Los Sucesores de Ludovico Pio (artículo)


   En el año 771 Carlos había sido consagrado como Rey de los Francos e inmediatamente comenzó una campaña que le permitió extender sus dominios. Después de conquistar Roma en el 800 se proclamó Emperador en una ceremonia en donde el Papa le colocó la Corona. Con el apoyo de la Iglesia Católica inició una campaña que proclamaba la restauración del Imperio Romano. Por ese entonces comenzó a ser llamado Carlomagno. En el año 806 dividió el Imperio entre sus hijos: Carlos –su favorito-, Pipino y Ludovico. Sin embargo las repentinas muertes de Pipino en 810 y Carlos en 811, hicieron que Ludovico pasara a ser su único heredero. En el verano del 813 lo asoció al trono y el 10 de septiembre de ese año le hizo entrega de la Corona ante los obispos y nobles del Imperio. Carlomagno murió en enero del 814 y con su muerte comenzaba el proceso de disolución del Imperio Carolingio.

   A diferencia de su padre, Ludovico había llevado una vida segura, lejos de las agitaciones de la guerra civil y las rivalidades del reino. Por ello se había dedicado a la vida religiosa, por lo que era conocido en alemán (los francos eran un pueblo germánico) como Ludwig der Fromme (Luis el Piadoso) y en francés como Louis le Débonnaire (Luis el Bueno). Se dice que intentó ser sacerdote, pero su padre se lo impidió. Entre el pueblo gozaba de gran popularidad porque en una oportunidad había pagado de su bolsillo los impuestos de toda la población.

   Sin embargo este carácter bonachón contrastaba con algunas medidas tomadas durante su gobierno para evitar que sus familiares le disputaran el poder. A sus hermanas las hizo rapar e internar en un convento para que no contrajeran matrimonio y sus maridos le disputaran el trono. A su sobrino Bernardo, que había reclamado el territorio de Italia que su abuelo Carlomagno le había concedido a su padre Pipino, lo hizo detener y arrancar los ojos. El joven murió en la operación. Las represalias también cayeron sobre sus hermanos, acusados de conspiración. Llegó a tanto su celo por extirpar el paganismo, que prohibió cantar e incluso leer los antiguos cantos germánicos que el mismo aprendió durante su niñez. Su padre había hecho recopilar durante años canciones de las gestas germánicas que fueron guardadas en Bibliotecas. Ludovico las mandó a quemar sin contemplaciones. En lugar de los sabios y eruditos que Carlomagno se rodeó, en la corte de su devoto hijo solo había espíritus mezquinos.

   Ludovico había contraído matrimonio a los 20 años con Irmingard, con quién tuvo tres hijos varones: Lotario, Pipino y Luis. Siguiendo la vieja tradición franca dividió el Imperio entre sus tres hijos. Pero a diferencia de lo que había hecho su padre Carlomagno, no realizó una división en reinos separados e independientes, sino que cada uno debía subordinarse a un emperador. En una reunión de la nobleza realizada en el 817 proclamó Emperador a su hijo Lotario, a Pipino rey de Aquitania, y a Luis rey de Baviera. Esta división pareció conformar a todos los sucesores. Lotario gobernó junto a su padre en Roma y en 823 el papa Pascual I lo ungió sucesor.

   Pero en el 818 murió la reina Irmingard. El emperador pensó en dejar la Corona y recluirse en un Convento como había soñado en su juventud, pero los nobles se lo impidieron. A los cuatro meses volvió a contraer matrimonio con la princesa bávara Judith. El año de la unción de Lotario tuvo con ella un hijo al que llamó Carlos (más tarde llamado “el Calvo”), como su padre y hermano fallecidos. Las presiones de su esposa para que el hijo menor también heredara una parte del reino llevaron a que en 829 convocara a una nueva reunión de nobles para crear un nuevo reino para Carlos. Esto fue el comienzo de la crisis.

   El coemperador Lotario recibió horrorizado esta nueva división, que le quitaba el control directo de otra parte del reino. La nobleza vio en este conflicto la posibilidad de aumentar su poder frente ante la crisis de la autoridad central e instaron a Lotario a oponerse a su padre. En el año 830 Lotario se unió a sus hermanos Pipino y Luis, junto con algunos nobles, y se rebelaron contra el emperador.

   Las primeras batallas fueron exitosas para los hermanos, logrando capturar al emperador Ludovico, a su esposa y al pequeño Carlos que fueron hechos prisioneros en conventos separados. Esperaban que la piedad del emperador lo llevara a abandonar el poder y volverse Monje como había querido hacer en dos oportunidades. Si esto sucedía, volvería a regir el acuerdo del 817.

