Ramón Minieri: el Compromiso de las palabras

 Reproduzco esta nota publicada originalmente en Revista El Fisgón, N° 114, Santa Rosa, diciembre de 2008. Creo que los temas que plantea el entrevistado conservan mucha actualidad.


   En la década de 1970 Ramón Minieri se desempeñaba como bibliotecario y docente en la Universidad Nacional del Sur (Bahía Blanca), hasta que la llegada al Rectorado de Remus Tetus – criminal nazi cercano a la Tiple A - en 1975 lo obligó a exiliarse de su ciudad natal y radicarse en la localidad rionegrina de Río Colorado. Allí trabajó como romanero en un galpón de frutas, empleado bancario, frustrado vendedor de terrenos, secretario municipal y docente, entre otros empleos, al mismo tiempo que desempeñaba su profesión literaria. Ha escrito y escribe poesía, a la que considera “la palabra misma”, y tiene publicado El libro del otro reino (1982), Fábulas de Mutación (1988) y Libro de los Últimos días (1991, reeditado por el Fondo Editorial Rionegrino en 1995).

   Su formación en historia y su vocación por “los temas de la República” lo animaron a la crónica y el ensayo histórico. En marzo de 2007 el Fondo Editorial Rionegrino (FER) editó Ese Ajeno Sur, una investigación acerca de los dominios de The Argentine South Land Company (llamada “La Compañía”) escrito en base a correspondencia, informe de reuniones de directorio y asambleas de accionistas en Londres, memorias y balances del período 1902- 1980 de la firma británica.

   En la presente entrevista, realizada durante el XXIV Encuentro de las Letras Pampeanas que se llevó a cabo en Santa Rosa el 24 y 25 de octubre de 2008, el escritor nos habla de sus comienzos con la escritura, las repercusiones de su último libro y el compromiso de los intelectuales con el pueblo.


   Luciano Andrés Valencia: ¿Que fue lo que determinó tu interés por la escritura?

   Ramón Minieri: Debe ser porque fui un niño demasiado solo y maltratado, entonces encontré compensación a esa soledad en leer y escribir. Aparte de algunas tradiciones familiares: por ahí te cuentan que tuviste un bisabuelo que fue perseguido en Italia durante las luchas de Garibaldi. Entonces te queda un recuerdo familiar que te invita a pensar que esto de escribir significa algo. En mi caso era una situación de soledad de chico y quedé compensado en algún punto.


   LAV: En tu último libro abordas el problema de la extranjerización de la tierra, ¿cómo llegaste a ese tema?

   RM: Llegué de casualidad. Yo siempre opté en mi experiencia como escritor por la poesía. También intenté la narrativa pero no llegaba a sentirme bien, de modo que he vuelto siempre a escribir poesía. Pero mi formación en la universidad fue de Historia. Aunque hice algunas materias de Literatura, no proseguí. En forma azarosa, cuando ya era grande en 1995, me encuentro con los archivos de una empresa británica bastante completos como solo se los podía encontrar acá, porque ya ni siquiera en Inglaterra se halla esta documentación. Intenté buscar para completar algunos términos y supe que en Inglaterra se habían purgado los archivos y ya no se encuentran más. Entonces me sentí obligado a hacer un extenso ensayo histórico con un estudio de caso de una empresa de tierras británica porque pensaba que estos archivos a los que tuve acceso yo había que entregarlos a la circulación general de los conocimientos sobre las experiencias neocolonialistas que hemos tenido en la Argentina, que no empezaron con esta gente ni terminaron. Yo creo que los rasgos de neocolonia todavía los encontramos.


   LAV: ¿Cuando tiempo te demandó la investigación? ¿Tuviste algún problema a la hora de acceder a la documentación?

   RM: A la hora de acceder a la documentación tenía que hacerlo de callado porque no estaba previsto que alguien tuviera acceso a esos archivos. Pero una persona me facilitó el acceso, y yo de noche copiaba esos archivos hasta que tuve la mayor parte trascripta. O sea que tuve un trabajo de trascripción enorme que me llevó cuatro meses. Todas las noches un montón de horas en el lugar donde se habían concentrado los archivos de la empresa británica. Después tuve que esperar antes de publicar el trabajo, porque quienes de “gauchada” me habían llevado a trabajar en estas estancias estaban haciendo un relevamiento de la arquitectura. Yo iba como amigo, como complemento. Ellos se habían comprometido a darle a la empresa el Copyright. Yo esperé cuatro años, y después de eso le dí una repasada. Pero la escritura del texto me llevó dos años.


   LAV: ¿Que repercusión tuvo el libro en un contexto en donde los campesinos y pueblos originarios del país se están organizando para luchar contra el despojo de sus tierras?

