En 1885, durante las luchas por la Jornada Laboral de Ocho Horas, Lucy
tuvo un protagonismo muy activo en la organización de las costureras de la
industria maquiladora.
El 3 de abril de 1886 publicó un artículo en The Alarm en donde
expresaba que la población negra era víctima de la discriminación solo por ser
pobres, y planteó que el racismo desaparecería inevitablemente con la
destrucción del capitalismo.
El 1° de Mayo se realizó una Huelga General en Chicago para reclamar la
Jornada Laboral de Ocho horas. En compañía de su esposo Albert, su hija Lulú de
ocho años y su hijo Albert Jr. de siete, Lucy participó en el desfile en el que
miles de obreras y obreros industriales cruzaron el Río Font y las calles de la
ciudad coreando la consigna “¡No queremos trabajar más de ocho horas!”. Debía
serle difícil contener el orgullo de saberse protagonista de aquella jornada.
No podía imaginar que a partir de entonces, cada primero de Mayo los
trabajadores del mundo saldrían a las calles a reivindicar sus derechos y
conquistas frente a la explotación de las patronales y sus gobiernos. Tampoco
podía imaginar lo que sucedería tres días después.
En Milwaukee nueve manifestantes fueron asesinados por la
represión policial. También hubo enfrentamientos callejeros que dejaron
víctimas civiles y policiales en las ciudades de Filadelfia, Louisville, Saint
Louis, Baltimore y Chicago. En estas últimas las patronales castigaron a los
huelguistas con lock- out, lo que solo llevó a paros en los dos días
posteriores y la movilización de 40 mil obreros. Los anarquistas realizaron un
acto en apoyo de los trabajadores madereros de Chicago, que fue reprimida
dejando un saldo de seis muertos y más de 50 heridos. El anarquista e
inmigrante alemán Auguste Spies hizo un llamado a la “Venganza” y “Trabajadores
a las armas” desde su periódico Chicagoer Arbeiter Zeitung (Diario de
los Trabajadores de Chicago).
Los anarquistas
convocaron a un acto para el 4 de mayo en el Haymarket Square (Plaza del
Mercado de Heno). Ese día, Albert Parsons llegó desde Cincinnati para ayudar a
su esposa a organizar a las costureras, que se reunían en las oficinas del Arbeiter
Zeitung. Por la tarde Auguste Spies se dirigió a Haymarket y, no viendo
ningún orador en inglés, comenzó a buscar a Parsons y, al no hallarlo, regresó
a la Plaza para dar comienzo al acto. Mientras tanto, en el local del
periódico, se decidió dar por terminada la reunión de las costureras al tomarse
conocimiento, gracias a dos obreros que acababan de llegar, de la falta de
oradores en inglés. Albert y Lucy Parsons, junto con sus hijos, se dirigieron
entonces a Haymarket donde él tomó la palabra. Su discurso duró aproximadamente
una hora y se realizó en medio del orden más completo al punto que el Mayor de
Chicago, que había asistido con el objeto de disolverlo, se retiró ordenando al
capitán Bonfield que retirara las fuerzas policiales. El tiempo amenazaba con
lluvia por lo que la familia Parsons se retiró al Salón Zepta, a donde
continuaron la reunión. El acto estaba por finalizar cuándo una bomba de
fabricación casera explotó cerca de la policía, causando la muerte del oficial
Degan y dejando varios heridos. Los uniformados inmediatamente abrieron fuego
contra los presentes en el acto dejando una cantidad de muertos que nunca se
informó oficialmente[3].
Es importante
mencionar esta cronología de los acontecimientos para mostrar que durante la
explosión de la bomba, Lucy se encontraba con su esposo y sus hijos en el Salón
Zepta, por lo que no tuvieron nada que ver con el atentado por el que sería
acusado Albert Parsons junto con otros siete trabajadores de Chicago.
Al presentar su propia
defensa, Oscar Neebe narró lo ocurrido al día siguiente de los sucesos de
Haymarket:
“En la mañana del 5
de mayo (1886) supe que habían sido detenidos Spies y Schwab y entonces fue
también cuando tuve la primera noticia de la celebración del mitin de Haymarket
durante la tarde anterior. Después que terminé mis faenas fui a las oficinas
del Arbeiter Zeitung, en donde encontré a la esposa de Parsons y la señorita Holmes.
