El rostro (cuento)
“La
historia de los hombres es un instante entre dos pasos de un caminante”
Franz
Kafka, Tercer Cuaderno en Octavo.
En mis muchos años de trayectoria como
periodista tuve la oportunidad de entrevistar a una amplia variedad de
personas, pero ésta era la primera vez que me encontraba con un agente retirado
de la Guardia Presidencial. Me refiero a la vieja guardia, aquella de la época
en que el presidente era una figura de relevancia internacional y no como
ahora, que es simplemente un administrador y delegado ante el Consejo Mundial
de Gobierno. A esto hay que sumar que el agente que estaba frente a mí había
sido actor y testigo privilegiado del acontecimiento que cambió radicalmente a
nuestro país y al mundo entero.
Comenzó la entrevista relatando la misma
historia que había contado cientos de veces en medios de todo el mundo:
- Rememoro esa jornada cada día de mi vida.
El presidente salía de la Convención con un miembro de la Guardia a cada lado
cuando el tirador apareció de la nada. Todavía no podemos explicarnos como hizo
para estar frente a él sin que lo viéramos llegar. Es como si de repente se
hubiera materializado. Las cámaras de vigilancia no pudieron captarlo porque
dejaron de funcionar por unos segundos durante su aparición. Un técnico me dijo
que solo un golpe electromagnético muy fuerte podría haberlo causado. Portaba
una pistola de grueso calibre y disparó reiteradas veces sobre el mandatario.
Nosotros desenfundamos nuestras armas y lo abatimos, pero ya era demasiado
tarde. El presidente yacía en un mar de sangre.
“La noticia impactó al país, pero al poco
tiempo fue superada por los cambios que se estaban dando a nivel mundial.
Nuestro presidente había usado su poder de veto en el Consejo de las Naciones
para oponerse a los planes de unificación mundial. Ahora que ya no estaba, el
proyecto avanzó rápidamente apoyado por su sucesor. Se creó el Consejo de
Transición, que más tarde fue el Consejo Mundial de Gobierno. Creo que la
historia es conocida y no voy a aburrirlo a usted o a sus lectores.
Hizo una pausa antes continuar hablando:
- Creo que estamos mejor ahora, que vamos
camino a ser un planeta unificado. Los países siguen existiendo, pero las
fronteras se borran día a día. No hay guerras, nunca estuvimos tanto tiempo en
paz. Ya no se diferencia entre nativos y migrantes, el racismo y la xenofobia
son cosas del pasado. Una tragedia en cualquier parte del mundo es sentida por
toda la humanidad e inmediatamente moviliza la solidaridad de los pueblos.
Hasta el ambiente y los animales están mejor. Seguramente no tendríamos esto si
no hubiera ocurrido el magnicidio que enlutó mi carrera.
- Hay personas que piensan que el tirador
fue un héroe- acoté.
- Un héroe sin nombre – recordó el ex
agente.
- Es cierto. Ese hombre estaba completamente
fuera de los sistemas. No pudo ser identificado con ningún mecanismo
biométrico: huellas digitales, ADN, iris ocular, placas dentales. Un verdadero
fantasma. Aún no sabemos quién era y de donde venía. O por lo menos es lo que
nos dijeron. Sospecho que usted sabe algo más de este asunto.
Mi entrevistado bebió un vaso de agua antes
de responder:
- Luego de abatir al tirador, me acerqué a
revisarlo para asegurarme de que no llevara explosivos. No cargaba nada
consigo, a excepción de algo en el bolsillo del sobretodo: una especie de
tarjeta magnética.
- ¿Una tarjeta magnética? – pregunté.
- Sí, como una tarjeta de débito o de
crédito, pero era más alargada, simulando un billete de los que se usaban
entonces, antes de que el dinero electrónico los reemplazara. Sobre la parte
superior decía: “Banco Global de Fomento Solidario”, y debajo la leyenda: “Por
un mundo unido y en paz”.
- Esa institución no existe todavía –
aclaré-. Hay un proyecto en el Consejo Mundial para crearla, pero aún estamos a
años de que sea una realidad. Ni siquiera estaba en los planes cuando ocurrió
el magnicidio.
- Pero eso no es lo más extraño –dijo el
agente retirado-. Solo pude tener la tarjeta en mis manos por unos segundos,
porque inmediatamente llegó la Policía Federal de Investigaciones a cercar el
lugar y la confiscó como evidencia, pero durante ese tiempo observé que en el
centro había un rostro como el que solían tener los billetes. Solo que este
rostro no era el de ningún personaje histórico conocido. Ya soy un hombre viejo
y la memoria puede jugarme una mala pasada, pero juraría que el rostro en la
tarjeta era el del hombre que habíamos abatido.
Santa
Rosa, 18 de agosto de 2020.
Publicado en El Narratorio Digital, N° 55, septiembre de 2020.
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