Calfucura, el Señor de las Pampas (artículo histórico)


    Para realizar su famoso “Cruce de los Andes” e iniciar la “Guerra a Muerte” contra los realistas en territorio chileno, el general José de San Martín debió contar con el apoyo de diferentes parcialidades mapuches que vivían de uno y otro lado de la Cordillera. Uno de sus aliados fue el lonko (cacique) wiliche Huentecurá. No podía saber entonces que uno de sus hijos iniciaría en la llanura pampeana el linaje de las “Piedras” (Curá en mapuzungún).

   Calfucurá (Piedra Azul) nació alrededor de 1790 en las laderas del volcán Llaima, cerca de la actual Temuco (Chile). Sin embargo hay quienes sostienen que su lugar de nacimiento fue la actual provincia argentina del Neuquén. Hijo de Huentecurá y la lonko Amuizeu. Durante la “Guerra a Muerte” combatió del lado de los patriotas americanos contra el colonialismo español.

   Se cree que hubo un primer intento de asentarse con su gente en las pampas en 1831. Por entonces otro pueblo de origen mapuche, los Vorogas, llamados así porque provenían de Vorohué (Lugar de los Huesos) en Chile, se habían asentado en un territorio que ocupaba la zona de las Salinas Grandes (actual provincia de La Pampa) y el partido de Carhue (provincia de Buenos Aires).

   El gobernador de Buenos Aires Juan Manuel de Rosas no había cumplido los objetivos propuestos en la campaña militar de 1833/1834 contra los pueblos originarios, por lo que cambió su estrategia hacia el “negocio pacífico con los indios”. Algunos lonkos voroganos como Rondeau y Melín se mostraron más proclives a negociar con Rosas, mientras que otros como Cañiuquir eran partidarios de una alianza con las comunidades del Neuquén y de Chile, especialmente con Calfucurá, para detener el avance de los huincas (expresión despectiva para europeos y criollos).

   Calfucurá envió chasquis (mensajeros) a negociar, que fueron agasajados por los jefes voroganos. Rosas intervino exhortando a Rondeau y Melín (sus “indios amigos”) a detenerlo. Cuando Calfucurá comprendió que, los mismos que lo habían llamado, ahora lo instaban a retirarse, ordenó el ataque de 500 lanzas contra el campamento vorogano, en lo que se llamó “la Masacre de Masallé”. Rondeau fue ejecutado con sus hermanos Melín y Alún, y los jefes Calfuquirqué y Coñuepán, acusados de haber instigado la muerte del lonko pewenche Martín Toriano. Solo el lonko Coliqueo logró escapar.

   La responsabilidad del gobernador Rosas en estos hechos fue algo que se sostuvo desde un primer momento. Posteriormente a su caída, Calfucurá le diría al presidente Bartolomé Mitre: “no estoy en estas tierras por mi gusto, ni tampoco soy de aquí, sino que fui llamado por don Juan Manuel, porque estaba en Chile y soy chileno”. Sin embargo parece poco probable que Rosas organizara un ataque contra jefes con los que estaba negociando.

   En 1836 Calfucurá realizó un acuerdo con el gobierno de Buenos Aires, que estaba transitando una crisis política. A cambio de una asignación anual de 1500 yeguas, 500 vacas, bebidas, ropa, azúcar, yerba mate y tabaco, se comprometían a proteger la campaña bonaerense de los ataques de otras parcialidades mapuches. Pero él mismo concertó una alianza con diferentes pueblos originarios (pampas, tehuelches, vorogas, pewenches), lo que dio lugar a la poderosa Confederación de las Salinas Grandes, que lo tuvo como líder supremo durante 40 años. Se llegaron a realizar emblemas, medallas y sellos con la inscripción en español: “General Juan Calfucurá, Confederación de las Salinas Grandes”.

   Sin embargo hay que aclarar que esta Confederación, independiente de lo poderosa que llegó a ser, no puede considerarse un Estado y menos un Imperio –como se ha escrito-. Por más influencia que el lonko tuvo sobre sus seguidores, estos no eran más que eso: seguidores, cuya confianza en el cacique reposaba en una serie de obligaciones y condiciones que este debía cumplir. De ningún modo alteraba el carácter relativamente igualitario de la sociedad mapuche.

