Nada más que barro y hambre... La Primera Fundación de Buenos Aires a través de las fuentes literarias e iconográficas (1536- 1541)
“¿Y fue en este río sueñero y de barro
que la proas vinieron a fundarme la patria?
Irían a los tumbos las barquitas pintadas
entre los camalotes de la corriente zaina.
Pensando bien la cosa, supondremos que el río
en azulejo entonces como oriundo del cielo
en su estrellita roja para marcar el sitio
en que ayunó Solis y los indios comieron.
Lo cierto es que mil hombres y otros mil arribaron
por un mar que tenía cinco lunas de anchura
y aún estaba poblado de sirena y endriagos
y de piedras imanes que enloquecen la brújula.
(...)
A mi se me hace cuento que empezó Buenos Aires:
la juzgo eterna como el agua y el aire”.
Jorge Luis Borges, La Fundación Mítica de Buenos Aires.
A fines del siglo XV, la visión del mundo que perduraba desde la Antigüedad, se vio violentamente transformada por los descubrimientos realizados por expediciones patrocinadas por las coronas de España y Portugal. El “Nuevo Mundo” al que arribara Cristóbal Colón en 1492 abriría un universo a las fantasías y a la acción de los exploradores europeos.
Las Crónicas de Indias, no siempre escritas por personas ilustradas, se convierte en el género literario más importante de la época y un medio para conocer las maravillas que vieron aquellos hombres que se atrevieron a cruzar el Mar Océano hacia lo peligroso y desconocido. Muchos de estos escritos recibieron en los años posteriores a su publicación, la incorporación de grabados e ilustraciones que intentaban reproducir los paisajes y acontecimientos de la manera más fiel posible.
El objetivo de este trabajo -escrito en 2003 para una cátedra de la Carrera de Licenciatura en Historia de la Universidad Nacional de La Pampa- es observar las iconografías existentes sobre las primera fundación de Buenos Aires -principalmente los grabados de De Bry-, y contrastarlos con los testimonios de Ulrico Schmidel y Ruy Díaz de Guzmán. Ambos trabajos literarios, son una importante fuente para investigar este periodo histórico del que abundan más lagunas que certezas.
El primer ordenamiento del espacio en el Área Rioplatense
Poco se sabe de los primeros navegantes que arribaron a las costas del Río de La Plata, ya que si bien la Bula del Papa Alejandro IV y el posterior Tratado de Tordesillas, fijaron los territorios de conquista que le correspondían a las Coronas de España y de Portugal, no es extraño que marinos portugueses llegaran de forma clandestina a la región (Palacios, 1986).
Lo cierto es que la gloria del descubrimiento efectivo le corresponde a Luis de Solís, que a comienzos de 1516 llegó a lo que creía la desembocadura de un mar interior de aguas dulces y rojizas, al cual penetró siguiendo la costa septentrional baja y arenosa. Se detuvo en una isla para enterrar a un marinero muerto, Martín García, a la que con su nombre bautizó. Continuó luego por el río hoy llamado Uruguay, en cuya boca ancló. Entre los cañaverales fue emboscado por los pobladores originarios que le dieron muerte junto con su tripulación, a excepción del grumete Francisco del Puerto que fue hecho prisionero.
A comienzos de 1520, la expedición de Fernando de Magallanes -portugués al servicio de España- reconoció el río del que hablaba Solís. A fin de ese año arribaron a Puerto Deseado, el paso interoceánico que habían ido a buscar.
En 1525, dos años después del regreso de Elcano, sucesor de Magallanes -que había muerto en Filipinas-, el piloto mayor del rey Sebastián Gaboto, capituló para seguir su ruta en busca de riquezas. Durante su travesía en Santa Catalina, en 1526, escuchó la historia del rey Blanco y cambió su rumbo, remontando hacia el río Paraná. En sus costas fundó el Puerto Sancti Spiritus el 9 de junio de 1527, primer antecedente de asentamiento europeo en la región. Poco después, los pobladores de la etnia timbú lo quemaron y debió ser abandonado.
