Una voz audaz: la periodista Anne Royall (artículo histórico)

 

   El Libro de los Sucesos (Asimov's Book of Facts, 1979) es una de las obras menos conocidas de Isaac Asimov y está destinada a enumerar una serie de datos curiosos sobre diversos temas. En el capítulo 16 (“Datos de prensa”) encontramos el siguiente fragmento: “El mérito de haber inventado las entrevistas mediante citas previas pertenece a Anne Royall, la primera mujer que rompió lanzas como periodista de los Estados Unidos. Entrevistó a cada uno de los presidentes, desde John Quincy Adams hasta Franklin Pierce, y puso al descubierto los cohechos que se cometían en los departamentos federales y la incompetencia entre los empleados altos y bajos”.

   Anne Royall también es una figura poco conocida, pero cuya vida y legado merecen ser reconocidos. Según la Enciclopedia of Alabama nació el 11 de julio de 1769 en Baltimore (Maryland), bautizada como Anne Newport (tal era el apellido de su padre). Se crió en la frontera oeste de Pennsylvania hasta que la muerte de su padre en 1775 y la pobreza de su familia la obligaron a emigrar hacia los Apalaches. Su madre contrajo matrimonio con un hombre llamado Butler, pero este murió en la masacre de Hanna`s Town del 13 de julio de 1782. En 1785 Anne de 16 años y su madre dos veces viuda se emplearon en la casa de William Royall, un adinerado comandante de la Guerra de Independencia, masón y deísta, que administraba una plantación en lo que hoy es el Estado de West Virginia (entonces formaba parte de un único Estado de Virginia). Éste hombre de ideas progresistas se ocupó de su educación y la introdujo en la lectura de Shakespeare, Voltaire, Paine y otros librepensadores. En 1797 contrajeron matrimonio, pasando Anne a adoptar el apellido de su esposo.

   En 1812 el comandante Royall falleció y sus sobrinos alegaron ante la Justicia que el matrimonio y el testamento en donde dejaba sus propiedades a su esposa eran falsos. Después de 7 años de litigios, se le dio la razón a los familiares y Anne quedó nuevamente en la pobreza. Por entonces contaba ya con 50 años de edad.

   Sin medios de subsistencia, dedicó los cuatros años siguientes a recorrer el Estado de Alabama, a veces a pie, otras en caballo o en diligencia. La formación obtenida estudiando con su esposo le sirvió para escribir una serie de notas periodísticas sobre la evolución del recién creado Estado que luego serían compiladas en el libro Letters from Alabama on Various Subjects. También escribió la novela The Tennessean. En 1824 se estableció en Washington D.C. para reclamar una pensión federal como viuda de un veterano de guerra, pues de acuerdo a la ley de pensiones de la época, las viudas tenían que defender su caso ante el Congreso. La Ley de Pensiones sería reformada recién en 1848.

   Mientras estaba en la capital sucedería algo más importante. Paseando por el Rio Potomac, sorprendió al presidente John Quincy Adams tomando un baño. La leyenda dice que reunió la ropa del presidente y se sentó sobre ella hasta que él respondió a todas sus preguntas, ganándose así la primera entrevista presidencial concedida a una mujer. Esta historia resulta ser falsa, sin embargo es cierto que el presidente le concedió una entrevista. No solo eso, sino que también apoyó su pedido de pensión y le presentó a su esposa Louisa, quién le obsequió un chal blanco cuando ella viajó al norte para obtener pruebas de que su esposo había prestado servicios en el Ejército revolucionario.

   Más tarde, Anne recorrería los Estados de la Costa Este realizando notas periodísticas, que darían lugar al libro Sketches of History, Life and Manners in the United States, by a Traveller, publicado en 1826, a sus 57 años de edad. Su manuscrito previo, The Tennessean, se publicaría un año después. Sus escritos irónicos y críticos le ganaron numerosos enemigos. Un periódico llegó a definirla como “una salvaje gata literaria proveniente de un sitio poco refinado”.

   En 1829 regresó a Washington y comenzó a vivir en el barrio Capitol Hill. Allí funcionaba una Estación de Bomberos, construida con fondos públicos, que prestaba el lugar a una Iglesia Presbisteriana. Anne había tenido conflictos previos con esta congregación debido a sus escritos, y el hecho de que utilizaran una institución pública para sus servicios religiosos le parecía que transgredía la separación entre la Iglesia y el Estado. Conscientes de sus ideas, los miembros de la Iglesia comenzaron a visitarla para convencerla, rezaban bajo su ventana y los niños le arrojaban piedras. Cansada de tanto acoso, decidió enfrentarlos un día y comenzó a insultarlos, por lo terminó siendo arrestada.

