La Antesala del Genocidio Armenio (2): las Masacres Hamidianas (1894- 1896)
La llegada al poder del sultán Abdul Hamid II en 1876 marcó el inicio de la decadencia del Imperio. Tras sufrir la derrota en la Guerra Ruso-Turca de 1877-1878 el “Sultán Rojo” –como se lo conoció-, abolió la Constitución aprobada dos años antes, rechazó la creación del Parlamento e inició una etapa de autoritarismo absolutista que tendría como víctima a las minorías étnicas y nacionales del Imperio.
La derrota militar produjo varias consecuencias que lesionaron la convivencia entre las distintas naciones del Imperio. Una de ellas fue la llegada masiva a la península de Anatolia de inmigrantes circasianos y tártaros expulsados de Rusia y los Balcanes, que fueron ubicados en las provincias de mayoría armenia como Erzerum, Van, Bitlis, Diarbekir, Mamuret ül Aziz y Sivas. Estos inmigrantes encontraron amparo en leyes retrógradas del Imperio como la Haffir o Derecho de Pillaje contra poblaciones cristianas y la Hamidiyé que establecía que “cualquier musulmán puede probar su sable en el cuello de un cristiano” (Granovsky, 2013).
A esto se le sumó la acusación de que los armenios colaboraban con las tropas rusas que ocupaban las provincias otomanas de Batún, Ardahán y Kars. Como respuesta a esto, paramilitares kurdos, circacianos y tártaros saquearon viviendas armenias masacrando a quienes oponían resistencia, ante la pasividad y complicidad de las autoridades del Imperio. Esto llevó a la internacionalización de la Cuestión Armenia y el Tratado de San Stéfano del 3 de marzo de 1878 establecía en su artículo 16º que los rusos dejarían los territorios ocupados a cambio de que la población armenia no fuera maltratada. Pero durante su firma el 13 de julio en Berlín, los otomanos invirtieron el artículo 16º por el 61º que no especificaba cuáles serían las mejoras para el pueblo armenio.
Otra de las causas fue la creación de partidos políticos armenios tales como el Armenagans fundado en la Armenia Otomana en 1885, el Partido Social Demócrata (Hentchak) fundado en Ginebra en 1887, y la Federación Revolucionaria Armenia (Tashnak) en la Armenia rusa en 1890, que reclamaban mayores cuotas de autogobierno. Es necesario aclarar que a diferencia de los griegos, los armenios no disponían de ningún Estado-Santuario, por lo que sus reivindicaciones estaban fundadas en nociones de igualdad y libertad cultural dentro del Imperio Otomano sin exigencias de independencia (Mutafian, 2008: 4).
El desconocimiento de muchos dirigentes armenios de la diáspora acerca de la historia, sociedad y gobierno otomanos, así como la existencia de sabotajes o actos de terrorismo individual, llevaron a que el Estado montara una «tesis de la provocación» para justificar las masacres que vendrían. En 1894 el embajador frances Paul Cambón escribía que “un funcionario turco de alta jerarquía me dijo «la cuestión armenia no existe, pero la crearemos»… Simplemente anhelaban reformas, soñando con una administración normal bajo el régimen otomano… Los impuestos que exigían los funcionarios eran escandalosos… De una punta del Imperio a otra existe desenfrenada corrupción entre los funcionarios, denegación de la justicia e inseguridad personal… El movimiento revolucionario armenio despegó… Como si no fuera suficiente provocar el descontento armenio, los turcos gustosamente lo ampliaron por el modo en que lo manejaron… la persistencia en Armenia de un verdadero régimen de terror, arrestos, asesinatos, violaciones, todo eso demuestra que Turquía se complace en precipitar acontecimientos en contra de una población inofensiva” (citado en Dadrian, 2006: 64).
El creciente descontento de la facción gobernante, que temía la descomposición del Imperio mientras las potencias imperialistas aumentaban su esfera de influencia, fue el caldo de cultivo de un pensamiento nacionalista propiamente turco-otomano que divulgaba un sentimiento de superioridad y un deseo de que todas las naciones del Imperio se sometieran al dominio de los gobernantes turcos. A partir de entonces las minorías nacionales comenzaron a ser vistos como colaboracionistas de intereses extranjeros y como germen de la lucha de clases. Los armenios quedaron como víctimas del enfrentamiento entre potencias en una época de expansión de los imperialismos.
El pueblo armenio entendió que la lucha armada era la única solución viable ante las falsas promesas que emanaban del Sultán. Fue así que se llevaron a cabo las primeras rebeliones, entre las que se destaca la ciudad de Zeitum, que había obtenido un semi- autonomía en 1879 (Abadjian, 2004: 37). A lo largo de la década de 1890 se produjeron numerosas rebeliones y acciones de protesta como las de Erzerum (1890), Marsovan (1892) y Tokat (1893) que fueron duramente reprimidas, marcando el inicio de las masacres que se darían en los años posteriores. En otros lugares las revueltas sirvieron para proteger a los pueblos de los castigos colectivos por parte de las autoridades imperiales.