En 1534 Hernando de Pizarro llegó al Puerto de San Luca de Barrameda llevando al rey la quinta parte del botín de guerra. Eso hizo que, en mayo de ese año, la Corona firmara una capitulación a Diego de Almagro concediéndole 200 leguas por la costa del Pacífico y a Pedro de Mendoza otras 200 de gobernación desde donde terminaban las de Almagro hasta el estrecho de Magallanes, destinadas a conquistar las tierras de Solís, desde un océano a otro.
Los navíos de Mendoza fondearon la isla de San Gabriel, frente al actual emplazamiento de la ciudad uruguaya de Colonia del Sacramento, a principios de 1536. Desde allí ordenó el reconocimiento de ambas orillas del Río de La Plata, en un sitio cercano al Riachuelo.
La fundación se efectuó entre los días 2 y 3 de febrero. El sitio del emplazamiento original es aún motivo de polémicas. Mientras que para algunos fue en la actual Vuelta de Rocha, otros (Gutman y Hardoy, 1992; Madero, 1955) aseguran que se produjo en un sitio cercano al Parque Lezama. Las excavaciones arqueológicas no han arrojado luz al respecto.
Ruy Díaz de Guzmán (1945 [1612}) relata que el nombre de Buenos Aires fue puesto por Pedro de Mendoza al oír la exclamación de uno de los tripulantes, Sancho del Campo: “que buenos aires hay en esta tierra”. Pero es más probable (Madero, 1955) que tal nombre se deba a Nuestra Señora del Buen Aire, de quien eran devotos todos los navegantes y el mismo Adelantado.
La ciudad ocupaba una superficie reducida, fortificada por una gruesa tapia de tierra para proteger de los ataques de los querandíes y de los charrúas. Las viviendas fueron construidas con muros de barro y techos de paja, aunque muchos miembros de la expedición continuaron ocupando los navíos fondeados en el Riachuelo o se refugiaron en toldos improvisados con las velas de los barcos.
Por su arquitectura se asemejaba a las fortalezas improvisadas y fue establecida sin una correcta evaluación previa del sitio, como los españoles supieron establecer en otras regiones costeras de Nuevo Mundo.
Luego del desembarco, Pedro de Mendoza ordenó la fundación de poblados en otros lugares. Para este fin el alguacil mayor Ayolas fue enviado a remontar el Paraná y buscar una ruta hacia Perú. El 15 de junio, éste funda Corphus Christi, cerca de la laguna Coronda, donde luego Mendoza establecería la fortaleza Nuestra Señora de la Buena Speranza.
El 15 de agosto de 1537 Juan Salazar Espinosa, quién había partido en busca de Ayolas junto con Martínez de Irala, fundó Asunción. Dedicada principalmente a la producción agrícola y pastoril, se convirtió en competencia de Buenos Aires. Su alta población originaria, favoreció el mestizaje.
Mientras Buenos Aires decaía, Asunción se configuraba como principal puerto del Río de La Plata. La ciudad porteña logró sobrevivir por un tiempo gracias a los víveres llegados desde España en 1538, pero al año siguiente quedó definitivamente abandonada. En junio de 1541 Irala, gobernador de Asunción, ordenó su despoblamiento definitivo y el traslado de la población al nuevo centro.
Esta introducción debe servir para comprender el proceso que culminó con la conquista del Río de La Plata y el Paraguay, y el contexto histórico en el que se produjeron o inspiraron las obras (literarias e iconográficas) utilizadas.
Las fuentes
Los grabados que se trabajan pertenecen a Theodor De Bry, artista y editor que, a fines del siglo dieciséis realizó una edición de crónicas de diversos viajes alrededor del mundo, que complementó con grabados e iconografías1. El objetivo es su contrastación con dos cronistas: Schmidl y Díaz de Guzmán.
Ulrico Schmidl es el único testigo presencial de la primera fundación de Buenos Aires que dejó plasmadas sus memorias en una obra literaria. Nacido hacia de 1510 en el seno de una familia patricia de la villa de Straubing, en la Baja Baviera, a orillas del Danubio, se alistó como soldado del adelantado Pedro de Mendoza contando con alrededor de veinticinco años. Durante los casi veinte años que estuvo en el Río de La Plata fue testigo de los principales acontecimientos de la conquista y exploración de estas tierras de la América Meridional.