   RM: Me sorprendió la repercusión favorable que hubo en el siguiente sentido: los abogados de la Comunidad Curiñanco Nahuelquir en Vuelta del Río, en el oeste de Chubut, me lo piden como pieza documental para aportarlo a la Justicia Federal en el trámite judicial que estaban llevando a cabo. Entonces les mandé tres ejemplares, porque como todo papel judicial en Argentina hay que presentarlo por triplicado. Quizás haya servido de algo. Pero mas allá de que la utilidad haya sido mayor o menor, es fantástico cuando sentís que terminado un trabajo de investigación el cual estuviste pensando ¿servirá? ¿a quién le va a servir esto?, encontrar que sirvió para defender una trinchera frente a la apropiación indebida de tierras. O que a veces hay grupos y personas interesadas en trabajar y ver el problema de la tierra que lo toman como antecedente porque dicen “acá hay algo para aprender”. Con eso uno se siente gratificado.


   LAV: Es una gran satisfacción.

   RM: Claro, una piensa que de algo sirvió, y de repente ya no te preocupa si el libro se vende.


   LAV: ¿Que diferencia encontrás entre la situación actual y la existente en la época que narra tu libro?

   RM: En la época de mi libro el gran despilfarro fue con la tierra pública. Las 38 millones de hectáreas que hubo para repartir en los Territorios Nacionales del Sur, nada mas que desde el Río Colorado hasta el extremo sur de Santa Cruz, y no hablemos de todos los que hay que agregarle de La Pampa, Chaco y Formosa, se entregaron a razón de dos hectáreas por minuto. O se regalaron, se malvendieron o negociaron de manera perversa. En estos días observo que está sucediendo lo mismo con la minería, o a través de leyes de tierra que aparentemente tienen la finalidad muy noble de titularizar la tenencia se está expulsando ocupantes. Se da un proceso similar. Hay un dato básico que no ha cambiado: la constitución territorial de la Argentina es oligárquica. La mayor parte de la tierra de nuestro país es para unos pocos. En tanto no nos pongamos racionalmente como sociedad a pensar que hacemos con esta enorme riqueza que es la base de muchas otras riquezas, va a seguir siendo un territorio apropiado y a recuperar. Lo mismo que la inteligencia nacional...


   LAV: Volviendo a la cuestión literaria, ¿que estás preparando en este momento?

   RM: Dos libros de poesía. Uno se llama País de la Sal y el otro Las Piedras, el Agua. Son poesías de tipo lírico. Es un poco diferente a lo que es Ese Ajeno Sur. Además estoy escribiendo una serie de trabajos que espero que en el futuro puedan formar un libro acerca de lo que llamo “las estrategias simbólicas”. Es decir como a través de los símbolos nos hacen la cabeza. Nos instalan chips de control para que hagamos ciertas cosas y dejemos de hacer otras. Cuando Napoleón planeó invadir España su consejero Tayllerand le dice: “las bayonetas sirven para muchas cosas pero no para sentarse sobre ellas”. Esto significa que ningún dominio se mantendría si no tuviera estrategias simbólicas que lo sostuviera.

   Tenemos que ganar en sutileza, estudiando historias aparentemente remotas y extrañas como la de la Iglesia, que es la maestría en sistemas de control ideológico internalizado, nuestra historia del siglo XVII cuando a través de la Inquisición muchos de estos mecanismos se establecen, la relación entre catecismo y las normas del buen peón en las estancias, y muchas otras. Por ahora estoy juntando artículos sueltos sobre este tema.

   En estos días y a partir de este encuentro, estoy incluyendo en mi blog http://elavesimurgh.blogspot.com/ un trabajito sobre “El mito del centro” como herramienta simbólica de la dominación. De paso digamos que este blog es otro lugar de escritura que sostengo, con escritura de otros autores, traducciones, alguna poesía y algo de ensayo propios. Otro espacio de escritura es más modesto y con veta humorística: cuentos y personajes pueblerinos de los que hago memoria en http://elmulaenlapatagonia.blogspot.com/


   LAV: Siendo un escritor muy ligado a la provincia de La Pampa –donde transcurre esta entrevista-, ¿que opinión te merece la literatura pampeana y cual es tu relación con sus escritores?

   RM: Por un lado es distinta a la de Río Negro en el sentido en que la literatura pampeana es más “larista”: toma más el “lar”, el suelo como punto de arranque. En Río Negro hasta hace menos de diez años la tónica predominante era la nostalgia de otros lugares y no la valoración del propio lugar. Ahora comienza a aparecer una promoción de nuevos poetas y narradores que empiezan a ver el lugar donde estamos y valorar el paisaje de la estepa. Pero esto es un rasgo que ha tenido La Pampa y va marcando rumbos. Otro rasgo que me admira y merece aplauso es el fuerte compromiso con los desposeídos. En esto es tan clara la trayectoria de los escritores pampeanos que han trascendido... Creo que son un ejemplo nacional. En esto, algunos escritores de trascendencia nacional o que cuentan con mucho acceso al mercado editorial quedan en desventaja respecto a los escritores pampeanos.