Pero fue a partir de la Insurrección de Sassoun en 1894 que se da comienzo a las masacres llevadas a cabo durante el gobierno de Abdul Hamid II. Sassoun era un cantón que reunía a 100 pueblos y dependía administrativamente de la provincia de Siirt. A comienzos de ese año, tres villas resistieron a la doble cotización de impuestos que debían pagar a los señores feudales o los jefes tribales, y a los funcionarios del Estado. Sus habitantes preferían pagar al poder central ya que sus impuestos les resultaban menos onerosos.
En medio de este clima de protestas, el Hentchak alentó una insurrección armada que reunió a 400 personas bajo el mando de Hampartsoum Boyadjian. Los Tashnak por su parte, armaron a los pobladores de la región. A mediados de junio unidades del Ejército Imperial y tropas irregulares kurdas se congregaron en la villa de Dalvorik. Los primeros combates se desencadenaron en esa zona de montaña y se extendieron a los pueblos con numerosas bajas en las tropas gubernamentales en un primer momento. Pero en los combates siguientes las fuerzas rebeldes fueron cercadas y perseguidas, quedando los pueblos indefensos a las represalias del Ejército. El 15 de agosto unos 200 combatientes armenios se rindieron ante la promesa de perdón, pero fueron fusilados en Semal. El 22 de agosto fueron rodeadas y masacradas las últimas fuerzas que aún resistían.
Con estos hechos se puso fin a la Rebelión de Sassoun, pero no a la represión que el Ejército desató en las aldeas y pueblos donde se produjo el levantamiento. Se calcula que 3 mil de los 12 mil armenios que habitaban en Sassoun fueron asesinados durante esta represión o debieron huir a las montañas.
En una carta de Mr. Hagopian, presidente de la Sociedad Patriótica Armenia de Londres, dirigida al ministro británico Lord Kimberley con fecha 9 de octubre se denuncia que “no se ha tenido compasión alguna con la edad, masacrándose los niños y los ancianos; en un punto, 300 mujeres han sido descuartizadas con los sables- bayonetas; en otra parte 200 mujeres que lloraban pidiendo piedad, fueron entregadas a merced del comandante de las tropas, quién después de ordenar que fueran ultrajadas, las hizo degollar a todas. Cita entre otros casos el de 60 jóvenes niñas que se habían refugiado en una iglesia y que allí mismos fueron violadas, siendo luego fusiladas junto con el sacerdote al lado mismo de la Iglesia”1.
En más de treinta aldeas se quemaron las viviendas con sus habitantes en su interior. El jurista francés Surbezy, en su tesis publicada en 1911, sostiene que si bien no hubo orden formal para la represión, se actuó bajo la autorización tácita del gobierno otomano (Surbezy, 1911).
Gran Bretaña exigió la apertura de una Comisión Investigadora formada por delegados británicos, franceses y rusos. El gobierno del Sultán accedió a llevarla a cabo, pero con el objetivo de investigar la “conducta criminal de los bandidos armenios”. El castigo a los culpables se saldó con la condecoración del mufti de Mus y el comandante del Cuarto Cuerpo del Ejército que dirigió los asesinatos Zekki Pashá (quién más tarde recibiría la Medalla de la Orden Liyakat “por lealtad y valentía”). Gran Bretaña y Francia mostraron su disconformidad ante esto, pero no exigieron el cumplimiento del Tratado de 1878 lo que muestra que su preocupación por la causa armenia era meramente declarativa.
A fines de ese año un armenio anarquista fue detenido mientras intentaba atentar contra la Sublime Puerta, sede del gobierno otomano. El 3 de enero de 1895 el bajá Jaschin, gobernador de Bitlis, fue muerto por un armenio que luego se suicidó con la misma arma.
El 30 de septiembre de 1895 el Hentchak convocó a una manifestación en Constantinopla para protestar por los resultados del informe oficial y reclamar por los derechos civiles de la población. Como había sucedido con el levantamiento de Sassoun, el Hentchak esperaba llamar la atención de los países europeos para forzarlos a intervenir en la causa armenia, lo cual mostró ser una mala estrategia ya que ninguna de las potencias actuó para ponerle fin a las masacres.
De todos modos la movilización significó un acontecimiento histórico ya que congregó entre tres y cuatro mil personas no pertenecientes a la población musulmana, que marchó rumbo a la Sublime Puerta. Pero cuando la policía se interpuso para impedirles llegar, se produjeron enfrentamientos en los que cayó muerto un oficial. Esta fue la señal para que se desencadenara una brutal represión, no solo contra los manifestantes, sino contra todos los armenios residentes en la capital o personas “sospechosas de pertenecer a esa raza” como señalan cables diplomáticos extranjeros.
El 1º de octubre se produjeron nuevamente enfrentamientos entre armenios y la policía cerca de la tumba del Sultán Mahmud, en donde murió un comandante de Gendarmería turco. El 2 de octubre la policía asesinó a decenas de armenios junto con transeúntes que pasaban por el lugar. En Trebisonda el Ejército incentivó a la población local para que cometieran asesinatos y saqueos en los barrios armenios.
