Aire Marino (cuento)
“Usted se
empeña en no aplicar mi precepto –contestó Holmes moviendo negativamente la
cabeza-. ¿Cuántas veces le tengo dicho que, una vez eliminado todo lo
imposible, la verdad está en lo que queda, por improbable que parezca?”
Arthur Conan
Doyle, El Signo de los Cuatro(1890).
“El mundo
está lleno de cosas obvias que a nadie se le ocurre, ni por casualidad,
observar”.
Arthur Conan
Doyle, El Sabueso de los Baskerville(1902).
Hacía una
semana que el inspector Ledru había llegado a la ciudad costera de Le Havre, en
la región de Normandía, para investigar la desaparición de unos marineros. Sus
jefes en la Sûrete, la policía nacional de investigaciones francesa, creyeron
que era mejor que se alejara por un tiempo de Paris debido a su estado de
salud. Diez años atrás había sido diagnosticado de sífilis y en los últimos
meses la enfermedad había avanzado hasta alterar algunas de sus funciones
mentales: le costaba dormir y sufría cambios en su estado de ánimo. A esto se
sumaban las consecuencias en su psiquismo de los últimos casos que debió
investigar. Por ello consideraron que el suave aire marino de la zona del Canal
de la Mancha era lo que necesitaba para su salud, y le asignaron el caso de los
marineros desaparecidos.
La mañana ya
estaba avanzada cuándo la puerta de su habitación comenzó a sonar con
insistencia. Seguramente sería un oficial de la policía local para informarle
de novedades en torno al caso que estaban investigando. Ledru se levantó con
dificultad y fue hasta la puerta. Cuándo la abrió se encontró con el joven
inspector Clezió, también de la Sûrete, acompañado de un agente local.
- Buenos días inspector Ledru –le saludó-.
¿Tuvo usted una noche tranquila?
Las ojeras y
los ojos enrojecidos fueron toda la respuesta que el inspector Clezió necesitó.
Antes de que Ledru pudiera hablar, el otro tomó la palabranuevamente:
- Vengo a informarle que nos han asignado
otro caso con carácter de urgencia.
- ¿Otro caso?- preguntó Ledru-. ¿Ya no
estamos a cargo de la investigación de los marineros desaparecidos?
- Ese caso queda a cargo de la policía local
hasta que nos ocupemos de uno nuevo que preocupa a las autoridades de la región
–respondió Clezió-. Anoche un turista parisino fue asesinado a 300 metros de
aquí. Debemos actuar con rápidez, el cuerpo permanece en la playa y si la marea
sube podemos perder importantes pistas.
- Además, supongo que las autoridades quieren
que el cuerpo sea quitado de la playa lo más rápido posible para que los
turistas y los vendedores puedan ingresar al lugar.
- Lo esperaré aquí afuera mientras se viste
–fue lo único que respondió Clezió-. En el camino lo pondré al tanto de lo que
hemos investigado.
Pero antes de
que Ledru volviera a ingresar a su habitación, el joven inspector habló
nuevamente:
- Inspector Ledru, para mí es un honor poder
trabajar en este caso junto a un héroe nacional.
Ledru no
respondió. Odiaba los halagos, pero lo que más odiaba era que le recordaran su
condecoración de Héroe Nacional. ¿Qué había ganado con ella? Su mundo entero se
había transformado después de eso. Se sentía a gusto cuándo debía perseguir
asaltantes callejeros, asesinos del bajo mundo o desmantelar células
anarquistas clandestinas. Para el rudo policía que era, estos sectores
constituían la “escoria social” que había que barrer. Pero en 1884 le asignaron
un caso de mayor importancia: había información de un posible atentado contra
el presidente Jules Grévy. “Esos anarquistas nuevamente”, pensó Ledru.
Rápidamente sus investigaciones le demostraron lo equivocado de sus conjeturas.
La
conspiración estaba organizada por la Hermandad de la Orden Secreta, una
sociedad formada por banqueros, industriales, comerciantes, abogados, médicos,
militares y miembros de la antigua nobleza. El trabajo de Ledru permitió
frustrar el atentado y desarticular la orden. Por sus servicios recibió una
condecoración de manos del presidente, pero ya nada sería igual. Si la “parte
sana” de la sociedad era capaz de cometer delitos, entonces su concepción
social estaba equivocada. ¿En quién podría confiar ahora? Quizá la misma
Sûrete, de la que estaba tan orgulloso de pertenecer, también estuviera
implicada en crímenes de este tipo. Sus superiores advirtieron los cambios en
su personalidad y pensaron asignarle un lugar donde estuviera más tranquilo.