Cuando iba a hablar con la primera de dichas señoras, entró de pronto una
manada de bandidos, llamados policías, en cuyos rostros se retrataba la
ignorancia y la embriaguez, gentes de peor calaña que los peores rufianes de
las calles de Chicago. El mayor Harrison iba con estos piratas y dijo: «¿Quién es el director de este
periódico?». Los chicos de la imprenta no sabían
hablar inglés, y como conocí a Harrison me dirigí a él y le dije: «¿Qué pasa, señor Harrison?».
«Necesito -me contestó- revisar el periódico por si contiene
algún artículo violento». Yo le prometí revisarlo y lo hice
en compañía del señor Hand, a quien Harrison fue a buscar. Harrison volvió a
los pocos minutos y vi bajar la escalera a todos los tipógrafos; otra pandilla
de rufianes policíacos entró a tiempo que la esposa de Parsons y la señorita
Holmes se hallaban escribiendo. Uno que yo tenía por un caballero oficial dijo:
«¿Qué hacéis aquí?».
Y la señorita Holmes, respondió: «Estoy
escribiendo a mi hermano, que es editor de un periódico obrero».
Al oír esto aquel oficial, la agarró fuertemente por un brazo, y ante las
protestas de aquella señorita gritó: «¡Concluye,
zorra, o te arrojo al suelo!». Repito aquí estas palabras pura que
conozcáis el lenguaje de un noble oficial de Chicago. Es uno de los vuestros.
Insultáis a las mujeres porque no tenéis valor para insultar a los hombres.
Lucy Parsons obtuvo igual tratamiento, a la vez que le aseguraban que no se
publicaría más el periódico y que arrojarían por la ventana todo el material de
la imprenta. Cuando oí esto, cuando vi que se pretendía destruir lo que era
propiedad de los obreros de Chicago, exclamé: «Mientras pueda haré que el periódico se publique».
Y volví a publicar el periódico”.
En los días
siguientes se ordenó el arresto de Samuel Fielden (inglés, 39 años, pastor
metodista y obrero textil), Oscar Neebe (estadounidense, 36 años, vendedor),
Michael Swabb (alemán, 33 años, tipógrafo), George Engel (alemán, 50 años,
tipógrafo), Adolf Fischer (alemán, 30 años, periodista), Albert Parsons
(estadounidense, 39 años, tipógrafo y periodista), Auguste Spies (alemán, 31
años, periodista) y Louis Linng (alemán, 22 años, carpintero). Como sucedió
años más tarde con el conocido proceso a Sacco y Vanzetti, era evidente que no
se trataba de condenar a los verdaderos culpables del atentado que le costó la
vida al oficial Degan, sino de asentar un severo golpe al anarquismo y al
naciente movimiento obrero norteamericano. Inmediatamente Lucy Parsons inició
un recorrido por el país junto con sus pequeños hijos, generando una
solidaridad que alcanzó a millones de personas.
El 2 de septiembre de
1886 el Gran Jurado estadounidense reunido en Nueva York, declaró culpables a
los ocho acusados y dictó las siguientes sentencias: Albert Parsons, Georg
Engel, Adolf Fischer, Auguste Spies y Louis Linng fueron condenados a la pena
de muerte, Samuel Fielden y Michael
Swabb a cadena perpetua, y Oscar Neebe a 15 años de trabajos forzados.
Al escuchar la
sentencia de ejecución de su esposo, Lucy apretó su rostro contra el puño
cerrado y contuvo un llanto que pujaba por salir, ya que no estaba dispuesta a
derramar lágrimas ante los verdugos. Tomó los cordones de una cortina, los
amarró formando una horca y los arrojó por la ventana para que los obreros que
se concentraban afuera del tribunal comprendieran el castigo que los patrones
de la industria le imponían por reclamar la reducción de las horas de trabajo.
Entre los miles de
testigos de ese día se encontraba José Martí que, acaso sin conocer la historia
y origen de aquella valiente mujer, la describió como “una mulata que no
llora”.
A poco de dictarse la
sentencia, un comerciante de Chicago expresó respecto a Parsons y sus
compañeros: “No, yo no los creo culpables de ningún delito a esta gente, pero
se les debe ahorcar, por lo que yo considero que debe ser aplastado que es el
movimiento obrero. Si se ahorca ahora a estos hombres, Los Caballeros del
Trabajo no crearan más problemas”.
De los cinco
condenados a muerte solo cuatro fueron llevados a la horca el 11 de noviembre
de 1887, ya que Louis Ling había sido hallado muerto en su celda, víctima de un
crimen que se hizo pasar por suicidio. Parsons murió al grito de “¡Dejad que se
oiga la voz del pueblo!”. El resto exclamó “¡Viva la Anarquía!” antes de que la
horca les arrancara el aliento. Adolfh Fischer había declarado anteriormente: “En
todas las épocas, cuando la situación de un pueblo llega a un punto tal que
gran parte se queja de las injusticias existentes, la clase poseedora responde
que las censuras son infundadas y atribuye el descontento a las influencias de
ambiciosos agitadores”[4].
