El Legado de la India (artículo histórico)
Alexandro Magno conquistó la India en el 326
AC. Marco Polo viajo al Lejano Oriente y regresó a Europa con noticias que
indujeron a Cristóbal Colón a buscar “el camino de las Indias”. Gran Bretaña
conquistó la India en el siglo XIX…
La India aparece en la Historia de Occidente
como un lugar de llegada: Occidente arriba a ese país exótico y misterioso que
parece detenido en el tiempo. Pero es menos conocida la historia opuesta: la
expansión de la India y el legado que dejó en numerosos pueblos del mundo.
El territorio que hoy ocupa la India fue
habitado desde tiempos prehistóricos. Hay presencia de Homo Erectus y Homo
Sapiens desde hace 75 mil años. Los primeros asentamientos semipermanentes
habrían aparecido hacia el 7000 AC en el actual Estado de Madhya Pradesh, donde
se encontraron pinturas rupestres. Entre el 3300 y 1300 AC floreció la Cultura
del Valle del Indo en las actuales India, Pakistán y Afganistán. Entre el 2700
y 2500 AC, a los pueblos provenientes de Asia Central se sumó una oleada llegada
posiblemente de África, denominados drávidas.
El asentamiento de los pueblos arios en la
región norteña de Punjab desplazó a los drávidas hacia el sur y dio comienzo al
Periodo Védico (1700-600 AC), que toma su nombre de los Vedas
–textos sagrados del hinduismo- escritos en lengua indoeuropea sanscrito-védico.
Además del idioma, los arios introdujeron muchos dioses indoeuropeos al panteón
nacional, la cultura del hierro, los baños rituales y otras prácticas
religiosas. Durante el Periodo Brahmánico (600-300 AC), en donde el
poder cayó sobre la casta sacerdotal de los brahamanes –adoradores y
mensajeros del dios creador Brahma-, se impuso el Sistema de Castas que rige
hasta la actualidad, se produjo la expansión del budismo y el jainismo, y se
llevó a cabo una “segunda urbanización” en la llanura del Ganges. Hacia finales
del periodo la India cayó bajo dominio persa y griego-macedónico.
En el siglo III AC casi toda la India, parte de Pakistán y Afganistán fueron conquistados por el Imperio Maurya, que aprovechó la caída del Imperio Macedónico para unificar por primera vez todo el subcontinente. Si bien Chandragupta fue el creador de esta nueva entidad política, su sucesor Ashoka el Grande o Ashoka el Piadoso (269-233 AC) lo llevó a su máxima expansión. Tras la conquista de la región de Kalinga, Ashoka experimentó una transformación espiritual: se convirtió al budismo arrepentido de las muertes que causó esa guerra y adoptó principios de no violencia (ahimsa) y compasión. Este monarca tuvo las primeras medidas ambientalistas, como la prohibición de la caza de leones (símbolo de su Imperio) y puso cupo a los árboles que se podían talar.
Bajo la influencia del
budismo –al que expandió hasta Sri Lanka, Medio Oriente y el Sudeste Asiático-,
Ashoka comenzó a visualizar su rol no solo como un gobernante que controlaba
vastos territorios, sino también como un líder que podía guiar a su pueblo
hacia una vida más ética y espiritual. Erigió numerosos stupas (monumentos
budistas) y los llamados Pilares de Ashoka, en los que estaban inscritos los
edictos que comunicaban su visión y sus enseñanzas sobre el gobierno, la
tolerancia y el respeto.
En los siglos posteriores se constituyeron
los Imperios Shunga, Chalukia, Rashtrakuta, Pali, Chola y Vijayanagara, además
de numerosos reinos menores. Durante siglos se produjeron migraciones turcas,
árabes, persas y tártaras que finalmente constituyeron el Sultanato de Delhi
(1206-1526), que unificó gran parte de la región, y fue sustituido por el
Imperio Mogol (1526-1857). A partir de 1707 este imperio comenzó a perder
territorios a medida que la India era invadida por potencias europeas:
Portugal, Francia, Países Bajos y –principalmente- Gran Bretaña, que conquistó
la mayor parte del subcontinente en la segunda mitad del siglo XIX. Francia
conservó sin embargo territorios en Masulipatam, Calcuta, Mahé y –por un breve
periodo- Madras.
Esta diversidad de pueblos permite explicar
el mosaico lingüístico y cultural que constituye la India en la actualidad.
La difusión de la cultura de la India
comenzó en tiempos antiguos. Durante los periodos védico y brahmánico, los
diferentes reinos comerciaban con Mesopotamia a través de Irán y con Asia Menor
a través de Afganistán. Hay evidencia de comercio con las ciudades fenicias en
el siglo X AC. Desde sus puertos en la costa occidental comerciaban perlas,
piedras preciosas, ungüentos, especias y telas finas. Hubo asentamientos en el
Mar Arábigo y la Isla de Socotora (en la costa africana, pero que hoy
perteneciente a Yemen) fue colonia de reinos hindúes. El historiador romano
Plinio escribió que Roma importaba mercadería de la India por valor de un
millón de sestercios anuales, lo que explica la cantidad de monedas romanas
halladas en ese país.