   Pero Ludovico no se prestó a esto. Aún tenía apoyo popular y la lealtad que muchos guerreros le habían jurado a su padre Carlomagno. También tenía a la Iglesia de su lado. Este apoyo fue fundamental para librarse de su prisión en el monasterio y convocar a una reunión de nobles en Austrasia. En Nimega (actual sur de Holanda) confirmó el acuerdo por el cual Carlos iba a tener su reino propio y reestablecía a Judith en la posición de Emperatriz.

   Había tenido una victoria sobre sus hijos rebeldes y era el momento para intentar cerrar el conflicto. Sin embargo en el año 833 tomaría una medida desafortunada. Enojado con su hijo Pipino, le quitó el gobierno de Aquitania y se lo entregó a Carlos. Los hermanos se levantarían nuevamente en rebelión y esta vez la Iglesia se negó a apoyar esta medida intransigente. El clero pensaba que esto llevaría al desmembramiento del Imperio y al fin del cristianismo occidental, que era hostigado desde el oeste por los reinos musulmanes y desde el este por el Imperio Bizantino.

   Lotario, que aún gobernaba en Italia, trató de aprovechar esta reprobación clerical para convencer al nuevo papa, Gregorio IV, de que instase a su padre a abdicar en su favor. El Papa, que había hecho todo lo posible para mediar entre el padre y los hijos, no quiso llegar tan lejos, pero también temía las consecuencias que traería el hecho de que Lotario enviara sus tropas en auxilio de sus hermanos Pipino y Luis. A desgano, el Papa marchó con el Ejército de Lotario y en Alsacia (actual Francia) se encontró frente a las tropas de Ludovico.

   Los hombres del Emperador se horrorizaron al ver que entre sus enemigos estaba el mismo Papa. Su agresión les traería la condenación eterna, así que se negaron a combatir. El lugar donde no se libró la batalla fue llamado desde entonces “el Campo de las Mentiras”.

   Por segunda vez en tres años, Ludovico quedó cautivo de sus hijos mayores. Estos quisieron evitar que se repitiera la experiencia anterior y lo recluyeron en Soissons, donde lo acusaron de varios delitos contra la fe cristiana. Declarado culpable, fue obligado a renunciar al trono y arrodillarse ante el altar para “reconocer en presencia de todos que había cumplido indignamente su alta función”. Se lo instó a tomar los hábitos, cosa que se negó porque así no podría recuperar la corona.

   Los hijos se repartieron el poder respetando el acuerdo del 817. Pero lo que los había unido contra su padre, ahora los separaría en el ejercicio del poder. Pipino y Luis, que habían combatido como iguales junto a Lotario, ahora debían inclinarse como súbditos.

   El carácter intransigente y autoritario de Lotario llevó al estallido de una nueva Guerra Civil, y la Iglesia está vez decidió posicionarse del lado de Ludovico, a quién veían como garante de la cristiandad. Absuelto de los crímenes que se le acusaban, volvió a ser coronado Emperador por un grupo de obispos. Luis y Pipino se unieron a él contra su hermano mayor. En 834 el Imperio estaba nuevamente en orden.

   En el 838, Pipino murió, y Ludovico vio que podía resolver la situación dándole a Carlos el reino de Aquisgrán que le había tocado al fallecido en el acuerdo del 817. Los territorios de Luis y Lotario no serían tocados. Este último aceptó con renuencia, ya que no había nada que pudiera hacer.

   Ludovico Pio falleció en 840, tras 26 años de reinado. Cuando murió, el Imperio estaba intacto, pero a punto de derrumbarse y el título imperial desprestigiado. Lotario I asumió como Emperador en Aquisgrán y los dos hermanos menores asumieron en sus respectivos territorios.

   Pero Lotario todavía pensaba que, como emperador, era el gobernante supremo al que sus hermanos debían subordinarse. Esto fue ocasión para una nueva guerra civil. Luis y Carlos “el Calvo” olvidaron su antiguo rencilla para unirse contra su hermano mayor. El 25 de junio de 841, a poco de cumplirse un año de la muerte de su padre, se produjo la batalla de Fontenoy, a unos 100 kilómetros al sudeste de París, que terminó en derrota para Lotario y en la muerte de 100 mil combatientes de ambos bandos. Pero Lotario todavía tenía un arma secreta: utilizó a los sajones contra Luis y a los normandos contra Carlos.

