El Juicio de los dioses (cuento)


    Cuando maté a ese hombre y oculté su cuerpo en la arena del desierto, solo un perro fue testigo de mi crimen. No le di importancia al asunto. Pensé que una bestia privada de palabra y entendimiento no podría traerme ningún problema. Me limité a ahuyentarlo y enterrar el cadáver lo más profundo posible para que no pudiera cavar hasta él.

   Unos días después, observé una muchedumbre en la calle y me acerqué a ver lo que ocurría. Pregunté a un transeúnte y este me respondió:

   - Encontraron muerto al comerciante desaparecido. Parece que un perro condujo a unos caminantes hasta el lugar. Cavaba y ladraba con tanta intensidad y nerviosismo, que los hombres lo ayudaron hasta dar con el cadáver.

   En ese momento una carreta transportaba al hombre muerto. La arena caliente había deshidratado la piel y las carnes comenzando con un proceso de momificación natural. Pero todavía eran visibles las puñaladas que le propiné por todo el cuerpo. Inquieto, me retiré del lugar.

   Estaba seguro que no había dejado ninguna evidencia que me conectara con el crimen, pero aun así me embargaba el temor.

   El perro que fue testigo y delator de mi crimen fue adoptado por un carpintero de la aldea. De haberlo sabido no hubiera pasado frente a su taller aquella tarde. Apenas me vio, el animal se arrojó con furia contra mi persona. Tuvieron que intervenir unos guardias para rescatarme porque el carpintero no podía contenerlo.

   Salí de la situación con heridas menores, pero desde entonces los vecinos comenzaron a mirarme con desconfianza. El perro era manso y no atacaba a nadie, excepto a mí.

   Cuando el hecho se repitió en un evento público al que asistía toda la aldea y el perro fue en compañía de su amo, la noticia llegó a oídos del Consejo de Ancianos. Fui citado a comparecer y el Anciano Líder dictó la acusación:

   - A mi lado está el perro que encontró el cadáver apuñalado del comerciante. Como puedes ver, está atado y con bozal porque arde de deseos de atacarte. Según su amo y los vecinos, el perro no ha atacado a nadie más en esta aldea. Este Consejo ha reflexionado sobre el asunto y creemos que hay una relación entre ambos hechos.

   - ¿Basan su acusación en la conducta de una bestia incapaz de razonar? - pregunté-. Un perro no puede ser testigo de un crimen. Si esa es toda la evidencia con la que cuentan, exijo que se me permita retirarme.

   - Tenemos un testigo más -dijo el Anciano Líder.

   A continuación entró la esposa de la víctima.

   - Este hombre le debía dinero a mi marido -comenzó diciendo-, y él iba a reclamar su pago ante este Consejo. Unos días antes de su asesinato, escuché al acusado decirle: “si me vuelves a amenazar con denunciarme ante los Ancianos, terminarás durmiendo en la arena del desierto”.

  - Esto es una infamia – grité-. Esa deuda había sido saldada. Seguramente su esposo iba a gastar el dinero en bebida y prostitutas cuando fue víctima de los bandidos del desierto. Exijo una satisfacción por esta acusación injusta.

    - Yo exijo una satisfacción por tratarme de mentirosa y mancillar el honor de mi esposo- reclamó la viuda.

   El Anciano Líder tomó la palabra para resolver el asunto:

   -Serán sometidos al Juicio de los Dioses. Dado que fue el perro quién nos guió hasta el cadáver, será a través de su ser por quién hablen los dioses.

   La viuda y yo fuimos sentados en unos bancos separados por unos metros, uno mirando al otro. Dos guardias llevaron al perro al medio y le quitaron el bozal. A la orden del Anciano lo liberaron. La bestia miró a la viuda y luego se arrojó sobre mí.

   Su velocidad y precisión me impidió defenderme. Me derribó del asiento, puso sus garras en mi pecho y me mordió con fuerza en el cuello. Comencé a gritar:

   - Confieso el crimen, pero quítenme esta bestia de encima.

   Los guardias sacaron al perro, pero no antes de que algo se rompiera y crujiera en mi garganta. Lo último que ví y escuché, previo a perder la consciencia, fue al Anciano Líder inclinándose ante mí:

   - El Juicio de los Dioses ha concluido y la sentencia ya fue ejecutada.

   A continuación me hundí en la oscuridad del vacío perpetuo.


Buenos Aires, 29 de enero de 2023.


Publicado en El Narratorio Digital, N° 85, marzo de 2023.

Comentarios

  1. Nada como una buena ordalía para confesar hasta lo que no hemos hecho.

    Saludos,
    J.

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