De la mano de misioneros budistas se produjo
la expansión de la cultura de la India por todo el continente asiático. Estos
convirtieron a numerosos pueblos nómades desde el Mar Caspio hasta la Gran
Muralla china. El reino de Kushán (en el actual Afganistán) se convirtió en enclave
indo-budista en Asia Central. En los desiertos asiáticos se encontraron templos
con imágenes budistas y brahmánicas, y textos escritos en las lenguas sánscrita
y pali. Los mongoles también adoptaron la nueva religión. El gran Gengis Khan (1167-1227)
era budista y propagó su fe en las regiones conquistadas. Recordemos que el
Imperio Mongol se expandió por la mayor parte de Asia y Europa del Este, aunque
nunca llegó a incorporar a la India (no confundirlo con el Imperio Mogol que
unificó la India en el siglo XVI).
En China el budismo penetró durante el
gobierno del emperador Ming, de la Dinastía Han, que en el año 68 DC envió
emisarios a la India para recolectar toda la información posible sobre el Buda
y sus enseñanzas. Rápidamente comenzaron a traducirse sus máximas y consejos, y
se erigió el Templo del Caballo Blanco en la Ciudad Imperial de Loyang. El
siglo V es el de máxima expansión del budismo en China. La Gran Pagoda de Oca
se fundó en el 648 para contener los 657 volúmenes de literatura indo-budista
que el monje Xuan Zuang trajo de sus viajes. La Pequeña Pagoda de Oca es del 709
y forma parte del Templo de Jianfú. Los intercambios académicos entre China y
la India fueron la puerta de entrada para los intercambios comerciales.
En el Tibet, la introducción del budismo se
dio en un momento en que se mezcla la historia y la leyenda. En el siglo V el
legendario rey Lha-Tho-Tho-Ri vio un arco iris en el firmamento y luego textos
e imágenes budistas comenzaron a caer sobre su Palacio real. Aunque no
comprendió su significado, el rey los venero y dijo que su significado sería
comprendido en cinco generaciones. En el siglo VIII el rey Srong-Ideu-Btsan
declaró el budismo como religión oficial del país.
Los templos japoneses tienen –hasta la
actualidad- diseños de origen hindú, llevados por los misioneros budistas
provenientes de China y la Península coreana.
La expansión del comercio marítimo por el
sudeste asiático se llevó a cabo desde puertos milenarios ubicados en la Bahía
de Bengala y el Imperio Chola. El archipiélago indonésico era un gran proveedor
de piedras preciosas y minerales. Ptolomeo escribió que en el siglo II había
agencias comerciales en Bengala que intercambiaban productos con Malasia, Java
y Sumatra. Junto con los productos comerciales se difundieron también las
religiones budista y brahmánica –en su vertiente shivaita-.
Entre los siglos II y V se crearon reinos
hindúes en la península malaya, Camboya, Annan (Vietnam) y el archipiélago
indonésico. El mestizaje cultural y étnico que se dio con las poblaciones
indígenas permitió la conservación de la cultura de la India cuando ésta cayó
bajo dominio extranjero en los siglos posteriores. Un ejemplo fue el reino de
Champa (Annan) que se extendió entre los siglos II y XV, y tuvo su máximo
esplendor entre los siglos XI y XIII, ya que fue capaz de mantenerse
independiente del Sultanato de Delhi y sostener buenas relaciones con el
Imperio Chino. El Reino de Khmer (Camboya) es otro caso interesante.
Constituido en el siglo VI llegó a ser famoso por sus importantes obras
arquitectónicas (pirámides y templos budistas), antes de ser invadido por
anamitas y thasis en el siglo XV y convertirse en Protectorado francés en el
XIX.
En la península malaya también florecieron
reinos hindúes. La dinastía javanesa de los Sailendra –originaria del sur de la
India- gobernó entre los siglos VIII y XIII el poderoso Imperio Marítimo de
Srivijaya (del sánscrito Sri: próspero o feliz, y vijana:
victoria), que se extendió hacia las islas de Sumatra, Java, Borneo, Bali y llegó a iniciar la colonización de la
isla de Madagascar, en la costa de África Oriental. La capital era Palembang,
“la ciudad de las casas flotantes”, donde residía el maharajá (gobernante).
Mantuvo relaciones comerciales con China y Bengala, y son famosas sus obras
arquitectónicas que representan imágenes budistas. La Montaña Cósmica es
una pirámide formada por nueve terrazas sucesivas (en las tres superiores
encontramos representaciones del Buda en éxtasis, mientras que en las
inferiores hay galerías cubiertas) coronada por una gran campana. Las
dificultades comenzaron en el siglo IX, cuando sufrieron el ataque del reino de
Matarán, al que lograron derrotar con ayuda de China. En el siglo XI sufrió la
invasión Chola que se apoderó de parte de su territorio y en el siglo XIII
desapareció debido a la expansión del Imperio javanés de Mayapahit. En 1402 fue
sustituido por otro reino hindú: el Sultanato de Malaca, que se convirtió al
islam en 1409. En 1511 cayó bajo dominio portugués.
