Dos Historias (cuento)

Acaso estas dos historias que he referido son una sola  historia. El anverso y reverso de esta moneda, son, para Dios, iguales”.

Jorge Luis Borges, “Historia del Guerrero y la Cautiva” (en: El Aleph, 1949).

 

... las historias y mitologías diferentes refuerzan el concepto de igualdad humana”.

H. Walter Cazenave

 

    El mencey Aktanasut, último rey de los guanches, pobladores originarios de  las Islas Canarias, se aproxima al paso de Adamacansis para encontrarse con su primo, el guanche cristianizado Juan De Palma. No  sabe de la traición de este, que lo ha entregado a los españoles a los que  sirve. Los soldados al mando del comandante Alonso Fernández de Lugo lo rodean. Los pocos hombres  que  acompañan a Aktanasut  - pues no esperaban una batalla – no tardan en caer.  El rey no se piensa prisionero y decide pelear. Pero es en vano intentar resistirse; lo golpean, lo arrojan al suelo y le  colocan grilletes en sus manos y pies. Es entonces cuando divisa a su primo junto con el comandante Fernández, y grita “Vacaguaré”. El traidor se apura a traducir  al castellano el terrible significado de  aquellas  palabras: “Quiero morir”.

   Sus  captores  lo abordan a un navío rumbo al continente. Le esperan humillaciones, cárcel y esclavitud al llegar  a Castilla. Aktanasut lo sabe, por ello se niega a comer durante el largo trayecto, repitiendo una y otra vez  Vacaguaré” como una extraña letanía. Murió en Alta Mar antes de llegar al Puerto de  Sevilla.

   Tal  vez porque la historia guste de  repeticiones, o tal vez porque se trata de  la misma historia, casi cuatrocientos años  después, el cacique  Baigorrita, señor de los rankeles de  La Pampa, se ve emboscado por soldados  al mando del sargento Ávila en la confluencia de los ríos Agrio y Neuquén.  Los  rémington de la caballería hacen fuego. Son certeros. Muchos caen. Baigorrita también es alcanzado por una bala; la herida es profunda. Débil, ordena la retirada de sus hombres. Ayudado por su lanza se incorpora y monta a caballo. Extrae el cuchillo de la cintura y aguarda amenazante a los soldados. Pero su estrella ha dejado de  brillar. Un golpe  basta para derribarlo.

   Baigorrita está inconsciente pero vive. El sargento Ávila sabe que es mejor así y ordena que  sus heridas sean atendidas. Es consciente que entregar vivo a uno de los últimos  caciques rankeles le  significará distinciones y tierras. El trayecto hacia el fortín se hace lento para no causar más daño al prisionero. En el camino Baigorrita despierta y se sabe cautivo. Quizá sintió lo mismo que Aktanasut en las galeras españolas: las humillaciones, la prisión y el trabajo forzado en las estancias de los vencedores. Eso era inaceptable, está dispuesto a ser libre hasta el final. Se arroja del caballo ante la sorpresa de toda la tropa y grita: “Baigorrita no cautivo. Baigorrita no llevando...!”. Enfurecido se  arranca las vendas que cubren sus heridas y comienza a manar sangre  a borbotones.  Los soldados no consiguen someterlo. “Baigorrita no cautivo”: el grito se hace más débil a medida que el suelo a sus  pies se tiñe de rojo. “Baigorrita no llevando” grita casi sin fuerzas  cuando lo asesinan al ver que no pueden apresarlo con vida.

   Esa noche, el encargado de redactar el parte militar, reseña los  acontecimientos de la jornada, enfatizando especialmente  lo referido a la muerte del guerrero. No sabe que  una historia similar, o acaso la misma historia, ya ha sido escrita cuatrocientos años atrás, en una crónica que duerme en algún archivo de  Castilla.

 

Santa Rosa, 28 de julio de 2007.


Segundo Premio de Cuento –tema regional-. Certamen Literario Bienal de Cuento y Poesía “Juan Ricardo Nervi”-Edición Centenario de Eduardo Castex. Eduardo Castex, Biblioteca Popular San Martín, 2008.  Una edición ilustrada por el artista plástico Roger Whaldorn fue publicada por  Rupestre. Publicación cultural, Toay, N° 1, julio de 2009.  

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