   Calfucurá nunca pudo incorporar a su Confederación a los Rankeles del Mamül Mapú (Caldenar Pampeano) liderados por Yanquetruz y con capital en Leuvucó (actual Victorica, La Pampa). Acaso el motivo fuera que Yanquetruz daba asilo al coronel Manuel Baigorria y más de 300 miembros del Partido Unitario, perseguidos por el gobierno del Partido Federal de Rosas, con quién Calfucurá había realizado un acuerdo. Pero evitó entrar en conflicto con ellos concertando el matrimonio de una de sus sobrinas con un hijo del jefe rankel.

   Desde su cuartel en Chilihué, Calfucurá atendía los asuntos de la Confederación, concertaba tratados o guerras, y contestaba su correspondencia. Tenía un lenguaraz que traducía sus palabras de mapuzungún a español, y un amanuense que redactaba en este último idioma. Para Vezub y de Jong, la existencia de estas “escribanías en el desierto”, en donde se escribían en lengua originaria y en español –incluso llegando a utilizar máquina de escribir- muestra que no existía esa división entre una sociedad criolla “letrada” y una indígena “iletrada y ágrafa”.

   Se han tejido muchas leyendas en torno a su persona. Se decía que era capaz de leer la mentira en los ojos, por lo que los mentirosos no osaban mirarlo a la cara. También se llegó a decir que tenía dos corazones y un jinete fantasma a su servicio.

   Más allá de todo esto, lo cierto es que Calfucurá fue un líder que trató de mantener la independencia de su pueblo y evitar la ocupación de sus tierras mediante negociaciones con los diferentes gobiernos criollos.

   En 1852 se produjo la caída de Rosas en la “Batalla de Caseros”. Pero la tan ansiada unidad nacional duró muy poco. El 11 de septiembre de ese año, la provincia de Buenos Aires se separó del resto del país. Quedaron conformados dos Estados rivales: la Confederación Argentina, liderada por Justo José de Urquiza y con capital en Paraná, y el Estado de Buenos Aires, liderada por Valentin Alsina y Bartolomé Mitre con capital en la ciudad homónima. Al principio Calfucurá juró lealtad a Urquiza y envió a su hijo Namuncurá como representante de la Confederación de las Salinas Grandes a ratificar su adhesión a la Constitución Nacional de 1853. El mismo presidente Urquiza fue padrino del hijo del lonko mapuche, cuando fue bautizado bajo el nombre de Juan Namuncurá.

   Por ese entonces, la parcialidad de los Catriel, antiguos aliados de Rosas, sufrieron un ataque por parte del gobierno de Buenos Aires, lo que los llevó a que se aliaran con Calfucurá. Entre 1855 y 1857 mapuches y catrieleros lanzaron malones contra los partidos bonaerenses de Azul, Tapalqué, Bahía Blanca y 25 de Mayo, robando ganado y tomando cautivos. En estos ataques también participaron otras parcialidades indígenas de la llanura pampeana y la Patagonia. El Ejército de Operaciones del Sur de Buenos Aires fue incapaz de contenerlos, resultando derrotado la mayoría de las veces.

   En 1859 los mapuches de Calfucurá participaron del lado de las fuerzas de Urquiza en la “Batalla de Cepeda”, en las que derrotaron a Buenos Aires. Pero el poderío de la Confederación Argentina venía decayendo. Por ello se abstuvieron de participar en la “Batalla de Pavón” (1861) en la que Buenos Aires resultó vencedor. En 1862 el país se reunificó bajo dominio de Buenos Aires y el líder porteño Bartolomé Mitre asumió la presidencia. En represalia Calfucurá y otros pueblos lanzaron ataques contra Buenos Aires, Córdoba, Santa Fe y Cuyo.

   Sin embargo el gobierno de Mitre decidió concretar una alianza con los pueblos originarios, ya que tenía abierto otros frentes de batalla: las montoneras federales, las provincias rebeldes y en 1865 ingresó en la Guerra del Paraguay. Por ello, salvo una incursión contra los rankeles del nuevo lonko Panguitruz Gner (o Mariano Rosas), su posición con los indígenas fue conciliadora. Entre 1862 y 1870 la relación de Calfucurá con el gobierno fluctuó entre la negociación y los ataques.

