El Siracusia: el “Titanic” griego de Arquímedes
Hacia el siglo VIII AC comenzó la expansión griega a través del mar Egeo, fundando colonias en territorios en Asia Menor y en la Península Itálica. En la isla que hoy se conoce como Sicilia, colonos griegos provenientes de Corinto fundaron la ciudad de Siracusa en el año 735 AC, que se convirtió en un próspero y poderoso reino en los siglos posteriores.
A
mediados del siglo III AC había finalizado la Primera Guerra Púnica, entre la
República Romana y el Reino africano de Cartago. Por entonces gobernaba en
Siracusa el tirano Hierón II (306-215 AC), que fue aliado de ambos bandos en
diferentes momentos de la contienda. Este curioso personaje, que solía rodearse
de sabios y científicos como Arquímedes, quiso celebrar el papel destacado que
tuvieron sus barcos en la guerra, por lo que decidió emprender la mayor obra de
ingeniería naval de la Antigüedad: la construcción del Siracusia.
El
Siracusia fue el mayor barco de la época y ha sido comparado con el Titanic,
que naufragó en las costas canadienses en 1912, no solo por su trágico final
sino también por el carácter colosal del mismo. Se sabe que fue diseñado por
Arquímedes (287-212 AC), inventor y científico que describió los principios del
equilibrio hidrostático, y construido por el especialista corintio
Arquías.
La descripción del barco la tenemos gracias al escritor Ateneo (Siglo II
AC), que en su libro El Banquete de los
Eruditos –que a su vez cita una obra más antigua y perdida de Mosquión-,
nos dejó una detallada descripción. Tenía 55 metros de eslora (aunque algunas
fuentes hablan de 110 metros), 14 (o 24) metros de manga y 13 metros de altura,
un tamaño colosal que requirió el trabajo de 300 obreros durante un año
completo y que no pudo ser replicado nuevamente hasta el siglo XIX. Su
capacidad de carga era de 1600 y 1800 toneladas, y tenía capacidad para 1940 pasajeros, 600
remeros, 400 soldados y 20 caballos con sus establos individuales.
Contaba además 142 camarotes para pasajeros de
primera clase, un gimnasio, biblioteca, sala de dibujo, termas de agua
caliente, piscinas de agua salada para la cría de peces, sala de lectura en
forma de reloj de sol, comedor, un Templo dedicado a Afrodita Pontia cuyo suelo
era de ágata, almacenes de madera, hornos, molinos, y varios jardines con
diversidad de flora, lo que lo convertía en una especie de Crucero de la
Antigüedad. Las paredes estaban adornadas con mosaicos que representaban
escenas de La Ilíada de Homero y las
columnas eran estatuas del dios Atlas. Para la defensa disponía de ocho torres
con arqueros en cada una, una gigantesca catapulta y empalizadas para evitar
que fuera abordado por piratas. Para que los parásitos marinos no dañaran la
quilla se la cubrió con brea y crin de caballo. Para llevar al agua se usaba el
tornillo hidráulico inventado por Arquímedes.
Entre los materiales que se emplearon para su construcción se destacan las maderas de abeto, pino y roble del Monte Etna (en Sicilia), cuerdas de esparto de Cartagena (en Hispania), cáñamo y alquitrán del Ródano (en la Galia), mármol, marfil y piedras preciosas. En total, se calcula que con todo ese material se hubieran podido construir unos 60 trirremes de guerra.
Sabemos de la tendencia de los escritores antiguos a exagerar las
grandes obras para mostrar la superioridad de su civilización. Aún así, el
Siracusia debió ser un barco colosal, dado que ninguno de los puertos de
Sicilia pudo albergarlo. Frente a esto, Hierón II decidió regalarlo al rey egipcio
Ptolomeo III Evergetes, con quién
pensaba establecer una alianza.
Según Ateneo, el barco ahora rebautizado como Alexandris, partió hacia
Egipto llevando una carga de 60 mil medidas de granos de cereales, 10 mil
tarros de salazones sicilianos, entre 500 y 600 mil kilogramos de lana, entre
500 y 600 mil kilogramos de otros cargamentos, y 2 mil medidas (unas 80
toneladas) de agua en un contenedor para beber y bañarse.
Arquímedes no solo había diseñado el Siracusia/Alexandris, sino que también había ayudado en su construcción y en el difícil proceso de botadura. Dado su enorme tamaño, se hubieran necesitado cientos de hombres, pero el sabio inventor pudo lanzar la nave sin ayuda utilizando un sistema de poleas de bloque y enganche de su invención, haciendo honor a su frase: “denme una palanca y un punto de apoyo, y moveré el mundo”.
Sin embargo, no sabemos que sucedió con la colosal nave una vez que emprendió el viaje desde Sicilia hasta la capital egipcia en Alexandría. Las leyendas cuentan que se hundió en las costas cretenses o que alcanzó a llegar a Egipto antes de naufragar, pero no hay documentos o restos arqueológicos que lo prueben. El destino del Siracusia queda como uno de los tantos misterios de naves desaparecidas en los mares y como un ejemplo de la capacidad creativa de los pueblos de la Antigüedad.
Publicado en revista cultural Cocoliche, N° 147, enero de 2025.
Muy buen artículo Luciano. 👏👏👏
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