Años más tarde, Lucy
Parsons recordó la mañana en que llevó a sus dos pequeños hijos para darle el
último adiós a su querido esposo: “encontré la cárcel acordada por fuera con
cables pesados. Los policías con sus pistolas caminaban por el recinto”.
Lucy les pidió que por lo menos “dejen a estos niños dar a su padre el
adiós, déjelos recibir su bendición. No pueden hacer ningún daño”. Pero la
policía los detuvo y “nos quedamos encerrados en la estación de policía,
mientras que infernal delito se consumaba”[5].
A partir de entonces,
Lucy González de Parsons pasó a ser conocida internacionalmente como «la Viuda Mexicana de los Mártires de Chicago».
Tras la muerte de su esposo comenzó a recorrer el país organizando a los
trabajadores, escribió artículos para periódicos obreros y realizó encendidos
discursos en espacios públicos que provocaron la intervención policial en más
de una oportunidad.
En 1890 participó en las movilizaciones que conmemoraron por primera vez
el Día Internacional de los Trabajadores. Ese mismo año publicó los Principios
del Anarquismo, y dos años depures Libertad: una publicación mensual
anarquista-comunista-revolucionaria.
A fines del siglo XIX entró en conflicto ideológico con la feminista
Emma Goldman, debido a su consideración la lucha de clase como más importante
que la cuestión de género o la libertad sexual. Para Lucy González de Parsons,
la opresión sufrida por las mujeres era resultado directo de la explotación
capitalista, similar a lo que sostenía respecto a los afroamericanos. Por ende,
la liberación de las mujeres debía venir de la mano de una liberación de la
clase obrera de la explotación capitalista mediante una revolución social. En
cambio, Goldman tenía una concepción más abstracta de la liberación femenina,
el amor y la sexualidad libre, que no consideraba la cuestión de clase y estaba
más dirigido a “sectores medios” de la sociedad. Parsons llegó a decir que para
Goldman era fácil defender la sexualidad libre ya que no corría el riesgo de
quedar embarazada debido a su malformación uterina.
A principios del siglo XX Lucy Parsons participó en la constitución de
la Industrial Workers of the World (IWW). El Congreso Fundacional se realizó en
Chicago el 27 de junio de 1905, tras emitirse un Manifiesto que expresaba su ideología
anarco-sindicalista:
“La perversa
economía mundial que aflige a la clase obrera puede ser erradicada mediante un
movimiento universal de la clase trabajadora. Tal movimiento obrero es
imposible mientras se los separe por oficios y los acuerdos salariales
favorezcan al empleador en contra de los otros oficios en algunas industrias, y
mientras que las energías se pierden en luchas estériles por la jurisdicción
que sólo sirven para promover el engrandecimiento personal de los dirigentes
sindicales.
Un movimiento para cumplir con estas condiciones debe consistir en una
Gran Unión Industrial que abarque a todas las industrias, fomentando localmente
la autonomía de los artesanos, internacionalmente la autonomía industrial y la
unidad de la clase trabajadora internacional.
Que debe basarse en la lucha de clases, y su administración en general
debe realizarse en armonía con el reconocimiento del conflicto irreconciliable
entre la clase capitalista y la clase obrera.
Que debe establecerse como organización económica de la clase
trabajadora, sin afiliación a ningún partido político”[6].
Lucy no firmó ese Manifiesto. De las doce mujeres que participaron como
delegadas del Congreso, la única en firmar el Manifiesto fue la
irlandesa-estadounidense Mama Jones. Sin embargo, fue la única mujer en tomar
la palabra el 29 de junio y con voz pausada dijo al auditorio:
“He tomado la palabra porque ninguna otra mujer ha respondido, y
siento que no estoy fuera de lugar para decir a mi manera algunas pocas
palabras sobre este movimiento. Nosotras, las mujeres de este país, no tenemos
ningún voto –el voto femenino se aprobó en Estados Unidos en 1920, aunque
continuaba excluyendo a las afroamericanas-, ni aunque deseáramos
utilizarlo, y la única manera en que podemos estar representadas es tomar a un
hombre para representarnos. Ustedes los hombres han hecho de él tal lío en la
representación de nosotras que no tenemos mucha confianza en preguntarles; y yo
me sentiría rara al pedirle a un hombre que me represente. No tenemos ningún
voto, solo nuestro trabajo… Somos las esclavas de los esclavos. Nos explotan
más despiadadamente que a los hombres”. A continuación hizo un llamado a
los hombres que participaban del Congreso: “Dondequiera que los salarios
deban ser reducidos, los capitalistas utilizan a las mujeres para reducirlos, y
si hay cualquier cosa que ustedes los hombres deban hacer en el futuro, es
organizar a las mujeres”.