Sobrevivió el hambre que asoló la ciudad entre 1536 y 1538, los sitios de los pobladores originarios querandíes, charrúas y timbúes, las enfermedades, y los naufragios, y regresó a su patria en 1554. En 1562 se pasó al luteranismo, por lo que fue expulsado de Straubing. Por esa época fue que comenzó a escribir sus Historias verdaderas de una maravillosa navegación que Ulrico Schmidel, natural de Straubing, hizo durante los años 1534 hasta 1554 a las Indias o Nuevo Mundo, en especial por el Brasil y Río de La Plata; lo que experimentó durante estos diecinueve años, y los extraños países y gentes que vio. Todo ello descrito por el propio Schmidel. Concluida en 1565, la obra se publicó dos años después en lengua alemana.
Aunque su obra es un documento histórico de gran importancia, Schmidel es un extranjero, hijo de su tiempo, y no exento de prejuicios hacia los habitantes originarios de la región. La historia rioplatense escrita por un nacido en esta tierra comienza con Ruy Díaz de Guzmán. Nacido en Asunción en 1558, era un mestizo, hijo del capitán Alonso Riquelme de Guzmán y Ursula de Irala, hija de Domingo Martínez de Irala y una originaria guaraní llamada Leonor. Pero, a diferencia del Inca Garcilaso, Ruy Díaz siente un enorme orgullo de su ascendencia española. Llegó inclusive a participar en la represión a la sublevación de los criollos contra los funcionarios del Cabildo, que eran españoles peninsulares.
Tras haber participado en expediciones, ocupado cargos públicos e, incluso, conocido la cárcel por abuso de autoridad, se asentó en Charcas donde escribió sus Anales del descubrimiento, población y conquista del Río de La Plata, más conocida como La Argentina. Culminada en 1612, la obra se publica recién en 1836 por Pedro de Angelis. Abarca desde la llegada de Solís hasta 1575 cuyo último hecho destacable la fundación de Santa Fe (1573).
Si bien no se trata del trabajo de un testigo presencial de los hechos, Ruy Díaz de Guzmán trabajó con testimonios directos de los protagonistas de los mismos, el Archivo de Asunción y crónicas de viajes. Además, la obra de Schmidel es solo una pequeña relación de los acontecimientos por él vividos, mientras que La Argentina es la primera historia integral del Río de La Plata y escrita por una pluma nativa.
Análisis de los documentos iconográficos
Los grabados de De Bry, nos muestran la ciudad de Buenos Aires durante su primera fundación. Su contrastación con fuentes literarias nos permiten inferir algunos aspectos de la organización inicial del espacio rioplatense. Podemos observar tres elementos importantes: a) El hambre; b) la arquitectura; y c) La relación con los pueblos originarios.
A) EL HAMBRE EN BUENOS AIRES (1536- 1538)
Luego del establecimiento de Buenos Aires como puerto de trasbordo, se enviaron dos expediciones por el Paraná que fundaron los puertos de Corphus Christi, cerca de Coronda, el de Nuestra Señora de la Buena Speranza al Sur, y la ciudad de Asunción en 1537. Durante este periodo la tierra debió ser dejada descansar, lo que provocó una hambruna de gran magnitud que llegó a compararse con la vivida en Jerusalén. Esta se acrecentó por el sitio de los pobladores de la región, que hizo que no pudieran salir de la ciudad a cazar perdices y martinetas.
Ulrico Schmidl, quién vivió estos hechos, nos comenta que no alcanzaban las “ratas, ratones, serpientes ni otros bichejos inmundos para aplacar el hambre tan grande e infamen” (Schmidl, 1986: 33). Todo se comía, agrega el bávaro, inclusive, zapatos y cuero.
Díaz de Guzmán escribe que llegó a tal extremo la falta de comida “que había días que solo se daban de razón seis onzas de harina y esa podrida y mal pesada” (Díaz de Guzmán, 1945: 74). Más adelante nos agrega que “los excrementos de uno los comían los otros, viniendo a tanto extremo la falta de comida que como en tiempos que Tito y Vespasiano tuvieron sitiado Jerusalén: comieron carne humana” ((Díaz de Guzmán, 1945: 76).
