Trilogía "Matar al tirano" (2): Hoy no trasmite la radio rebelde


    El coronel Domingo Monterrosa giraba el dial de su transmisor de onda corta, sin obtener el resultado esperado. Había intentado durante todo el día localizar la frecuencia de Radio Venceremos, el órgano de difusión del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Aquello era extraño ya que en todos los años que llevaban de Guerra Civil en El Salvador, no habían dejado de transmitir un solo día. El equipo de radio era lo primero que los guerrilleros llevaban consigo cuando debían huir de los ataques del Ejército.

   Ya estaba por caer la noche. Desde su oficina instalada en un cuartel improvisado en la Selva salvadoreña, el coronel continuaba con su empeño por encontrar la frecuencia de la radio rebelde. A pocos metros, un subordinado limpiaba un rifle.

  - Esto es muy extraño – dijo Monterrosa -, espero que no estén tramando algo.

  - A lo mejor nuestros hombres dieron con el transmisor – le respondió el soldado -. Hace unos días estuvieron muy cerca de capturar a los guerrilleros, y desde entonces los vienen siguiendo.

   - Eso es muy probable. Fue un acierto instalar este cuartel en la Selva. Desde aquí puedo controlar personalmente todas las Operaciones.

   Monterrosa escuchaba diariamente la frecuencia de la Radio Venceremos, tratando de seguir los movimientos del FMLN. Se había propuesto acabar con ella desde los acontecimientos de El Mozote, cuando lo convirtieron en blanco de sus ataques.

   El 11 de diciembre de 1981 el Batallón Atlacatl, comandado por el coronel Domingo Monterrosa, arribó al poblado campesino de El Mozote, de 200 habitantes. Venían de perseguir guerrilleros y decidieron tomarlo ante la sospecha de que se ocultaban ahí.

   - Los pobladores se declaran neutrales en el conflicto, señor – le dijo uno de sus soldados, encargado de contactar con los pobladores.

   - No hay que creer en palabras de civiles – le respondió el coronel Monterrosa -. Registren cada una de las viviendas y torturen todo lo necesario para obtener información.

   Durante horas los soldados cumplieron con la orden.   Cayendo la tarde, Monterrosa pidió un informe de los resultados obtenidos.

   - Señor, no hemos podido obtener ninguna información de utilidad acerca del paradero de los guerrilleros – le informó otro de sus soldados -. Hemos torturado a los hombres delante de sus familias. Incluso hemos llegado a golpear a los niños y amenazado con violar a las mujeres, sin conseguir que nos dijeran algo al respecto.

   - Si los civiles se niegan a hablar –dijo el coronel -, es porque colaboran con la guerrilla y debemos tomar represalias contra ellos.

   Todos los habitantes fueron sacados de sus viviendas y llevados al centro del poblado. A los hombres y las mujeres se los formó en filas, mientras que los niños y los ancianos fueron colocados en un círculo rodeado por soldados.

   Entre golpes y amenazas, arrojaron a los hombres y las mujeres al suelo y comenzaron a dispararles. Algunos intentaron resistir, pero fueron acribillados. Cuando no quedaban sobrevivientes entre la población adulta, uno de los soldados preguntó señalando a los niños y los ancianos:

   - ¿Qué hacemos con ellos, Señor?

   A lo que Monterrosa respondió:

   - No malgasten más balas ya que no pueden ofrecer ninguna resistencia. Limítense a degollarlos.

   Al ver que algunos de sus hombres dudaban en cumplir la orden, el coronel extrajo una pistola y, apuntado a uno de ellos, dijo:

   - Al que se niegue a cumplir la orden, lo mataré personalmente.

   El coronel se alejó del lugar mientras se continuaba la matanza porque los gritos de dolor de los niños que clamaban por sus madres, le provocaban jaqueca.

   Por último, ordenó que fueran quemadas las viviendas para acabar con cualquier sobreviviente que permaneciera escondido en ellas.

   Con El Mozote reducido a cenizas, el Ejército Salvadoreño continuó con su acción “pacificadora”, como se gusta decir en la jerga militar, en los poblados vecinos.

   Durante semanas nadie habló de la masacre. Hasta que Radio Venceremos comenzó a dar noticias al respecto, señalando al coronel Monterrosa como el culpable sobre el que debía caer la “justicia revolucionaria”.

   Habían pasado tres años desde aquellos acontecimientos, y desde entonces Monterrosa no había dejado pasar un solo día sin escuchar la radio rebelde a fin de dar con su ubicación. Ponerle fin a su transmisión se había convertido en una obsesión y en el objetivo fundamental de su guerra.

   Pero ya habían pasado dos días sin que se escuchara su transmisión y el coronel comenzaba a inquietarse.

   Hacia el final del segundo día un joven oficial le trajo la buena noticia. Una Brigada había atacado un campamento guerrillero en la selva. Los combatientes revolucionarios se dieron a la fuga, dejando abandonado el equipo desde el cual transmitían la Radio Venceremos.

   El coronel felicitó a los hombres por la excelente misión, y esa noche celebró el fin de las transmisiones por parte del FMLN.

   Al día siguiente, un helicóptero de la Guerra de Vietnam, regalo de los Estados Unidos para la lucha contrainsurgente, aterrizó en la base para trasladarlo a su siguiente destino. Monterrosa cargó el equipo de radio en la nave y se acomodó en el asiento contiguo. No quería perder de vista ni por un momento su trofeo de guerra.

   Mirando sonriente a los pilotos, conocedores de la noticia, les dijo:

   - Ya no va a transmitir la radio rebelde.

   Fueron sus últimas palabras. A los pocos minutos de remontar el vuelo el helicóptero voló en pedazos causando la muerte de todos sus ocupantes. Un estupor invadió a todos los soldados que presenciaron la explosión desde la base, ya que no podían explicarse lo sucedido.

   Horas después la Radio Venceremos salía al aire nuevamente dando detalles de la impactante noticia:

   “En el día de hoy hemos dado muerte al temible coronel Domingo Monterrosa, autor y responsable de la tortura y el asesinato de cientos de campesinos de los poblados de El Mozote, La Joya, La Ranchería y Los Toriles, en la provincia de Morazán. Para tal fin hemos escondido un artefacto explosivo dentro de un transmisor de radio estratégicamente abandonado en el campo de batalla, que hicimos detonar a control remoto cuando supimos que estaba en manos del coronel. Esto representa un paso de gran importancia en el camino hacia el triunfo revolucionario que llevará a la liberación de nuestra Patria. ¡Hasta la Victoria Siempre! ¡Venceremos!.”.

  

Cipolletti, 17 de diciembre de 2011.




Publicado en El Narratorio Digital, N° 15, mayo de 2017.

Comentarios

  1. La violencia sólo engendra violencia, parece un sentido común, pero más pasa el tiempo y más me resulta cierta.

    Buen relato.

    Saludos,
    J.

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