Más adelante llamó a los obreros a seguir el ejemplo de la Revolución
Rusa de 1905 que había estallado unos meses atrás: “deben imbuirse del
espíritu que ahora se despliega en la lejana Rusia y Siberia, donde nosotros
pensábamos que la chispa de la hermandad se había apagado. Tomemos su ejemplo”.
Finalizó su discurso pronosticando un futuro alentador para la clase
trabajadora: “Vamos a sepultar las diferencias como la nacionalidad, la
religión, la política, y poner los ojos eternamente y para siempre hacia la
estrella más alta de la República Industrial de los Trabajadores, recordando
que hemos dejado atrás lo viejo y hemos puesto la cara hacia el futuro. No hay
poder humano que pueda detener a los hombres y mujeres que están decididos a
ser libres a toda costa. No hay poder sobre la tierra tan grande como el poder
del intelecto. Se mueve el mundo y se mueve la tierra”[7].
En 1907 participó en las manifestaciones que se llevaron a cabo con
motivo del XX Aniversario del Ahorcamiento de los Mártires de Chicago. En aquella
oportunidad expresó: “El vigésimo aniversario del 11 de noviembre, que ha
sido observado en Chicago, fue un gran éxito desde muchos puntos de vista, en
particular, entre los cuales estaba el aumento del número de jóvenes que
tomaron parte en ella. . . . A medida que vayan pasando los años, nuestros
compañeros vivos serán mejor comprendidos; su gran trabajo por la elevación de
la humanidad será entendida y apreciada. Este ha sido el caso de los mártires
de todas las épocas… La voz del pueblo,
todavía será escuchada”[8].
En 1911 publicó los
discursos de los Mártires de Chicago que vendieron 10 mil copias en los
primeros 18 meses. De ellos dijo: “Miro estos discursos como el pedazo más
grande de la literatura de la propaganda existente, y cuando se distribuya en
las organizaciones de los trabajadores comenzará a dar sus frutos”[9].
En 1912 publicó un
artículo en donde reivindicaba la Huelga General del 1° de Mayo de 1886 como “un
acontecimiento histórico de gran importancia, puesto que era la primera vez que
los propios trabajadores habían intentado conseguir una jornada laboral más
corta por la unidad y la acción simultánea. Esta huelga fue la primera acción
directa a gran escala”. En ese mismo artículo se adelanta a su tiempo al
sentenciar: “Por supuesto, la jornada de ocho horas es tan anticuado como
las uniones mismas. Hoy debemos agitar por una jornada laboral de cinco horas”[10].
Sus encendidos discursos llamando a la lucha y la unidad de los
trabajadores eran motivo de preocupación de los empresarios, la policía y el
gobierno, por lo que estuvo a punto de ser detenida. En 1913 –a los 60 años-
fue arrestada por la Policía de los Ángeles, pero fue rápidamente liberada
debido a la solidaridad de los trabajadores de San Francisco que se movilizaron
en su defensa. Desde 1920 estuvo caratulada por el Departamento de Policía de
Chicago como “más peligrosa que mil insurrectos”.
En 1927 integró el Comité Nacional de Defensa del Trabajo, una
organización que tenía como objetivo defender la libertad de organización y
reclamar por los trabajadores afroamericanos que habían sido acusados de
crímenes que claramente no habían cometido, como el caso de los “Nueve de
Scottboro” –jóvenes acusados de violación en Alabama en 1931- y de Ángelo
Herndon –acusado de insurrecto en 1932 por organizar a los trabajadores
afroamericanos en Atlanta y por portar literatura comunista.
Algunos de sus biógrafos sostienen que hacia el final de su vida Lucy
Parsons se había afiliado al Partido Comunista (PC). Lowndes considera que en
1939, ante el ascenso del Fascismo en Europa, se había unido al PC convencida
de la debilidad de los anarquistas para hacer frente a esta amenaza. Sin
embargo, en el obituario publicado luego de su muerte por el PC no hay ninguna
mención acerca de su afiliación o militancia en el partido.