Estos actos de canibalismo que están perfectamente documentados. Schmidl presenció la ejecución de tres españoles que habían matado un caballo, y luego ser devorados por los famélicos habitantes de la ciudad: “Y sucedió que tres españoles robaron un caballo y se lo comieron. La cosa fue sabida y los prendieron y sometidos a tormento, le confesaron, y fueron condenados y ahorcados. Aquella misma noche, otros tres españoles se juntaron y fueron al cadalso donde estaban los ahorcados, cortaron los muslos y otros pedazos de carne y los llevaron para matar el hambre incontenible” (Schmidl, 1986: 33-34).
B) LAS CONSTRUCCIONES
Cuando se fundó Buenos Aires se la rodeó de un pequeño muro de tierra, ineficaz para controlar el ataque de los pobladores originarios. Una de las imágenes nos muestra esta construcción junto con unas viviendas sencillas. Schmidl nos dice que dicho muro alcanzaba la altura “como la que puede alcanzar un hombre con una espada en la mano” (Schmidl, 1986: 33) Su ancho era de alrededor de tres pies (Schmidl, 1986) y poseía un contrafuerte interior sobre el cuál se apoyan algunas bombardas con cureña de campaña (Difrieri, 1981).
De la iconografía se desprende que el recinto no ha de haber sido de gran extensión, sino que era más bien pequeño para albergar la expedición que, según las fuentes, era de 1800 y 2500 personas, y de forma pentagonal. Difrieri y Cardoso (1981) infieren que muchas viviendas se encontraban fuera del muro junto a la ribera, inmediatas a las naves que estaban ancladas en el Riachuelo y en el Río de La Plata. El fuerte de Sancti Spiritus de Sebastián Caboto estaba conformado de esta manera, con una fortaleza para resguardar las mercancías y a su alrededor viviendas con techo de paja.
Estas construcciones de barro y paja eran muy frágiles, y no podían soportar las incidencias del tiempo y mucho menos, los ataque originarios que se iban volviendo más hostiles. Schmidl dice que “lo que hoy se levantaba, mañana se venía de nuevo al suelo” (Schmidl, 1986: 33)
Tanto las 20 o 30 chozas individuales para los personajes importantes de la expedición, como los galpones para el alojamiento colectivo de la peonada, o el sector más modesto de la expedición, estaban hechos con barro, cañas y paja.
La residencia del Adelantado Mendoza no era sino una choza más grande que, seguramente, es la que la iconografía representa como de dos plantas. Schmidl (1986: 35) dice que estaba cubierta de tejas. Esto parece poco probable ya que a su peso no habrían resistido las paredes de barro, además de que su introducción se da con los jesuitas, dos siglos después.
El espacio vacío del medio en donde unos hombres carnean un caballo, es posiblemente, la Plaza de la que hablan documentos posteriores (Difrieri, 1981).
La imagen 1 muestra árboles de características europeas, que no corresponden a la vegetación del Buenos Aires de la época. Otros errores que podemos inferir son la casa de dos plantas, imposible teniendo en cuenta que por la ausencia de madera y piedra las construcciones eran de barro y paja, y las ondulaciones del terreno que con corresponden con la realidad. También se observan pequeñas barcazas e la cosa, las que serían inútiles ya que no permiten llegar a la otra banda.
C) RELACIÓN CON LOS PUEBLOS ORIGINARIOS
Ya durante la expedición de Solís, los españoles toman contacto con los pueblos originarios, que les dan un buen recibimiento. Intentaron llevarse algunos a Castilla, pero no lo consiguieron: en los cañaverales fueron emboscados, seguramente por guaraníes, que le dieron muerte.
Schmidl nos habla del primer contacto armonioso que tuvieron con los charrúas. Esta gente, que andaban desnudos, “excepto las mujeres que cubren sus partes con un pequeño paño de algodón, que les cuelga desde el ombligo hasta las rodillas” (Schmidl, 1986: 30), huyeron cuándo los españoles desembarcaron. Pocos después toman contacto con los querandíes, que vestían de forma similar a los charrúas y que les trajeron “de comer pescado y carne” (Schmidl, 1986: 31).
