Trilogía "Matar al tirano" (3): Ardarutiun (capítulos IV al VI)


 

IV

   Lo primero que sintió Soghomón al abrir los ojos fue un olor penetrante y pestilente. Era el olor de la muerte, que no podría sacarse de encima nunca más. Cuando miró a su alrededor, vio los cadáveres de los miembros de su familia baleados, acuchillados y mutilados. Junto a ellos, miles de cuerpos se amontonaban abandonados en el desierto. Los gendarmes se habían ido dando a todos por muertos. Pensó que no debía ser el único sobreviviente, pero no halló a nadie más con vida.

   La cabeza le dolía en el lugar del golpe, y sentía hambre y sed. No podía saber en ese momento que había pasado casi dos días abandonado entre los cadáveres de sus familiares y vecinos. También notó que tenía una herida punzante en el hombro y otra en la rodilla.

   Adolorido. caminó durante horas buscando un lugar donde refugiarse hasta divisar una vivienda rural. Golpeó insistentemente la puerta y fue atendido por una amable anciana kurda que lo invitó a pasar. Le dijo que podía quedarse hasta que se recuperara de sus heridas, pero que luego debería partir porque el Gobierno turco castigaba a los kurdos que ayudaran a los armenios.

   Unos días después pasó una caravana kurda que se dirigía rumbo a Persia. La anciana vistió a Soghomón con ropas kurdas y lo envió con ellos. Antes de partir, abrazó a la anciana y le agradeció por haberlo salvado a costa de arriesgar su propia vida. Ese gesto nunca se borraría de su memoria.

   Permaneció alrededor de dos meses con la caravana kurda, hasta que encontró a dos armenios sobrevivientes de las deportaciones y decidieron continuar por su cuenta hasta Persia. No era seguro permanecer junto a los kurdos sabiendo del castigo que pesaba sobre ellos si se negaban a entregar a los armenios sobrevivientes. Pasaron varios días sin comida, debiendo alimentarse con hierbas del campo. Uno de ellos murió por comer hierbas venenosas. Soghomón y su compañero continuaron camino hasta hallar una división del Ejército ruso. Como el otro sobreviviente hablaba inglés y francés ―Soghomón solo comprendía el armenio y el turco―, pudo entenderse con el comandante, que puso algunos hombres a su disposición para que los condujeron a la frontera con el Imperio Persa.

   Soghomón llegó a Persia unos días después sin su compañero, que había decidido desviarse hasta Tiflis. Una vez allí, se dirigió al Consulado Armenio y solicitó ayuda. No era el primer sobreviviente que llegaba al país, así que lo ubicaron junto al resto en una Iglesia, donde le dieron alojamiento, comida y ropa para vestir. Con ayuda de la Secretaría del Consulado pudo conseguir empleo en un comercio, que le permitió solventar sus propios gastos, aliviando a la iglesia que seguía recibiendo refugiados. Un año y medio después había ahorrado una pequeña cantidad de dinero y, como el Imperio Otomano había sido derrotado en el Frente Este, pensó que era momento de regresar a su pueblo.

  Casi dos años después de que debiera irse deportado con el resto de su familia, Soghomón retornó a Erzindjan. Buscó la casa de sus padres, pero no estaba preparado para lo que encontró: la vivienda había sido saqueada completamente sin que quedara un solo mueble y luego incendiada. No pudo soportar esa imagen y se desmayó en el umbral de la puerta.

 

V

    Siendo las 9:30 de la mañana del 2 de junio de 1921, el presidente Lemberg declaró abierta la Audiencia del Tribunal de Berlín.

    ―Señores testigos, señores del jurado, peritos, fiscales y abogados defensores: hoy comienza el Juicio contra Soghomón Tehlirian, ciudadano turco de nacionalidad armenia, 24 años, protestante, acusado del homicidio del exministro turco Talaat Pashá el pasado 15 de marzo.

   Tras hacer algunas observaciones y cumplir ciertas formalidades, se pasó al interrogatorio del acusado. Soghomón Tehlirian se encontraba sentado junto a sus abogados defensores, los doctores Von Gordon, Wertauer y Niemeyer, y un traductor dispuesto por el Tribunal. Las primeras preguntas giraron en torno a su fecha de nacimiento, niveles educativos alcanzados y composición familiar. A continuación, el interrogatorio se centró en las matanzas de las que había sido sobreviviente. Soghomón debió revivir las terribles torturas y muertes que había presenciado. La sala se inquietaba cada vez que relataba las brutalidades cometidas por los gendarmes turcos y kurdos que actuaban bajo órdenes del Gobierno imperial en Constantinopla.

    Así continuó hasta el momento en que se desmayó al hallar destruido el hogar de su familia.