   Lotario era apoyado por el clero, que veía en su victoria la última oportunidad de mantener la unidad imperial, algo que el curso de los acontecimientos desmentiría. La mejor prueba de esto es que las partes occidental y oriental del Imperio se habían alejado tanto que ya constituían unidades culturales distintas. El juramento de lealtad de los soldados de Luis debía hacerse en un primitivo alemán, mientras que el de los soldados de Carlos estaba hecho en una forma primitiva del francés. Las tropas de ambos hermanos eran incapaces de entenderse.

   El Juramento de Estraburgo (842), como fue conocido, pronunciaba en ambas lenguas que: “Por el amor de Dios y por la común salvación del pueblo cristiano y la nuestra, a partir de este día, mientras Dios me dé saber y poder, defenderé a mi hermano Luis/Carlos, aquí presente, asistiéndolo y ayudándolo en todo, como debe hacerse con un hermano, a condición de que él me corresponda de la misma manera; y no pactaré con Lotario ningún acuerdo que redundé en detrimento de mi hermano Carlos/Luis, aquí presente”.

   Luego, ambas naciones prestaban el siguiente sacramentun en sus idiomas correspondientes: “si Luis/Carlos observa el juramento que ha hecho a su hermano Luis/Carlos, pero Carlos/Luis, mi señor, rompe lo que le ha jurado, no logrando yo ni nadie disuadirlo, no le prestaré ninguna ayuda contra Luis/Carlos”.

   En el 843 Lotario se vio obligado a ceder. Representantes de los tres hermanos se reunieron en Verdún y firmaron un Tratado que sería el germen de la Europa moderna. Los hermanos menores extendían sus dominios a costa del mayor. Luis (a partir de ahora llamado “el Germánico”) gobernaría Baviera y los territorios de lengua alemana entre el Rin y el Elba (aproximadamente las actuales Alemania y Austria), y Carlos (llamado “Carlos II, el Calvo”) gobernaría el actual territorio francés y la Marca Hispánica. El título de Emperador que se le concedió a Lotario era meramente formal y solo abarcaba el territorio de Italia (excepto el sur que estaba en manos árabes) y los valles de los ríos Rodano, Saona, Mosa y Rin (llamados Lotaringia, hoy Lorena).

   El Tratado de Verdún separaba para siempre las zonas germánicas y románicas de Europa, y se delineaban los futuros Estados. Para los habitantes del Imperio Carolingio de esa época, esto debía constituir una verdadera tragedia, ya que los francos perdieron el poder que tuvieron en su momento y solo el Papa quedaba como jefe de la cristiandad. El reino de Lotario fue incapaz de resistir a las invasiones vikingas y árabes. Luis el Germánico por su parte pudo hacer frente a las migraciones eslavas.

   Carlos II impondría el sistema de numeración real de la Monarquía francesa, siendo el II porque su abuelo Carlomagno fue el I con ese nombre. Sin embargo sería otra la medida más importante se tomaría bajo su gobierno: el establecimiento de la obligatoriedad del juramente de fidelidad a los vasallos, dando entidad legal al sistema feudal que comenzaba a imponerse en toda Europa.


Bibliografía:

  • Asimov, Isaac; (2001) La Alta Edad Media, Madrid, Alianza.

  • Bianchi, Susana; (2009) Historia social del mundo occidental: del feudalismo a la sociedad contemporánea, Bernal, Editorial de la Universidad Nacional de Quilmes.

  • Grimberg, Carl; (1995) Historia Universal, tomo 15, Lord Cochrane, Sociedad Comercial y Editora Santiago Ltda (para la Colección Biblioteca de Oro del Estudiante).

  • Montanelli, Indro y Gervaso, Roberto; (2002) Historia de la Edad Media, Barcelona, Mondadori.

  • Price, Roger; (2016) Historia de Francia, Madrid, Akal.

  • Romero, José Luis; (1987) La Edad Media, México, Fondo de Cultura Económica.


Una versión resumida del artículo se había publicado previamente en Boletín de la Revista de Historia, www.revistadehistoria.es, 5 de diciembre de 2018. Una versión completa se publicó posteriormente en el periódico La Quinta Pata, www.la5pata.net, del 12 de julio de 2020.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Construyendo puentes y tejiendo redes para la Inclusión Educativa

Experiencias, Modelos de Discapacidad y Diagnósticos en las Infancias

Sobre la necesidad de denunciar prácticas que atentan contra el derecho a la educación