De los pueblos originarios existentes en el Río de La Plata en el siglo XVI podemos distinguirlos en cuatro grupos étnicos (Cáceres Freyre, 1981): timbúes, querandíes, charrúas y otra serie de caciques repartidos que llevan el gentilicio de etnias totalmente desconocidas en esa época y posteriores, llamados mpen o pen. Dentro de los guaraníes encontramos subdivisiones, entre los que se encuentran los carijó o chandules, llamados por los cronistas “carios.”
Estos nómades, nos dice el escritor bávaro, son comparables a los gitanos de Europa. Durante dos semanas compartieron con los españoles su “pobreza de pescado y carne” (Schmidl, 1986: 31), pero luego se produjo una agresión hacia tres marinos. Los cronistas no explican el porqué de este cambio en las relaciones, lo cierto es que de aquí en más se dará lugar a hechos de violencia extrema.
Para Díaz de Guzman: “vinieron a darle algunos arrebatos por impedirles su población; no pudiendo estorbarles se retiraron sobre el Riachuelo, de donde salieron un día y mataron como diez españoles, que estaban haciendo leña y carbón” (Díaz de Guzmán, 1955[1612}: 73). Para Schmidl: “En este, el año 1.5352 los indios nos atacaron con grandes fuerzas, con cerca de veintitrés mil hombres de cuatro naciones diferentes: querandíes, bartenis, charrúas y timbúes” (Schmidl, 1986: 35).
Tras estos incidentes, el adelantado Pedro de Mendoza envió a su hermano Diego a castigar a los rebeldes, que lo asesinaron.
Acerca del sitio, también es relatado por ambos cronistas. El alemán comenta que asaltaron la ciudad arrojando “flechas incendiarias sobre las casas” (Schmidl, 1.986: 35) y quemando cuatro naves. Los sobrevivientes, huyeron a otras tres que estaban en la costa y “repelieron el ataque disparando la artillería sobre los mismos. Cuándo estos se apercibieron de la artillería se retiraron dejando en paz a los cristiano” (Schmidl, 1986: 36)
Sobre este combate el cronista dice que se da con agaces en 1537 “en donde se juntan los ríos Paraguay y Paraná”. Los originarios atacaron en canoas y los españoles repelieron el ataque matando a muchos de ellos, “de manera que los hicieron retirar y saltar todos los más en tierra, dejando las canoas” (Schmidl, 1986: 60).
Luego de este sitio lograron llegar cómodamente a la frontera del país de los guaraníes, con los que trabaron amistad y le dieron comida. Schmidl hace una buena descripción de este pueblo, al que denomina “carios”. Nos dice que realizan la agricultura de batatas, maíz y mandioca, la pesca, la cacería de venados, jabalíes (en realidad, pecaríes), avestruces (ñandúes) y conejos, y la cría de llamas (“ovejas indianas”), gallinas y cabras. También se alimentan de carne humana de los prisioneros de guerra.
Díaz de Guzmán (1955 [1612})incluye en su obra una leyenda que intenta explicar la relación inicial de los españoles con los indígenas y la naturaleza. El “cuento de la Maldonada” como se lo denomina comúnmente, es una bella fábula que recuerda al mito clásico de El pastor y el león, en el que posiblemente está inspirado. Sin embargo, su autor asegura que se trata de un hecho verídico, y que fue la misma Maldonada quién se lo relató.
Cuenta que durante el hambre que asoló Buenos Aires, una mujer europea huyó con los pobladores originarios. En la selva se topó con una leona que paría con dolor. Venciendo el miedo, ayudó a la fiera a dar a luz dos cachorros. Tiempo después, la mujer fue a buscar agua al río y fue encontrada por los habitantes de la región que la llevaron, convirtiéndose en la esposa de uno de ellos. Una posterior expedición española, rescató a la Maldonada. Al enterarse el gobernador Francisco Ruiz Galán que fue por su propia voluntad que huyó, la condenó a ser atada a un árbol para que la devorasen las fieras. Leones, tigres y onzas la rodearon, y parecía que moriría, hasta que apareció la leona que ella había ayudado a parir junto con su cachorros y la protegió. Dos días después volvieron quienes la habían llevado a ver lo que había sucedido, y la encontraron viva, custodiada por los felinos. Ante este extraño suceso, la Maldonada resultó absuelta.
