El día que nos expulsaron del Paraíso (cuento)

 “Quién come del fruto del conocimiento, es siempre expulsado de algún paraíso

Melanie Klein

Debemos nuestra obligación de sobrevivir no solo a nosotros sino también a este Cosmos, antiguo y vasto del cuál procedemos”.

Carl Sagan, Cosmos (1980), cap. XIII.



I


   La galaxia en la que nacimos y que nos albergó por eones ya no es un lugar seguro. Desde que los Arkhan Hell decretaron nuestra extinción, por negarnos al sometimiento y solidarizarnos con los pueblos que luchan por su libertad, hemos sido hostigados, perseguidos, nuestros mundos arrasados y a los refugiados se les niega residencia en otros planetas.

   Por este motivo, el Consejo Superior de Gobierno decidió que los sobrevivientes de nuestra diezmada especie sean evacuados a la galaxia más cercana, lejos de la opresión y el exterminio que padecemos. El Líder Supremo Zathan-a-El será el encargado de supervisar el plan de evacuación. Su nave, en la que permanecerá junto con sus colaboradores más estrechos, será la última en partir, tras asegurarse de que nadie haya quedado atrás. Ese es el espíritu comunitario de nuestra especie.

   Pero antes de que eso ocurra debo cumplir con una misión que el Consejo y el Líder Supremo me encargaron personalmente. De su éxito dependerá nuestra supervivencia.

   Milenios de guerras también diezmaron a la especie de los Arkhan Hell, los opresores de la Galaxia. Su población actual solo es del 20% de lo que llegó a ser en el momento de mayor expansión de su Imperio. Pero todavía mantienen la hegemonía por su superioridad tecnológica y porque se sirven de la mano de obra esclava de los mundos que conquistan.

    Unos siglos atrás, una flota Arkhan Hell dio con un pequeño mundo cubierto de océanos y continentes, que constituía el tercer planeta de una estrella Enana Amarilla todavía jóven. Era un lugar prometedor: la radiación de su Sol, los movimientos de marea que provocaba una cercana Luna de gran tamaño y el trabajo de la evolución habían creado una diversidad biológica nunca antes vista en la galaxia.

   Pero de todas las especies, hubo una que llamó su atención. Se trataba de mamíferos sexuados capaces de sostenerse sobre sus patas traseras, dejando libres las extremidades anteriores para la manipulación de objetos. Incluso contaban con dedos y pulgares oponibles, ¡toda una obra de ingeniería de la selección natural! Pero lo más sorprendente era su capacidad para aprender nuevas habilidades.

   Los científicos Arkhan Hell modificaron genéticamente a esta especie para adaptarla a sus necesidades de mano de obra. Su cerebro fue estimulado en las áreas de aprendizaje y plasticidad, pero cuidaron que las destinadas al razonamiento y a la toma de decisiones permanecieran en sus estadíos más simples. En definitiva: esclavos flexibles e inteligentes, pero obedientes y sumisos.

   Rápidamente este planeta se convirtió en la base de operaciones más importante de su Imperio. Sus esclavos producían armas, naves y recursos con los que hostigaban a nuestra especie. Mientras los esclavos sigan produciendo mi pueblo seguirá en peligro. No importa que huyamos a otra galaxia.

   Por eso hoy soltaré una plaga sobre el tercer planeta. No nos mueve el odio ni los deseos de venganza. Es simplemente una acción de supervivencia.

   Ya me encuentro ingresando a la atmósfera.

 

II

    El Líder Supremo Zathan-a-El me recibió en su despacho. A su lado se ubicaban sus colaboradores de confianza. Aparte de la tripulación y demás personal de la nave, éramos los últimos representantes de nuestra antigua y malhadada especie en la galaxia. La población restante había sido evacuada y estaban camino a un nuevo hogar.

   - Mi apreciado amigo, esta mesa lo recibe con el máximo respeto y admiración -comenzó diciendo el Líder Supremo-. Nos urge escuchar, en sus propias palabras, los detalles de la exitosa misión que acaba de concretar.

