Los sueños en Freud: ¿más allá de la realización de deseos? (artículo)

   En la Antigüedad se consideraba que los sueños tenían un significado. Para Aristóteles expresaban los estados anímicos. Su discípulo Alexandro Magno llevaba un onirocrítico a las campañas militares para que interpretara sus sueños. Artemidoro de Dalcis fue el mayor intérprete de los sueños en la época del emperador romano Adriano. Esto comenzó a perderse en la Edad Media. Con el desarrollo de la Neuroanatomía y la Neurofisiología en el siglo XIX los sueños pasaron a ser vistos como simples residuos de la actividad cerebral durante el descanso.

   A fines del siglo XIX Sigmund Freud retomó la idea de que los sueños tienen un significado. Junto con los síntomas neuróticos y las “psicopatologías de la vida cotidiana” (lapsus, actos fallidos, olvidos, chistes) los sueños son las “vías regias” para el acceso al Inconciente.

   En su obra fundadora del psicoanálisis, La Interpretación de los Sueños (1899/1900),  plantea que los sueños cumplen la función de proteger el dormir mediante la expresión de la realización de deseos. Algunos deseos se realizan de manera directa y no velada en el sueño, pero en la mayoría la realización aparece disfrazada. Mediante la Elaboración Onírica o Trabajo del Sueño las Ideas Latentes (deseos inconcientes) se expresan en el Contenido Manifiesto (lo soñado), a través de tres mecanismos: 1) condensación: mediante el cuál el contenido latente queda simplificado, fragmentado o fundido en el manifiesto; 2) desplazamiento: un elemento latente es reemplazado por otro manifiesto; y 3) transformación de las ideas en imágenes visuales.

   Sin embargo, algunos sueños no parecen expresar realización de deseos. Freud cita el siguiente caso: “Recordemos el de aquella joven que vio ante sí muerto y colocado en el ataúd a su sobrino, el único hijo que quedaba a su hermana de dos que había tenido”. Pero más adelante agrega: “el análisis nos demostró que este sueño no significaba el deseo de la muerte del niño, sino que encubría el de volver a ver después de larga ausencia a una persona amada a la que en análoga situación, esto es, cuando la muerte de su otro sobrino, había podido contemplar de cerca la sujeto, también después de una prolongada separación. Este deseo, que constituye el verdadero contenido del sueño”. La idea latente de volver a ver a su amado se disfrazó mediante la Elaboración Onírica en el contenido de un velorio.

   La Primera Guerra Mundial (1914-1918), que afectó duramente a la familia de Freud, la pandemia de Gripe Española (1918-1920) y el posterior ascenso del fascismo llevaron a la reformulación de su teoría. Hasta entonces había sostenido que existían dos Pulsiones o empujes que mueven al organismo hacia un fin: la Pulsión Sexual y la de Autoconservación del Yo. En Más allá del Principio de Placer (1920) unificó estas dos en una sola pulsión: la Libido o de Vida, a la que le opuso otra: la Pulsión de Muerte, cuyo fin es anular las tensiones devolviendo la vida al estado inorgánico dirigiendo la destrucción primero hacia el interior y luego hacia el exterior. La experiencia bélica había planteado la necesidad de postular una pulsión destructiva. 

   En 1923 publicó El Yo y el Ello, obra en donde ofrece una nueva división del Aparato Psíquico en: Ello, Yo y SuperYo, en lugar de la anterior: PreConciente/Conciente e Inconciente.

   ¿Cómo afectó esto a su teoría onírica? A partir de entonces Freud postuló la existencia de los sueños traumáticos -propios del contexto-, en donde se reproducen una y otra vez los acontecimientos traumáticos que se vivieron. Estos sueños no representan realización de deseos ni parecen tener elaboración onírica, ya que son una “compulsión a la repetición” de lo que se vivió en un intento de ligar ese monto de excitación que no pudo tramitarse en el evento traumático. En otro artículo, “Complemento a la teoría onírica” (1920), presenta los  sueños punitivos o de castigo.

   Parecería que en Freud hay tres tipos de sueños: de cumplimiento de deseos, traumáticos y punitivos. Sin embargo, en su 29° Conferencia de Introducción al Psicoanálisis: Revisión de la doctrina de los sueños (1932), vuelve a sostener que todos los sueños son realizaciones de deseos. Los sueños traumáticos y de angustia serían “intentos fallidos” de esa realización que no contradicen la teoría. Los sueños punitivos también son realizaciones de deseos, pero no del Yo sino de los impulsos prohibidores y castigadores de otra instancia psíquica: el SuperYo.

   Por fuera del psicoanálisis también se ha estudiado el mundo onírico. Desde las neurociencias, una de las teorías actuales sostiene que los sueños son preparaciones para amenazas futuras. Hay psicoanalistas que rechazan esta explicación por ir en contra del pensamiento freudiano. Sin embargo, olvidan que el mismo Freud (en un artículo para una Enciclopedia de 1923) planteaba que el psicoanálisis es una terapia, una metodología de la investigación y un marco teórico, siendo el último inacabado y sujeto a la rectificación.

   La interpretación de los sueños como preparación para amenazas no tiene porqué contradecir las teorías psicoanalíticas sino que puede ser incorporada al debate y a la práctica clínica. ¿Acaso la preparación no puede considerarse una realización de deseo? ¿No presenta cierta explicación a los sueños traumáticos y de angustia? Hoy se sabe que muchos mamíferos y aves también sueñan, los pulpos tienen actividad que puede considerarse onírica y en las arañas se ha encontrado algo similar a la fase REM del sueño de los humanos: ¿qué sucede entonces con las otras especies animales que también sueñan?

   Nuevas preguntas surgirán a medida que avancen las investigaciones y reflexiones sobre el fascinante mundo de los sueños, en donde los deseos y los miedos se manifiestan más allá de su realización.


Publicado en revista cultural Cocoliche, número 155, junio de 2023. 

 

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