Lo cierto es que, pese al peligro que representaban, los pobladores originarios eran necesarios para obtener de ellos, mediante el rescate, productos vitales para la supervivencia de la tripulación. Algunos elementos especialmente fabricados para rescatar por los indígenas eran anzuelos, cuchillos o escoplos. En las casas de los españoles de Asunción llegaron a habitar más de 700 mujeres originaras de servicio que eran en su mayoría libres, aunque algunas habían sido esclavizadas durante la guerra. Cada colonizador se servía sexualmente de varias mujeres, sin reparar en que estuvieran emparentadas entre sí (Guerín, 2000).
Conclusiones
La primera fundación de Buenos Aires consistió en un muro de barro que encerraba a la población que habitaba en construcciones sencillas de barro y paja.
Durante el periodo que abarca de 1536 a 1538, la tierra debió dejarse descansar para poder explotarla mediante la agricultura. El hambre que asoló a la población, incrementado por el sitio de los indios que no dejaban salir a cazar, llevó a actos de canibalismo que son reflejados por los cronistas y la iconografía de De Bry.
Los pobladores originarios recibieron armoniosamente a los españoles en un primer momento. Pero a medida que estos comenzaron a abusar de ellos y avanzan por sus tierras, se rebelaron dando lugar a sangrientos enfrentamientos con víctimas en ambos bandos, pero siendo más trágico para los originarios.
El sitio original de la ciudad aún no está determinado, siendo los dos posibles lugares, los actuales Vuelta de Rocha y el Parque Lezama.
Otra pregunta que se desprende de este trabajo es si podemos considerar a esta primera fundación una verdadera ciudad o simplemente una fortificación. Si bien desde el punto de vista arquitectónico no lo es, si lo es en el inconsciente colectivo. Se conserva la carta de un caballero que envía a buscar a su hermano a la “ciudad de Buenos Aires”, tiempo después de su despoblamiento. Además cabe recordar que desde Buenos Aires partieron las corrientes colonizadores que fundaron, entre otras poblaciones, la ciudad de Asunción en el Paraguay, de donde llegó Juan de Garay, quién en 1580 va a realizar la segunda y definitiva fundación. De un modo filosófico -o poético-, podemos decir que Asunción es causa y efecto de Buenos Aires.
Bibliografía y fuentes
Cáceres Freyre, Julián; (1981) “Los indios al tiempo de la fundación”, en: Difrieri, Horacio (comp.); Atlas de Buenos Aires, tómo I: textos, Buenos Aires, Secretaría de Cultura, Municipalidad de Buenos Aires.
Díaz de Guzmán, Ruy; (1945) La Argentina. Historia del descubrimiento, conquista y población del Río de La Plata [1612}, Buenos Aires, Espasa Calpe Argentina.
Difrieri, Horacio; (1981) Buenos Aires. Geohistoria de una Metrópoli, Buenos Aires, Comisión del IV Centenario de Buenos Aires, Municipalidad de Buenos Aires.
Gandia, Enrique de; (1945) “Noticia Preliminar”, en: Díaz de Guzmán, Ruy; op. cit.
Guerin, Miguel; (2000) “La organización inicial del Espacio Rioplatense”, en: Tandeter, Enrique (dir.); Nueva Historia Argentina, tomo 2: La sociedad colonial, Buenos Aires, Sudamericana.
Gutman, Margarita y Hardoy, Jorge Enrique; (1992) Buenos Aires. Historia Urbana del Área Metropolitana, Bilbao, Editorial MAPFRE.
Madero, Guillermo; (1955) Historia del Puerto de Buenos Aires, Buenos Aires.
Palacios, Ernesto; (1986) Historia de la Argentina, tomo I: 1.515- 1.810, Buenos Aires, Abeledo Perrot.
Schmidl, Ulrico; (1942) Viaje al Río de La Plata, Buenos Aires, Emece.
Schmidl, Ulrico; (1986) Relatos de la Conquista del Río de La Plata y Paraguay (1534- 1554), Madrid, Alianza Editorial (prologo y notas de Klaus Wagner).
1 Para este trabajo se extrajeron ilustraciones de una edición de Schmidl (1942)
2 El almanaque de Baviera que utiliza Schmidl comienza el año el 28 de febrero. En realidad el desembarco ocurrió a comienzos de 1536.
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