Normandía fue la solución.
- El nombre de la víctima es André Monet,
propietario de una boutique parisina – dijo Clezió mientras se dirigían a la
escena del crimen-. Estaba en Normandía para descansar por prescripción médica.
Padecía “fiebre cerebral” debido a las tensiones de su trabajo. Otro más que
llegó buscando curación en el aire marino.
- ¿Posible móvil del crimen?- preguntó
Ledru.
- Descartamos el robo. Tenía su cartera y la
billetera consigo. Tampoco le habían quitado el anillo de boda ni ninguna otra
prenda.
- ¿Venganza? Tenía anillo de bodas, ¿qué hay
de su esposa?
- Telegrafiamos a su esposa en Paris y nos
dijo que era su primer viaje a Normandía. No conocía a nadie en la región, así
que no creo que tuviera enemigos.
- El caso es interesante. Bueno, ya hemos
llegado. Es hora de echar un vistazo a la escena del crimen.
La víctima
yacía sobre la arena, de espalda y con los brazos levemente extendidos. Se
podía apreciar un orificio de bala a la altura del pecho. Sus ojos abiertos
parecían mirar al cielo. Ledru se acercó y los cerró cuidadosamente. Miró
alrededor, había pocas pisadas. Eso era bueno, la escena del crimen no había
sufrido alteraciones de importancia.
- ¿Posible hora del deceso?- pregunto Ledru.
- Calculamos entre las 2 y las 5 de la
mañana – respondió un policía.
- ¿Quién encontró el cuerpo?
- Un pescador de la zona. Lo vio entre las
5,30 y las 6 horas, cuándo se dirigía a su trabajo, e informó inmediatamente a
la comisaría.
Ledru miró
nuevamente la arena de la playa. Las pisadas todavía no se habían borrado. Se
distinguían correctamente las botas del pescador que se acercaban al cuerpo y
luego se alejaban dando pasos apresurados. También había unas pisadas que
correspondían al calzado que llevaba puesto la víctima. Pero lo que llamó la
atención del inspector era un tercer tipo de pisadas hechas por pies descalzos
que se acercaban a la víctima y luego se alejaban en dirección contraria.
Ordenó inmediatamente que hicieran unos moldes de yeso para evitar que se
borraran y pudieran ser analizadas en profundidad.
Ledru
permaneció bajo el fuerte sol durante más de una hora siguiendo las pisadas
hasta que ya no se distinguían, y buscando evidencia alrededor del cuerpo. Los
demás policías y los transeúntes que se congregaban tras el cordón policial lo
observaban en silencio. Finalmente habló para decir que el cuerpo ya estaba en
condiciones de ser retirado. Cuándo un policía le preguntó si quería interrogar
a algún testigo o a los turistas que paraban en las cabañas cercanas, se limitó
a responder:
- No es necesario, ya sé quién es el
asesino.
Su enigmática
respuesta desconcertó al resto de los policías. Mientras Ledru se alejaba rumbo
al lugar donde estaba parando, el inspector Clezió corrió tras él para
preguntarle cómo había descubierto la identidad del asesino.
- Ha hecho un
buen trabajo, joven – fue su respuesta-. Te recomendaré para una promoción.
Por la tarde,
el inspector Ledru se presentó ante la comisaria de Le Havre. Tras pasar por la
morgue para preguntar si habían podido extraer la bala del pecho de la víctima,
se dirigió a la oficina del comisario.
- Inspector Ledru –dijo el comisario
mientras se ponía de pie para recibirlo – estamos confundidos con su
declaración de hoy. ¿Cómo es que conoce la identidad del asesino?
- Señor comisario –dijo Ledru- acabo de
pasar por la morgue y me entregaron la bala que extrajeron del pecho del señor
Monet. Con esto acabo de confirmar mi hipótesis sobre la identidad del asesino.
Le voy a relatar todo lo descubrí hasta el momento y luego me dirigiré a Paris
para informarle al Comisario General de la Sûrete. Le pido que no obstaculice
mi partida y que telegrafíe a Paris cuándo salga de aquí para informar de mi
llegada.
El comisario
aceptó. Ledru se puso de pie para cerrar la puerta del despacho.
A la mañana siguiente arribaba en ferrocarril
a la ciudad de Paris cargando simplemente un bolso de mano. Se dirigió al
edificio central de la Sûrete Nationale y una vez allí pidió hablar con el
Comisario General. El comisario de Le Havre había telegrafiado y su superior lo
estaba esperando.