   Tras agradecer el reconocimiento que me acababan de dispensar, comencé con el relato:

   - Atravesar la atmósfera fue tarea sencilla. Lo más difícil fue volar fuera del radar para no ser detectado por las naves de seguridad Arkhan Hell. Pero el pequeño tamaño del vehículo y mi experiencia como piloto obraron a mi favor.

   “Sin perder tiempo, me dirigí al lugar donde se crían los esclavos y aterricé en el bosque cercano. Sabía, por la rigurosa investigación de nuestros científicos y del Personal de Inteligencia, que los Arkhan Hell se ocupan de su manutención, pero que igualmente los esclavos y sobre todo los más jóvenes, se adentran en el bosque para recolectar los frutos de los árboles. Hay uno especialmente apetecible por su dulce aroma y su consistencia tierna.

   “Coloqué varias cargas cerca de las raíces de los árboles más grandes y huí antes de que liberaran el retrovirus. La naturaleza hará el resto de manera silenciosa. El virus reescribirá el material genético de los árboles y los esclavos lo ingerirán a través de sus frutos.

   “Los Arkhan Hell no lo notarán hasta unas generaciones después. El nuevo material genético incorporado en los esclavos les hará desarrollar la parte superior del cerebro. A medida que su entendimiento crezca comenzarán a cuestionar la esclavitud y la opresión. Calculamos que dentro de 100 vueltas alrededor del sol de su mundo estallará la primera revuelta de esclavos. En los siglos posteriores derrocarán a los Arkhan Hell, a quienes superan 10 mil a 1 en número de habitantes, y los expulsarán del planeta.

   “No más mano de obra esclava para construir armas de opresión. Sin ellas los otros pueblos sometidos se levantaran y el Imperio habrá caído. Ahora serán ellos quienes se enfrenten a la extinción.

   El Líder Supremo, tras escuchar mi relato, tomó la palabra para hacerme una pregunta:

   - ¿Cómo piensas que nos recordarán los habitantes del tercer planeta en sus cuentos y leyendas? ¿Seremos los libertadores o quiénes les echamos una maldición?

   No sabía cómo responder a esa cuestión. Tampoco me esperaba una pregunta así:

   - Nosotros le dimos la libertad para decidir -respondí-, eso es algo valioso en la galaxia. Pero al rebelarse también perderán la protección y la manutención que tenían por parte de sus opresores. Ahora estarán condenados a vivir del sudor de su frente. Para ser libres hay que aceptar ser expulsados del Paraíso.

   -Si esa especie es tan inteligente como creemos -tomó la palabra uno de los colaboradores-, luego de recuperar su planeta comenzarán una evolución que los llevará hasta desarrollar naves espaciales. Quizá para entonces nuestra especie haya podido regresar del exilio y nos encontraremos con sus descendientes. En ese momento todas las dudas serán despejadas.

   -Hasta que eso suceda -intervino el Líder Supremo-, procuraremos sobrevivir y difundir nuestro legado.

   A continuación, Zathan-a-El se puso de pie e inclinó su cabeza para que pudiera cruzar mi cornamenta con la suya. Es el máximo símbolo de respeto y reconocimiento que se puede dar a un miembro de nuestra especie.

   - Belial: por tu misión nuestra especie vivirá y otra especie será libre -dijo.

   Los demás miembros de la mesa repitieron el gesto: Azazel, Bapho-Net, Baal Z´bul y Astarot.

 

III

   La nave ya había abandonado la galaxia y partíamos al exilio. Pero antes dejamos un importante legado: el libre albedrío y el derecho a decidir el propio destino. Por eso los Arkhan Hell desean nuestra extinción. Por eso la especie de los Daemónicus debe sobrevivir.

 

Buenos Aires, 11 de abril de 2023.


Publicado en El Narratorio Digital, N° 87, mayo de 2023.

Comentarios

  1. Creo que la palabra que mejor describe tu relato es trepidante. Espero que tenga una continuación.

    Saludos,
    J.

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