Anagnórisis (cuento)
El presente relato -escrito cuando tenía 17 años- forma parte de mi libro El Refugiado en las Palabras (2023).
Marcos Ferrando no deseaba ir al teatro. Lo detestaba como toda forma de expresión artística que para contemplarla le obligara a levantarse de su sillón y de los partidos de fútbol. Pero su esposa Daniela había ganado dos entradas para una obra recientemente premiada y había insistido en que la acompañara.
El teatro estaba abarrotado de gente. Marcos y su esposa se ubicaron en los asientos números 287 y 288. Se veía bien desde allí. Mientras esperaban, Daniela leía el programa entretenida. Él, en cambio, miraba hacia la gente, aburrido, preguntándose cómo iría la primera semifinal de la Copa Libertadores - no había podido llevar la radio -, deseando que la obra ya hubiese empezado y terminado. Minutos después, se apagaron las luces y comenzó la función.
Un hombre de traje negro en su oficina completaba unos papeles. De repente irrumpió su secretaria gritando:
- Eres un mentiroso.
- ¿Por qué me dices eso Sandra? ¿Qué ha ocurrido? - preguntó él, fingiendo sorpresa.
- Hablé con tu abogado. Es mentira que te estás por divorciar de tu esposa, no hiciste ningún trámite.
- No te enojes, Sandrita, iba a decírtelo. Para la corporación es muy importante que los miembros de la Junta tengan una familia bien constituida. Son muy conservadores. Si me
divorcio puedo perder la banca que ocupo.
- Pero tendrías que habérmelo dicho -. Y quedó unos segundos pensativa. Luego dijo con una sonrisa maliciosa en la cara-: Creo que podemos hacer algo para estar juntos sin tener que cuidarnos de tu esposa.
- ¿Qué?
- Matarla.
A Marcos estas palabras lo llenaron de temor. Estaba intranquilo, asustado. Había mirado la obra con tanta atención que llegó a inyectarse en ella. Al principio dudaba de que se tratara simplemente de una representación; ahora estaba completamente seguro de que era testigo de algo que estaba ocurriendo realmente.
Los últimos días la secretaria había convencido al empresario, hombre de sangre fría y pocos escrúpulos, que lo mejor para ambos era acabar con su esposa. Él se mostraba cariñoso con ella: le regaló un anillo de jade, y prometió un viaje por Europa.
- Cumplimos veinte años de casados, sería una segunda Luna de Miel.
- ¿Qué te pasa? ¿Te sientes bien? - le decía su esposa, sorprendida.
- Estoy perfecto. Me siento dichoso de tenerte a mi lado.
- Es un farsante. Te engaña con la secretaria - gritó Marcos desde la platea.
Su esposa lo contuvo y le pidió silencio. Todos desde sus asientos miraban hacia allí.
- Al principio no querías venir y ahora parece que te ha gustado. Quédate callado y no interrumpas - le dijo irritada Daniela.
- Pero no ves que se finge cariñoso y va a matarla - le gritó.
- Pero si es solo una obra.
No estaba tan seguro de eso. Creía sin ninguna duda que eso estaba pasando realmente y temía por la esposa del empresario. Si pudiera ayudarla...
El empresario sacó una bolsa de su maletín y la mostró a Sandra. En su interior había un cuchillo.
- Es del vigilante de la casa - dijo.
- ¿Y para qué lo quieres? - lo interrogó la secretaria.
- El viernes a la noche tendremos una reunión de trabajo.
Ninguno de los niños estará en la casa. Mi mujer quedará sola. Saldré en el auto fingiendo ir directo a la reunión, pero doblaré en la esquina. Entraré a la casa por la puerta de atrás y haré el trabajo con este cuchillo. Luego iré a la reunión. ¿No te parece una brillante idea, querida?
- ¿Crees que funcionará?
- Sí, tendré una coartada y, cómo el arma homicida pertenece y tiene las huellas dactilares del vigilante, será el único sospechoso. Pasará unos cuántos años en prisión mientras nosotros recorremos el mundo.
Luego, el empresario se encontró con su esposa y le dijo que había reservado los pasajes a Europa para el verano.
- Te está mintiendo. Es un asesino, va a matarte - gritó Marcos nuevamente desde su platea.
Los actores y todos en el teatro lo miraron. Él no pareció darse cuenta y siguió gritando. El acomodador se acercó y, tras un breve forcejeo, le obligó a retirarse de la sala.
- No puede hacerme esto - protestó antes de que le cerraran la puerta y no pudieran escucharlo -. Si no hacen algo la matarán.
Daniela pensó en ir tras su esposo, pero sentía mucha vergüenza por su culpa. Decidió esperar a que terminara la obra, para que nadie en el teatro supiera que ese hombre que gritaba hacia el escenario venía con ella. “Ya me va a escuchar en casa”, pensó.
Tras unos segundos de desconcierto, el espectáculo continuó.
El empresario se despidió de su esposa, diciendo que volvería antes de la medianoche. Salió de la casa y saludó al vigilante que se hallaba en la puerta.
- Parece que esta noche va a helar, jefe - dijo el vigilante.
- Sí, así parece. Hasta luego - se despidió el empresario.
Así terminó la primera escena del Tercer Acto.
La escena siguiente comenzó con la mujer durmiendo tranquilamente en su cama cuándo, en plena oscuridad, la puerta se abrió lentamente. Entró su marido llevando el cuchillo en su mano enguantada. Se acercó despacio, apoyó una mano sobre su boca y con la otra se dispuso a dar una certera puñalada en la garganta…
De repente, el ruido de un disparo interrumpió en el salón y el actor que encarnaba al villano cayó herido en el escenario. La mujer en la cama se levantó rápidamente y corrió junto al vigilante que se había acercado a ver lo ocurrido.
La gente miró hacia donde provenía el disparo: en la puerta estaba Marcos apuntando el revólver que guardaba en la guantera del auto. Caminó hacia el escenario, subió por las escalinatas y miró al actor que había recibido el disparo en las costillas. Estaba muerto.
Las luces del teatro se encendieron y la gente huyó despavorida. La policía llegó minutos después y encontró al autor del homicidio sentado en el escenario, habiendo dejado el arma.
- Iba a matar a su esposa y culpar al vigilante, oficiales - les dijo señalando al hombre muerto -. Si no fuera por mí...
Lo bajaron del escenario esposado. Miró a Daniela, con la cara bañada en lágrimas, que no le habló. Luego miró a los dos actores, aún asustados, y esperó recibir un agradecimiento. Pero no escuchó nada.
Santa Rosa, 23 de Enero de 2002
“Anagnórisis: reconocimiento de un personaje cuya calidad se ignoraba“ (Diccionario Espasa Calpe, 1996).
La imagen que ilustra este cuento fue producida utilizando Meta AI con Llama 3.2.
Felicitaciones Luciano, me gustó el cuento. Aprendí una nueva palabra.
ResponderEliminar