Salud Mental y Pandemia

  La pandemia por el nuevo coronavirus COVID-19, desatada a comienzos de 2020, tuvo particularidades respecto a otras sucedidas a lo largo de la historia. Por primera vez, la cuarentena abarcó al mundo entero y no solo a localidades, regiones o países. En Argentina, al momento de escribir esta nota (08/11/2021), el número de casos confirmados por el Ministerio de Salud es de 5.298.069 y el número de muertes supera las 116 mil personas.

   Una de las consecuencias de la prolongación de la pandemia y las medidas de restricción se observa en la salud mental de la población. Personas que antes no hubieran solicitado asistencia psicológica, psiquiátrica, neurológica o psico-social comenzaron a consultar por estados de ansiedad, angustia, depresión, ideación suicida, consumo de sustancias (incluyendo la automedicación),  pensamientos de incertidumbre, falta de concentración, trastornos del sueño, irritabilidad y violencia. A esto se suma el tener que afrontar numerosas pérdidas, no solo de personas cercanas muertas durante la pandemia sino también de proyectos (estudio, trabajos, mudanzas, vínculos) que no pudieron concretarse. Según un estudio de la Universidad de Buenos Aires (UBA) durante los meses de confinamiento del 2020 se duplicaron los casos de patologías mentales en el país, pasando del 4,8 al 8,1%.

   Pero al mismo tiempo la pandemia trajo algunas costumbres positivas como un mayor cuidado de la salud y de las prácticas higiénicas. Esto debe extenderse a la salud mental, que es tan importante como la salud física.

   El distanciamiento físico no debe obrar como un distanciamiento social. La soledad mata en el sentido literal, ya que se asocia a la aparición de problemas coronarios y al poco cuidado de la salud. Por eso debemos mantener los vínculos sociales con amistades, colegas o familiares cumpliendo todas las pautas de seguridad para evitar contagiar o contagiarse. Las nuevas tecnologías de la información favorecen el acercamiento con personas que están lejos o aisladas. El compartir una conversación telefónica o por videollamada puede obrar de manera positiva en nuestra salud física y mental.

   Al mismo tiempo no hay que tener temor o vergüenza de expresar y reconocer los sentimientos que nos genera la situación de pandemia prolongada y, si los conflictos llegan al punto de afectar nuestra vida cotidiana o la de las personas cercanas es necesario pedir ayuda profesional, ya sea presencial o en línea. Los familiares pueden ayudar evitando frases como “la locura uno se la cura solo” o prácticas que estigmatizan a quién está pasando por este sufrimiento.

   Muchas de las condiciones que han aparecido durante la pandemia no son patologías sino reacciones esperables ante el estrés que genera la situación, por lo que no necesitan de un tratamiento específico sino de medidas de afrontamiento. Mantener los vínculos sociales, evitar el consumo excesivo de alimentos o bebidas, no automedicarse, evitar la exposición excesiva a las noticias, buscar fuentes confiables de información, fomentar la creatividad (por sobre la productividad), cuidar la salud física y tomarse tiempo para actividades recreativas  al aire libre ayudan a que podamos sobrellevar mejor esta situación que estamos viviendo.

   Adaptarse a la nueva realidad generada por la pandemia no será fácil, pero puede ser una oportunidad para solucionar los problemas que nos llevaron a ella. La crisis económica paralela a la sanitaria requerirá del fortalecimiento de redes de apoyo y solidaridad popular, al mismo tiempo que reclamemos a los Estados y sus gobiernos una mayor inversión en salud y prevención (incluyendo la salud mental) así como obras públicas de saneamiento para evitar la propagación de enfermedades. La salud es un derecho por el que debemos luchar.

 Agradecimientos: A Ingrid Valenzuela y Alejandra Gonzáles por la lectura previa.


Publicado en Revista Cocoliche, Santa Rosa, diciembre de 2021. 

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