A los 80 años Lucy continuaba dictando discursos en la Plaza Bughouse de
Chicago. En febrero de 1941 hizo su última aparición durante la reunión de la
Internacional Harvester.
Seguía activa cuando la sorprendió la muerte el 7 de marzo de 1942 a los
89 años, ciega y debilitada, al incendiarse su hogar. Su esposo de entonces,
George Markstall, murió al día siguiente como consecuencia de las quemaduras
producidas cuando intentaba salvarla de las llamas.
La policía la seguía considerando una amenaza por lo que incautó su
biblioteca de más de 1500 ejemplares y todos sus escritos personales.
Fue enterrada junto a
su esposo en las proximidades del Monumento de Haymarket, en el Cementerio
Waldheim –actualmente Cementerio Forrest Home-, en Forrest Park, Chicago.
El 1° de julio de 1992
se fundó en Boston el Lucy Parsons Center, a partir de The Red Book (fundada en
1969), que funciona como una organización independiente sin fines de lucro,
atendida y sostenida por el aporte de voluntarios. Dicho centro cuenta con una
librería en donde es posible adquirir libros de temáticas relacionadas con las
luchas populares, periódicos obreros, carteleras, tarjetas, pegatinas y
camisetas. Dispone además de un salón donde activistas locales realizan
reuniones y eventos, y se proyectan películas sobre las luchas de liberación en
Estados Unidos y el Mundo[11].
En el local del Frente
Auténtico del Trabajo (FAT) de la ciudad de México, se encuentra un mural en
donde está dibujada Lucy, que fue pintado en colaboración con la Unión Electric
de Estados Unidos. Hasta el momento, es el único lugar de México donde se la recuerda
de esta manera. Sobre esta ausencia de homenajes en ese país, escribió el
historiador mexicano Raúl Lescas Jiménez: “Lucy no fue la única mujer, ni la
única trabajadora o sindicalista que puso su grano de arena en pro de los
derechos femeninos en la Unión Americana, a fines del siglo XIX y principios
del XX, pero para los mexicanos debe ser una figura representativa de su época,
precisamente por tratarse de una paisana nuestra; una de las últimas mujeres
nacida de madre mexicana cuando Texas nos pertenecía”[12].
Lucy González Parsons
ocupa un lugar destacado en la historia de las luchas populares de los siglos
XIX y XX, ya que supo combinar la defensa de los derechos de los trabajadores
con reclamos propios de la condición femenina. Apostó a la organización, la unidad y la
lucha de la clase trabajadora que –como sostiene Marx- es la única clase
verdaderamente revolucionaria.
Como Rosa Luxemburg,
Louise Michel, Clara Zetkin, Amelia Robles y tantas otras que aportaron su
ejemplo de lucha y sacrificio para lograr una sociedad más justa sin explotadores
ni explotados.
[1]Martí, José; “El proceso de los siete anarquistas de Chicago”, en: http://www.josemarti.cu.
[2]Lowndes, Joe; “Lucy Parsons (1853- 1942): the life of anarchist labor organizer”, en:www.lucyparsons.org.
[3]Mella,
Ricardo; Los Mártires de Chicago, edición completa en: http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual.
[4]Valencia, Luciano Andrés; (2004) “Redención desde las horcas: sangre y muerte del 1° de Mayo”, en: Caldenia, suplemento cultural del diario La Arena, Santa Rosa, 2 de mayo.
[5]The One Big Union Montly, 1937, en:http://www.lucyparsonsproject.org/writings.
[6]“Industrial Union Manifesto. Issued by Conference of Industrial Unionists at Chicago, January 2, 3 and 4, 1905”, en: www.iww.org.
[7]Parsons, Lucy; “Speech in IWW (1905)”, en:http://www.lucyparsonsproject.org/writings.
[8]The Demonstrator, 20 de noviembre de 1907, en:http://www.lucyparsonsproject.org/writings.
[9]The Agitator, 15 de diciembre de 1911, en:http://www.lucyparsonsproject.org/writings.
[10]The Industrial Workers, 1° de mayo de 1912, en:http://www.lucyparsonsproject.org/writings.
[11]Herond, James y Bekker, Jon; “The history of the Lucy Parsons Center”, en:www.lucyparsons.org.
[12]Jiménez, Raúl Lescas; “La Viuda Mexicana de los Mártires de Chicago. Homenaje a Lucy González Parsons”, en: www.pyr.org.ar.
Publicado en Semanario Alternativas, Montevideo, N° 207, 2 de marzo. Reproducido posteriormente en otros medios.
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