   En 1866 o 1867 murió el lonko Juan Catriel. Debía sucederle su hijo Juan José, pero este se sintió incapaz de cumplir los acuerdos que su padre concretó con los huincas, por ello asumió su hermano Cipriano, mucho más occidentalizado que los otros “jefes amigos” (tenía un chalet, una cuenta en el Banco Provincia, gustaba de las ropas finas y los helados). El gobierno de Buenos Aires lo nombró “Cacique General de todos los Indios Amigos” y, en cumplimiento de esta función, lanzó un ataque contra los demás pueblos que no aceptaban someterse.

   En venganza a esta traición, Calfucurá y otros jefes formaron una poderosa coalición de 6000 hombres de lanza para enfrentarlo. En ella participaron Marcelino y Juan José Catriel, hermanos del “traidor”. El 5 de marzo de 1872 el “mayor Ejército indio jamás visto” lanzó un malón contra varios partidos del oeste bonaerense, capturando 150.000 cabezas de ganado y tomando 500 prisioneros. Pero de regreso, 2500 combatientes se separaron del resto para arrear el ganado con mayor comodidad, mientras que Calfucurá conducía el resto hacia las Salinas Grandes. En el camino los estaban esperando 1000 soldados al mando del general Ignacio Rivas y 500 guerreros de Cipriano Catriel. También estaba presente Coliqueo, sobreviviente de la “Masacre de Masallé”.

   El 8 de marzo, en horas de la madrugada, los atacaron en la cercanía del Fuerte San Carlos (hoy ciudad de Bolívar). En esa batalla muchos de los hombres de Juan José Catriel se negaron a combatir contra sus hermanos, por lo que el lonko montó un piquete de soldados e hizo fusilar a los insubordinados.

   La derrota de San Carlos marcó el comienzo de la caída de Calfucurá. Recordemos que por entonces tenía más de 80 años. El 3 de junio de 1873 falleció en su cuartel de las Salinas Grandes. Cuentan que sus últimas palabras fueron para su hijo y sucesor Namuncurá: “Nunca entregar Carhue al hunica”. Años después, este se lamentaría de no haber podido cumplir ese pedido. El 24 de abril de 1876 el coronel Levalle tomaría Carhue y dos años más tarde el Estado argentino desataría un brutal genocidio contra los últimos pueblos originarios de las pampas y la Patagonia que aún conservaban su autonomía.


Bibliografía:

  • Bechis, Marta; (1999) “La vida social de las biografías: Juan Calfucurá, líder total de una sociedad sin Estado”, en: Sautu, Ruth (comp.); El método biográfico, Buenos Aires, Editorial Belgrano.

  • Cazenave, Héctor Walter; (1990) “160 años de la llegada de Calfucurá a las Pampas”, La Arena, Santa Rosa, 11 de septiembre.

  • Lluch, Andrea y Salomón Tarquini, Claudia (eds.); (2011) Historia de La Pampa, tomo I, Santa Rosa, EDUNLPam.

  • Lobos, Omar; (2008) Los Mapuches, Buenos Aires, Ediciones del Sol.

  • Martínez Sarasola, Carlos; (2011) Nuestros paisanos los indios, Buenos Aires, Del Nuevo Extremo.

  • Vezub, Julio y de Jong, Ingrid; (2019) “El giro escritural de la historiografía mapuche: alfabetos y archivos de la frontera. Un estado del cuestión”, Quinto Sol, Instituto de Estudios Históricos y Sociales, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de La Pampa, vol. 23, Nº 3, septiembre-diciembre.

  • Vicat, Mariana; (2008) Caciques indígenas argentinos, Buenos Aires, Ediciones Libertador.

  • Zevallos, Estanislao; (1928) Calvucurá y la dinastía de las Piedras, Buenos Aires, Biblioteca del Suboficial.


Publicado en el periódico La Quinta Pata, www.la5pata.net, del 29 de marzo de 2020.


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