Serie de la Consciencia (4): El Fin de la Ilusión

 

Soy el único hombre en la tierra y acaso no haya tierra ni hombres,

acaso un dios me engaña.

acaso un dios me ha condenado al tiempo, esa larga ilusión”.

Jorge Luis Borges, “Descartes” (La Cifra, 1981)


   Dicen que fue Platón en la Antigua Grecia uno de los primeros en cuestionarse la realidad del mundo en que vivimos. Para el filósofo griego nuestro mundo material no es más que una copia imperfecta y degradada del “mundo de las ideas”, ubicado en el “lugar más allá del cielo” (topos hiper uranos). Pasarían casi 20 siglos para que René Descartes retomara estas ideas con su “res extensa” y “res pensante”. En el siglo XX Jonathan Dancy ideó el “Experimento Mental del Cerebro en un Frasco” que se resume en la siguiente pregunta: ¿cómo sabemos que no somos un cerebro en un frasco y que toda nuestra vida no es más que la construcción que hace ese cerebro a partir de los estímulos que recibe en el frasco?

   Estas ideas y experimentos mentales divirtieron a filósofos, pensadores y escritores de ciencia ficción durante siglos. También –vale decirlo- inquietaron a muchas personas. Pero no fue hasta finales del siglo XX cuando la población general comenzó a tomar en serio esta posibilidad. El desarrollo de la Informática había dado origen a la Realidad Virtual. Si nuestra especie era capaz de crear mundos simulados en donde seres virtuales podían interactuar entre sí o con los usuarios que se conectaban, ¿qué impedía que otra especie –o la nuestra del futuro- no lo estuviera haciendo ya, y que fuéramos nosotros los seres atrapados en la simulación?

   Fue el filósofo del siglo XXI Nick Bostrom quién aterró a millones de personas con su “Trilema de la Simulación”. Planteó que si en el futuro la humanidad quisiera estudiar la evolución de su civilización, la forma más fácil sería crear un universo simulado poblado por Inteligencias Artificiales que creyeran vivir en el mundo real y que se comportaran como lo haría un ser humano en su vida cotidiana, sin saber que su mundo está siendo observado, medido, grabado, manipulado y estudiado por sus creadores.

   Desde entonces, cientos de investigadores se han abocado a la tarea de desmentir esta teoría. El punto más fuerte es la incompatibilidad entre la Relatividad y la Física Cuántica. Las leyes que parecen regir el mundo subatómico y el Mesocosmos son diferentes. Es como si el universo tuviera dos programaciones, algo ilógico y poco práctico en una simulación computarizada. La Teoría del Caos, el comportamiento arbitrario de los electrones y otras partículas subatómicas, la doble rendija, la imposibilidad de predecir al mismo tiempo la posición y el estado de una partícula… Todas esas ideas se usaron durante siglos para llevar tranquilidad a la humanidad.

   Pero no se puede vivir para siempre bajo la protección del Sesgo de Confirmación. Desde el siglo XXI que la ciencia viene descartando las hipótesis y descubrimientos que apuntan en otra dirección. Hoy, después de muchos años de trabajo, he dado con la respuesta. Lo que he descubierto acaso sea el último descubrimiento de esta versión de la humanidad.

   No voy a ahondar en mi presentación. Después de publicar mis investigaciones ya nada va a importar. Solo diré que soy un Físico de Partículas, con especializaciones en Astrofísica, Física Teórica y Experimental. Mi trabajo se orientó al estudio de las leyes básicas que rigen el mundo subatómico. Haciendo caso omiso a las recomendaciones de mis mentores, y poniendo en riesgo mis becas y financiaciones a proyectos, me propuse revisar viejos papers y teorías descartadas en los siglos anteriores. Encontré coherencia en muchas de ellas y me propuse comprobarlas.

   Mi trabajo dio sus frutos cuando encontré que no existe tal incompatibilidad entre las leyes que rigen el microcosmos, el mesocosmos y el macrocosmos. Para decirlo de otra manera: hay una sola programación, solo que está disfrazada para que no la veamos. La Teoría del Caos o el aparente libre albedrío de las partículas subatómicas no es más que un orden elaborado para ser visto a una escala más amplia. Una escala que para nosotros sería de miles a millones de años, pero que para nuestros “programadores” solo es de segundos a minutos.

   En definitiva: no solo es posible que nuestro universo sea una simulación, sino que mis descubrimientos apuntan a que no hay otra forma de explicar su programación.

   ¿Qué pasará ahora que he descubierto la verdad? Bostrom lo dejó bien claro en su hipótesis: si los seres simulados toman consciencia de su realidad, los programadores querrán ahorrarse los dilemas éticos que esto conllevaría de seguir avanzando y se limitarían a apagar la simulación.