   El fiscal del Distrito de Columbia la acusó, utilizando una vieja legislación colonial inglesa, de ser “una persona malévola y buscapleitos”. El castigo para este delito era la “ducking scold”, una silla que se sumergía en el agua, comúnmente usada durante la Colonia para castigar a las acusadas de brujería. Esta ley había sido abolida en Gran Bretaña en 1770, junto con la quema de brujas y de gitanas, pero seguía existiendo en los Estados Unidos y ahora un fiscal la reclamaba para castigar a una periodista que se atrevía a desafiar a los poderes fácticos.

   Su defensa se basó en reivindicar su derecho a la libertad de expresión y de denuncia ante las injusticias, exaltando su trabajo como periodista y su condición de mujer. Finalmente la Justicia del Distrito de Columbia la encontró culpable, pero decidió no aplicar la “ducking scold” por considerarla una práctica demasiado cruel. En su lugar la multó con 10 dólares, cifra nada despreciable para la época. Al escuchar la sentencia se rió de quienes la juzgaban y les arrojó un ejemplar del periódico Paul Pry, en el que denunciaba la corrupción y el abuso de poder. Años después afirmaría: “El fanatismo se alimenta de cualquier cosa menos del sentido común o la razón pues ambos romperían el hechizo”.

   Jeff Biggers, autor de un trabajo sobre la primera periodista de los Estados Unidos, escribió que: “Lo increíble sobre su experiencia es que fue condenada no sólo por ejercer su libertad de expresión sino porque se atrevió, hace 200 años, a exigir que los hombres se responsabilizaran por sus actos. Además, osó ponerlos en dificultades y burlarse de ellos al escribir satíricamente (…) Hace dos siglos no estaba permitido que las mujeres fueran satíricas: estaban ahí para que se rieran de ellas, pero no les era permitido que se rieran de los hombres” (citado por Delia Ventura, “El grotesco juicio contra Anne Royal, una de las lenguas más temidas del siglo XIX”, BBC News, 21 de enero de 2018).

   La multa fue pagada por periodistas del The National Inteligencer, un periódico de Washington solidario con su causa.

   Tras la sentencia, Anne Royall abandonó Washington y continuó viajando por el país, escribiendo notas sobre la realidad nacional. Asimov nos dice que “Promovió campañas a favor de los servicios de correo dominicales y contra la práctica de dar azotes en la Marina. Un airado congresista le rompió una pierna en Vermont, un joven de Pittsburg le pegó con una fusta, y tuvo que huir de Charlottesville, Virginia, con un tropel de estudiantes pisándole los talones”.

   Fue también una ferviente militante contra la esclavitud. Sin embargo criticó a las organizaciones abolicionistas y reformistas, a las que acusaba de encubrir ideas fundamentalistas tras sus campañas humanitarias. Denunció también el peligro que representaba el crecimiento de las Iglesias Evangélicas, sobre todo tras la asunción de Andrew Jackson, séptimo presidente de los Estados Unidos, que era un entusiasta defensor de la esclavitud y responsable de varias masacres contra pueblos originarios. Utilizó la sátira para burlarse de la rectitud moral de las personalidades políticas y religiosas y denunciar su doble moral y sus ambiciones de poder.

   En 1831 regresó a Washington donde continuó editando desde su casa el periódico Paul Pry, con la ayuda de su amiga Sally Stack. El trabajo era principalmente manual y el reparto se hacía de manera personal. En 1836 fue sucedido por The Huntress (La Cazadora). Anne contrató huérfanos para la imprenta y enfrentó constantes problemas financieros, los cuales se agravaron cuando los encargados de las oficinas de correos se negaron a entregar sus periódicos a los suscriptores. Pese a todo, siguió dedicándose al periodismo y a la edición hasta su muerte a la edad de 85 años el 1º de octubre de 1854. Fue enterrada en el Cementerio Congregacional.

   Anne Royall es una figura que merece ser destacada debido a sus aportes al desarrollo del periodismo contemporáneo, su militancia en defensa de las causas justas y su postura de nunca retroceder ante los enemigos que se fue ganando entre los grupos de poder.


Una versión resumida de este artículo fue publicado en Boletín de la Revista de Historia, www.revistadehistoria.es, del 7 de marzo de 2019. Una versión completa se publicó posteriormente en el periódico La Quinta Pata, www.la5pata.net, del 15 de marzo de 2020.

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