    ―¿Qué hizo al reaccionar? ―quiso saber el presidente Lemberg.

   ―Busqué a otras familias armenias sobrevivientes de la masacre pensado que alguno de mis familiares podía estar con ellos ―respondió―. Pero de los 20 mil armenios de Erzindjan, solo sobrevivieron dos familias que abrazaron el islam y no había nadie de los míos. Entonces recordé que en la casa de mis padres había dinero enterrado y volví con la esperanza de que no hubiera sido hallado durante el saqueo. Afortunadamente, encontré el cofre con 4800 liras turcas en monedas.

   ―¿Qué hizo entonces?

   ―Con el dinero partí a Tiflis y me anoté en una escuela armenia para estudiar ruso y francés.

   ―¿Cuánto permaneció en Tiflis?

   ―Alrededor de dos años.

   ―¿Qué hizo a continuación?

   ―La guerra había terminado, así que decidí partir a Constantinopla.

 

VI

    Soghomón llegó a Constantinopla en febrero de 1919. Cargaba solo un pequeño bolso de mano con algo de ropa, el dinero que había podido recuperar de su familia y una pistola de fabricación militar Parabellum 9 mm que había adquirido en una armería de Tiflis para defenderse en caso de que volvieran las matanzas.

    En Constantinopla colocó clasificados en los diarios tratando de ubicar a parientes que hubieran sobrevivido a las matanzas. En los dos meses que estuvo en la capital no dejó de seguir las noticias, tanto en diarios turcos como en periódicos extranjeros publicados en ruso y en francés. El Imperio Otomano se desmembraba en pedazos como consecuencia de la derrota militar y los principales responsables del Gobierno del Partido de los Jóvenes Turcos fueron llevados a juicio. Entre ellos Talaat Pashá, el responsable de las deportaciones en las que murió su familia.

    De Constantinopla continuó hasta Serbia y luego a Salónica, donde localizó a parientes lejanos que habían sobrevivido a las deportaciones. Estos le brindaron alojamiento y atención, ya que los desmayos se habían vuelto cada vez más frecuentes y eran acompañados por sudoración, temblores e imágenes de las masacres. Durante ese tiempo intentó estudiar, pero su estado de salud se lo impedía.

    Cuando estuvo en mejor estado decidió continuar su viaje, y uno de sus familiares le recomendó que se instalara en Alemania, en donde podría estudiar Mecánica, una profesión que tenía grandes posibilidades de desarrollarse en la recién fundada República Democrática de Armenia. A Soghomón le gustó la idea, ya que además de continuar con sus estudios que había debido abandonar luego de egresar con honores de la escuela, podría contribuir al crecimiento y desarrollo de su país.

    Su primer destino fue Francia gracias a la ayuda de  sus familiares que le hicieron contacto con amigos armenios residentes en el país. Soghomón llegó a París a comienzos de 1920 y permaneció varios meses perfeccionando su idioma mientras buscaba la forma de ingresar en Alemania. La guerra mundial había tensionado aún más las relaciones entre ambos países y se hacía difícil entrar en Alemania desde Francia. La solución llegó cuando un armenio de nacionalidad suiza le ofreció nombrarlo administrador de una propiedad que tenía en ese país. Pasó un tiempo en Zurich y con visa del Consulado suizo, pudo ingresar a Berlín a fin de año, con una residencia de ocho días que fue extendida al declarar su interés de estudiar en el país.

   La Embajada de Armenia en Berlín le prestó todo el apoyo necesario para poder instalarse en la capital alemana. El secretario de la institución, Iervant Apelian, le sirvió de traductor y garante cuando fue a alquilar una habitación en la casa de la señora Stillbaum, en la calle Ausburger. Casi inmediatamente comenzó a estudiar alemán con una profesora particular, como paso previo para continuar con sus estudios de Mecánica.

   También comenzó a frecuentar a otros miembros de la colectividad armenia y trabó amistad con Apelian, quién lo alentó a tomar clases de baile. Durante una de estas lecciones, un armenio mencionó la edición del Informe Lepsius sobre las masacres de 1915, a lo que Soghomón reaccionó violentamente: “Deja, no abramos viejas heridas“. A continuación, comenzó a bailar con una joven alemana, pero en ese momento sintió un mareo y se desvaneció como había ocurrido la primera vez que vio saqueada y destruida la casa de su familia.

   Desde entonces, los ataques nerviosos se volvieron más frecuentes, y acompañado de Apelian, visitó los consultorios de los doctores Kassirer y Haage, que le recetaron un tratamiento a seguir. Con ayuda profesional, Soghomón comenzó a sentirse mejor y a adelantar sus estudios. Hasta el momento en que el destino lo pondría frente al verdugo de su familia.


Continuará....

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