El escritor y su pueblo”

   LAV: En Ese Ajeno Sur escribiste: “Un pueblo puede constituirse como dueño de sus propias tierras para sus propios proyectos. La condición, para nada fácil, es que existe como pueblo”. En una conferencia posterior mencionaste que: “Lo que hemos recordado y expuesto nos lleva a preguntarnos si hoy por hoy existe ese colectivo llamado pueblo en nuestro país”. ¿Querés profundizar un poco esta idea?

   RM: La primera vez que pensé algo así fue a raíz de una observación de Macedonio Fernández que es un poco cómica, pero como todo lo de Macedonio tenía un filo escondido: “los pueblos inexistentes son malsanos”. Entonces te entras a preguntar si no ha habido un esfuerzo sistemático a veces desde concentraciones de poder y oligarquías para destruir todo lo que te lleva a formar un colectivo. Por eso bendito sea cuando los jóvenes se agrupan, como acá en Santa Rosa, y formar algo que se llama Colectivo.

   Entonces cada vez mas se nos viene encima una nueva etapa donde felizmente nos damos cuenta que no somos un país de blancos parecidos a europeos donde un morochito es la excepción, sino que somos un país mayormente morochito donde tenemos un montón de comunidades a las que tenemos que reconocer una existencia mas autónoma desde lo cultural y el derecho sobre sus tierras. No es fácil bancarse esto, pero yo diría que vamos camino a ser un Estado Plurinacional. Por ahí puede ser un poco grande esta terminología, pero se trata de aceptar que no somos un pueblo integrado por una sola etnia o por una sola cultura.

   A la larga va a ser más fácil constituirnos como colectivo para hacer ciertos reclamos a partir de estas identidades reconocidas como diversas y no de estas identidades forzadas por los que constituyeron la Nación durante la Generación del Ochenta y la Generación del Centenario.

   LAV: ¿Que papel le corresponde al escritor en esta construcción?

   RM: Esta construcción solo se logra si no ponemos de acuerdo, y el papel de los intelectuales más que fundamental es tener una agenda de puntos básicos. La cuestión de la tierra es fundamental, la cuestión de la educación pública es fundamental... para decir dos nada más. Creo que es una lista no muy extensa la que habría que agregar. En la medida en que compartamos proyectos para estas cuestiones vamos a ser un colectivo, de lo contrario no llegaremos a ser tal.


Recuadro: Fragmento de Ese Ajeno Sur.

En los últimos años del siglo XIX una empresa formada en Londres, The Argentina South Land Co., (“Compañía de Tierras del Sud Argentino”) conocida también por su sigla TASLCo, recibió como regalo del gobierno nacional la propiedad de casi un millón de hectáreas en el norte de la Patagonia. Los capitales iniciales de esta sociedad estuvieron integrados en parte por las mismas tierras que recibía. No fue la única beneficiaria de concesiones de este tipo.

La Compañía (nombre de uso general donde la antonomasia sirve de abreviatura) explotó esas tierras durante casi un siglo en condiciones excepcionalmente favorables: pudo producir, exportar, importar y obtener utilidades, sin tener que pagar durante años derechos aduaneros ni otra clase de tasas, o beneficiándose con tipos de cambio preferenciales y aranceles reducidos. Operó como un enclave escasamente vinculado a la economía argentina, que importaba sus insumos de Europa y se relacionaba con el mercado de Chile y con los puertos del Atlántico y el Pacífico. Y hasta en algún momento su extensión dio pie a un proyecto geopolítico imperial: un corredor terrestre, que hubiera vinculado a Inglaterra con Australia a través de la Patagonia y el sur de Chile.

En esas condiciones de casi autarquía el conjunto de estancias de la Compañía funcionó prósperamente, generando importantes beneficios directos e indirectos para sus socios, para los negocios ingleses de la Compañía y para la economía británica. Pero no favoreció el desarrollo local ni regional, ni dejó argentinos mejor preparados para aprovechar esos mismos recursos que explotó, a veces hasta ponerlos en riesgo, como el caso de los suelos afectados por el sobrepastoreo”.


La imagen de Ramón Minieri que ilustra esta nota fue extraída de: https://www.proyectoallen.com.ar/3/?p=5403, ya que no dispongo en estos momentos del ejemplar de la revista en donde la publiqué originalmente.

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