También se llevaron a cabo masacres y saqueos contra la población armenia en Erzindjian, Bayburt, Marasch, Sivas y Malatya. En Diarbekir muchos armenios se refugiaron de bandas kurdas en el Consulado de Francia. En Zeitun tomaron una fortaleza desde donde resistieron con éxito a la ofensiva hasta que desalojaron luego de llegar a un acuerdo con el gobierno central que aceptó perdonar la vida de los sublevados, rebajar los impuestos y ocupar cargos públicos con población local (con excepción de los jueces y las fuerzas armadas). En la capital, las Iglesias sirvieron como lugar de refugio (Surbezy, 1911). El 12 de noviembre de 1895 una fuerza de 2000 kurdos saqueó la ciudad de Gürün (Anatolia Central) asesinando a cientos de hombres y secuestrando alrededor de 150 mujeres para los harenes del Sultán (Abadjian, coord., 2004: 62)
Todas estas masacres tuvieron la complicidad del gobierno imperial y de los gobernantes locales, que no solo permitieron que se llevaran a cabo, sino que también actuaron a través de sus órganos de represión.
En 1896 se produjeron nuevos levantamientos armenios como respuesta a la represión sufrida a principios de año (continuación de las comenzadas el año anterior) y del asesinato de un misionero italiano de apellido Salvatore luego de ser detenido por el Ejército (Surbezy, 1911).
A partir de marzo comenzaron a darse los saqueos de poblados y asesinatos de armenios en varias provincias. En Van, centro de la cultura y civilización armenia, los partidos Hentchak, Tashnak y Armenagans organizaron un movimiento de resistencia que hizo frente al Ejército Otomano y a las tropas irregulares kurdas.
El 14 de agosto un grupo de armenios tomaron el Banco Otomano en Constantinopla, y amenazaron con volarlo si no se producían las reformas prometidas. Este hecho era un llamado de atención no solo hacia el gobierno otomano sino también hacia las potencias extranjeras que dominaban financieramente la institución. Finalmente se entregaron sin detonar la bomba, pero detonaron la furia del Sultán que ordenó matanzas de población armenia en las zonas aledañas a la capital. Cables diplomáticos informaban que los cadáveres se amontonaban en las calles, algunos de ellos desnudados y mutilados, o desfigurados por los golpes2.
Los disturbios que se produjeron en Egin durante varios días culminaron con una masacre de armenios y destrucción de hogares ordenadas por el gobernador de la provincia.
Una de las peores atrocidades se produjo cuando la Catedral de Urfa, en la que tres mil armenios se habían refugiado, fue incendiada causando la muerte de sus ocupantes.
En 1897 el sultán declaró que la “Cuestión Armenia” estaba cerrada: se clausuraron las sociedades armenias y se restringieron los movimientos políticos dentro de la Armenia Otomana. Ese mismo año se produjo la Batalla de Janasor, en donde fuerzas del Tashnak redujeron completamente la tribu kurda de Mazrim en venganza a su participación en las masacres armenias (Abadjian, coord., 2004: 61- 62).
Mientras ocurrían las masacres el emperador prusiano y los empresarios británicos se disputaban el trazado de líneas férreas en la península de Anatolia. Esto junto a las pérdidas territoriales desnudaban la decadencia del Imperio, por lo que en Salónica (actual Grecia) comenzó a gestarse el movimiento de los Jóvenes Turcos, con apoyo de las delegaciones diplomáticas de Europa y los Estados Unidos que veían irreversible la caída del sultán Abdul Hamid (Adadjian, coord., 2004: 38). En 1891 crearon el Comité “Intizam ve Terakki” (Orden y Progreso), que en 1896 cambiaría su nombre por “Ittihad ve Terakki” (Unión y Progreso) y que para 1908 llegaría a tener 400 miembros (Abramian, 2013: 46).
Las masacres de 1894-1896 se cobraron entre 200 y 300 mil víctimas directas e indirectas. Si bien entre 1820 y 1890 se habían llevado a cabo masacres de armenios, griegos y búlgaros en el Imperio Otomano que provocaron la muerte de 100 mil personas, esta se diferenció por la magnitud en que se ejecutó en un periodo tan corto de tiempo, y se utilizaron métodos de exterminio que serían aplicados en los genocidios posteriores. Dadrian (2004: 49) señala también que estas masacres fueron una excepción ya que se ejecutaron en tiempos de paz y no en relación a guerras inminentes o en curso, lo que constituye un antecedente a la posterior masacre de Adaná (1909) y a atrocidades ocurridas en 1900-1901 y 1903-1904 contra población rural armenia en las provincias de Bitlis y Van.
Notas:
1 Según cita el diario argentino La Prensa, del 18-11-1894, en Boulgourdjian, Otero, Gitz, Cortese y Piñeiro (1988: 39).
2 Citados en Boulgourdjian, Otero, Gitz, Cortese y Piñeiro (1988: 319- 321).
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