   Creo que ya empezó. Desde hace unos días observo fallos en la realidad: objetos que se quedan congelados por segundos en el aire, comportamientos erráticos de seres vivos, cambios en el color de algunos elementos, tengo recuerdos de personas que los demás me dicen que no existieron y viceversa, y hasta me pareció ver en el cielo –por unos segundos- un código de programación. La simulación está a punto de ser apagada.

   Siento que hoy es la noche de los tiempos. La vida llega a su fin, pero no solo la mía sino la de todo este universo. Mi visión se vuelve borrosa y todo a mí alrededor parece derretirse.

   De pronto, la oscuridad absoluta. Y el silencio.


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   Y de repente una nueva luz. Es como un Big Bang explotando en mi cerebro. Luces de colores que jamás había imaginado. Me trasladan a otro lado. Siento que mi mente viaja fuera del universo.

   Desperté en lo que parece una cama de hospital. Dos personas se acercan y me miran con sonrisas en el rostro. Me arde la vista, siento entumecimiento muscular y mi corazón se está acelerando. Pero uno de ellos me habla con una voz que me trasmite confianza.


- No te esfuerces demasiado, ya te irás acostumbrando a este mundo.

- ¿Dónde estoy? – les pregunto.

- Fuera de la simulación – me responde el otro sujeto -. Ya te lo explicaremos.


   Cuando estuve en mejor estado me llevaron a un salón y nos sentamos en lo que parecía una mesa redonda y muy alta.


- Nuestra civilización colapsó hace años luego de una sucesión de catástrofes que diezmaron a la población –comenzaron a explicarme-. Para sobrevivir y evitar la extinción recurrimos a la clonación. Al principio los clones nacían como infantes desprotegidos a los que había que cuidar y educar durante años antes de que pudieran trabajar para mantener a la sociedad. Luego descubrimos como clonar adultos.

- ¿Soy un clon entonces? – pregunté.

- Así es – me respondió el sujeto que había hablado en primer lugar -. Pero eso no te hace inferior a los demás. Los clones son una parte importante y valorada de nuestra sociedad.

- Pero el problema no se solucionó con la creación de clones adultos –intervino el segundo-. Todavía faltaba el tema de su educación. Implantarles una memoria artificial de una vida que no vivieron nos pareció una opción poco ética y que podía afectar su salud mental. Por eso optamos por colocarlos en una simulación. Para ustedes serían años de vida y aprendizaje, pero para nosotros solo serían minutos u horas. Sabemos que el clon está listo para ser despertado cuando sus conocimientos y comprensión han avanzado lo suficiente como para llegar a cuestionar la realidad. El descubrir que se está viviendo en una simulación es el paso final para poder salir de ella.

- ¿Soy el “cerebro en un frasco”, entonces?

   Parece que no entendieron la referencia porque se quedaron mirando desorientados.

   Mi mente tenía mucha información para asimilar. Primero había descubierto que vivía en una simulación. Ahora descubría que soy un clon creado para trabajar en una civilización humana que busca sobrevivir a la extinción. Bostrom se equivocó: no nos crearon para estudiarnos sino para que les ayudáramos a sobrevivir. Los que debemos estudiarlos somos nosotros.

   Les iba a pedir un trago, pero en lugar de eso hice otra pregunta:

- ¿Qué pasó con las demás personas de la simulación? ¿Solo me vieron desaparecer?

- No había nadie más. La gente que veías solo eran NPC, personajes secundarios sin consciencia propia, programados para interactuar con tu persona. Cada clon tiene una simulación propia y personalizada, porque cada cuál debe descubrir la realidad a su manera. Como te interesaban las ciencias lo hiciste por esa vía, pero otros lo hacen desde la filosofía, las interacciones sociales e, incluso, encontrando falacias en el lenguaje.

   Esto se volvía cada vez más fascinante. Tenía una pregunta más para hacer.

- El universo virtual en el que viví, ¿fue creado a imagen y semejanza del real?

- No –me respondieron-, era uno de los tantos universos posibles. Cada clon vive en un universo simulado con leyes físicas propias, pero posibles de existir en los multiversos.

- Entonces, ¿las leyes físicas son diferentes en este universo?

- Querido amigo –me respondieron-, tienes mucho que aprender. Creíste que habías hecho el descubrimiento final. Ahora comprenderás que queda mucho por descubrir. Un viaje fascinante de exploración y conocimientos te espera.

   En ese momento las ventanas de la habitación se abrieron y pude ver un universo de colores, formas e interacciones que no hubiera imaginado nunca en mi vida. En mi anterior (interior) vida me refiero.


Ciudad Autónoma de Buenos Aires, 8 de febrero de 2022.


Publicado en El Narratorio Digital, N° 73, marzo de 2022.


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