En los años siguientes a su caída, la
historia de la talasocracia srivijaya cayó en el olvido, hasta que en 1918 fue
rescatada por el historiador francés Georges Codés, quién publicó una minuciosa
investigación sobre el tema. Entre sus legados quedaron las lenguas malayas,
javanesas y malgache –de Madagascar-, y miles de Budas y obras arquitectónicas.
Cuando la cultura islámica comenzó a
expandirse por las islas y reinos del sudeste asiático entre los siglos XI y XV
la ciencia, la literatura y la arquitectura hindú se encontraban en su
esplendor. Los árabes tuvieron así un buen cimiento en el que asentarse.
Podemos decir que la civilización hindú fue la base del florecimiento islámico
en Malasia e Indonesia.
Fueron también los árabes quienes llevaron
la ciencia hindú a Europa a través del comercio en el Mediterráneo, y de sus
reinos en la Península Ibérica y en Sicilia.
El sistema de numeración originario de la India
es el que se utiliza actualmente en Occidente, erróneamente llamados números
arábigos ya que los árabes fueron quienes lo difundieron pero no sus
inventores. Este sistema introdujo el 0 (cero) que no existe en los sistemas de
numeración egipcio, griego y romano. El horror vacuo o miedo al vacío
(que asocia la nada a la muerte y la inexistencia), tan presente en Occidente,
impidió su incorporación durante siglos. Los árabes llamaron sifr al
símbolo hindú para la nada (shûnyata). En el 820 el matemático Mohammed al
Khwarizmi escribió un tratado completo sobre el empleo de los números hindúes
en la aritmética. En el 967 el religioso franco Gerberto de Aurillac viajó a
los reinos sarracenos de Sevilla y Córdoba –en la Península Ibérica- para
aprender matemática y astronomía, y de regresó intentó introducir en la Europa
cristiana los que llamó números arábigos. No pudo conseguir su objetivo,
ni siquiera cuando en 999 fue coronado Papa bajo el nombre de Silvestre II.
Los números romanos siguieron siendo los de
uso oficial y cotidiano en la mayor parte de Europa. Pero dos siglos después de
Gerberto, el matemático pisano Leonardo Fibonacci (1170-1240) entró en contacto
con el sistema de numeración hindú y en 1202 escribió un libro de matemáticas
en donde los utilizaba por primera vez. Lentamente los números indo-arábigos
empezaron a reemplazar a los romanos ya
que ofrecían algunas ventajas: eran más cortos (comparemos MDCCCXXXVIII con
1838) y la presencia del cero facilitaba la realización de cálculos. La palabra
árabe sifr dio lugar ala latina zepiro, y ésta a la expresión que
se usa en varias lenguas europeas (cero en español, zero en
inglés, zéro en francés, y zero en italiano, portugués y catalá).
Junto con las matemáticas, los árabes
también introdujeron conocimientos de la astronomía, medicina y nutrición de la
India en Europa. Los astrónomos Ibrahim al Fazari, Muhammad Ibrahim y Yaqub in
Tariq son un ejemplo de esto, ya que aplicaron las matemáticas hindúes a la
astronomía dejando así un legado que se continuó en la disciplina.
La expansión de la civilización hindú y el
legado que dejó en pueblos de todo el mundo es una historia fascinante y poco
conocida, pero que merece reconocimiento. Sobre todo porque esta expansión no
se dio –en la mayoría de los casos- por medio de las armas, sino a través de
contactos pacíficos que incluyeron el comercio y el intercambio de
conocimientos.
Bibliografía:
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· Asimov, Isaac; Cómo
descubrimos los números, www.librodot.com.
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· Gran Enciclopedia Universal Espasa Calpe (2005), tomo 21.
· Grandes Civilizaciones de la Historia(2008), tomos 13: China:
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Editorial Sol.
· Grimberg, Carl; (1995) Historia
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Otomano, Santiago, Lord Cochrane Sociedad Comercial y Editora Santiago Ltda
(para la Colección Biblioteca de Oro del Estudiante).
· Selva, David; (2021)
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· Sin Autor; (2023) “El Imperio Maurya: el primero en unificar el
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· Wikipedia, la enciclopedia libre,
www.wikipedia.es, artículos: “Contribuciones islámicas a la Europa medieval”,
“Cultura de la India”, “Historia de la India”, “Historia de Malasia” e “Imperio
Mogol”.
Aclaración: En este artículo utilizamos la palabra hindú para referirnos a los/as habitantes de la India y de los diferentes Estados que precedieron a la unificación. Utilizamos en cambio hinduista para quienes practican esa religión.
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