Cuando el imitador nos acecha (artículo)

   Leopoldo Fregoli (1867-1936) es hoy una figura poco conocida para quienes son ajenos al mundo de la actuación. Nacido en Roma, ejerció como prestidigitador, fotógrafo y relojero antes de dedicarse a la actuación, profesión en la que se inició mientras realizaba el servicio militar. Fregoli fue un antecesor de los transformistas e imitadores actuales. En sus actuaciones solía cambiar de vestuario y de maquillaje en cuestión de segundos, además de imitar cientos de voces. Fue uno de los pioneros del cine, trabajando en el film Fregoli e signora in ristorante (1898). Pero en esta nota no vamos a hablar de este genial artista sino de la patología que lleva su nombre.

   En la década de 1920 los psiquiatras franceses Paul Courbon y Gabriel Fail atendieron a una empleada doméstica de 27 años, aficionada al teatro, que creía que dos actrices famosas de la época, Robine y Sarah Bernhardt, se disfrazaban de personas que ella conocía para influir de forma negativa en sus pensamientos y conductas impidiéndole trabajar y obligándola a masturbarse compulsivamente. Cuando en 1927 publicaron su caso, denominaron a esta condición Síndrome de Fregoli, en homenaje al famoso imitador y transformista.

   Desde entonces se han documentado casos similares en todo el mundo y en todas las edades. Aunque se ha identificado en individuos de ambos sexos, parecería ser más común en mujeres. No es casualidad que el primer caso documentado fuera en una mujer joven. Pero todavía es muy poco lo que se sabe y queda mucho por investigar. También es posible que muchos casos se confundan con otras patologías como la esquizofrenia o la paranoia, o con síntomas de demencias tipo Alzheimer o Parkinson.

   Hoy se considera al Síndrome de Fregoli como “un delirio monotemático” o como “identificación errónea delirante” (DMS, por sus siglas en inglés) en donde el afectado cree que una o varias de las personas conocidas han sido reemplazadas por alguien que se disfraza o tiene poderes para cambiar de forma a fin de perseguirle, dañarle o perjudicarle de alguna manera. Si bien se lo asocia a psicosis como la paranoia o las diversas formas de esquizofrenia, en algunos casos se observan déficit sensoriales como la prosopagnosia (incapacidad para reconocer rostros), problemas de audición, falta de olfato o alteraciones en la vista. Las personas que lo padecen a menudo presentan déficit cognitivos en lo que tiene que ver con las funciones ejecutivas superiores (pensamiento, raciocinio), la memoria visual o selectiva, la flexibilidad mental y la auto-consciencia.

   Las personas con Síndrome de Fregoli y con DMS suelen también recordar erróneamente lugares, objetos o acontecimientos, debido a que sus “nodos asociativos” (el vincular información con rostros de personas) se encuentran afectados.

   Dado la poca cantidad de casos registrados, aún no hay suficientes investigaciones en torno a sus causas. La psicosis con delirios persecutorios puede ser la causa más frecuente. El 4% de las personas con Psicosis lo padecerían. Diversas enfermedades neurológicas como las demencias y la epilepsia, así como lesiones en la corteza cerebral (regiones temporo-parietal y giro fusiforme) también podrían ser una posible causa. Recordemos que se ha asociado a déficit sensoriales y de las funciones cognitivas. La levodopa, un fármaco para el tratamiento de la Demencia tipo Parkinson, puede causar alucinaciones similares, lo que abona a las anteriores teorías.

   Existe otra patología llamada Síndrome de Capgras, mucho más conocida y documentada, en donde la persona afectada cree que alguien cercano ha sido reemplazado por un doble que puede no ser humano (un demonio, extraterrestres). En este caso se trata de una sola persona que ha sido reemplazada, mientras en el Síndrome de Fregoli se cree que una misma persona sustituye a varias de las que frecuenta habitualmente. Pero ambas tienen en común que se le atribuye malas intenciones al usurpador.

   Dado que se sabe muy poco, los tratamientos que se aplican han sido controvertidos debido a su carácter experimental. La combinación de psicofármacos anti-convulsivantes (para la epilepsia), anti-psicóticos y anti-depresivos junto con psicoterapia parecerían mejorar el pronóstico. También es necesario tratar las otras patologías que pueden estar asociadas y ser la causa. Pero todavía hay mucho por investigar.

   Una patología curiosa y poco conocida que nos recuerda la complejidad de la mente humana y la importancia que le atribuimos a los vínculos sociales que conformamos.

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