- Inspector Ledru –comenzó diciendo el
Comisario General-, tengo que confesar que estamos confundidos por la forma
enigmática que actuó en Normandía. ¿Se encuentra usted bien de salud? ¿El aire
de mar obró de manera opuesta a la que esperábamos?
- Señor Comisario –respondió Ledru-, voy a
presentarle la evidencia recolectada en el caso del asesinato de André Monet
que permitirá aclarar la situación.
Abriendo
el bolso de mano que cargaba desde Le Havre, extrajo la bala que unas horas
antes había estado en el pecho del señor Monet.
- Esta bala corresponde a un Mauser ´86 de
fabricación militar alemana.
A continuación
sacó su arma reglamentaria, un Mauser modelo 1886, y abrió el tambor. Le
faltaba una bala.
- ¿Qué está queriendo decirme Ledru?- preguntó
el Comisario General.
- Voy a presentarle la siguiente evidencia.
Estos son moldes de yeso de las pisadas que se encontraron cerca de la víctima
y que, casi sin ninguna duda, pertenecen al victimario. Podrá notar que le
falta el dedo pulgar del pie derecho.
Ledru se quitó
la bota derecha y le mostró al comisario que carecía de pulgar en ese pie
debido a un accidente ocurrido en su adolescencia. El comisario no sabía cómo
responder a la situación.
- Y la evidencia final –volvió a decir
Ledru-. Esta es la ropa de cama que yo mismo llevaba puesta la madrugada en que
se cometió el crimen. Podrá notar que hay en ella restos de sal marina y arena
de playa.
- ¿Va a confesar que es usted el asesino?-
preguntó el comisario.
- No puedo confesar –respondió el inspector-
porque no recuerdo los hechos, pero la evidencia me incrimina. Hace mucho que
padezco de sonambulismo y en el último tiempo mi estado mental se ha visto cada
vez más alterado. Si soy capaz de matar estando dormido, constituyo un peligro
social y exijo que se me ponga bajo custodia.
Desconcertado,
el jefe de la Sûrete ordenó que fuera detenido en un calabozo hasta que el
médico oficial diera su diagnóstico.
El doctor
Pierre de Lasallé se reunió al día siguiente con la cúpula de la Sûrete para
dar sus impresiones. En la reunión también estaban presentes el Ministro del
Interior y el alcalde de Paris.
- Si damos por cierta la declaración del
inspector Robert Ledru –comenzó diciendo el médico policial-, podemos sostener
que estamos ante un cuadro mórbido conocido como “sonambulismo homicida”.
Todavía no ha sido incluido en la clasificación de las psicopatologías de
Kraepelin, pero se han recolectado varios antecedentes en los últimos años. En
1878 un hombre en estado de sonambulismo mató a su hijo tras golpearle
reiterados veces la cabeza contra la pared. Jean-Pierre Falret, Gilbert Ballet
y otros eminentes profesionales de la medicina mental han dado cuenta de
acciones homicidas llevadas a cabo por personas con alteraciones cerebrales,
muchas de las cuales tienen su origen en la sífilis, enfermedad que le fuera
diagnosticada al señor Ledru diez años atrás. Si a esto sumamos la evidencia
física aportada por el mismo inspector, tenemos suficiente información para dar
por cierta su hipótesis. Sin embargo hay una prueba más que podemos realizar
para despejar las dudas.
Una pistola
con balas de fogueo fue dejada en la celda donde estaba prisionero el inspector
Ledru. Durante las primeras noches no sucedió nada, pero en la quinta se levantó
en estado de sonambulismo, tomó la pistola y disparó en reiteradas ocasiones
contra el guardia que lo vigilaba. Tras esto se volvió a acostar. A las pocas
horas se despertó sobresaltado, pero sin recordar nada de lo que había
sucedido. Fue la prueba que buscaba el doctor Lasallé.
Ledru fue
recluido en una institución mental en las afueras de Paris, donde permaneció el
resto de su vida. Con el paso de los años su estado de salud fue empeorando
debido al avance progresivo de la sífilis sobre su sistema nervioso. Se cuenta
que algunas noches rememoraba los hechos de Le Havre, y a la mañana siguiente
corría a entregarse a la oficina del Director de la institución, a quién
confundía con el Comisario General de la Sûrete.
Cipolletti, 15
de enero de 2018.
Publicado en El Narratorio Digital, N° 25, marzo de 2018.
Muy bueno, lo leí en la revista, donde compartimos espacio.
ResponderEliminarNos leemos.
Saludos,
J.
Que interesante, voy a buscarlo.
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