La Masacre de Tandil (artículo histórico)

   En el Año Nuevo de 1872 se produjo en el sudoeste de la provincia de Buenos Aires la llamada “La Masacre de Tandil”, que fue una expresión de los cambios y contradicciones que se vivían en la sociedad de entonces.

   Los hechos de Tandil son inseparables de la figura de Gerónimo de Solané, un gaucho nativo de la provincia de Entre Ríos o de Santiago del Estero, aunque también es posible que fuera boliviano o chileno. Se había ganado la vida en Santa Fe, donde se presentaba como curandero y profeta asegurando ser un “enviado de Dios”. Lo habían echado de varios pueblos y había estado preso en la localidad de Azul por practicar la brujería y la medicina ilegal. Sin embargo llegó a juntar un grupo de seguidores que lo llamaban “Tata Dios” (Padre Dios) o “Médico de Dios”.

   Cronistas de la época lo describen como “hombre canoso y de larga barba blanca, de aire bonachón y bastante correcto en sus maneras”. Para la época de los hechos tendría entre 45 y 50 años.

   Solané fue llevado a Tandil por el hacendado Ramón Rufo Gómez, para que curara a su esposa, afectada por constantes dolores de cabeza. Agradecido por la ayuda del curandero, Gómez le permitió que se asentara en un puesto de su estancia La Argentina, cerca del pueblo. En ese lugar instaló un rancho que oficiaba de improvisado (e ilegal) consultorio, y se rodeó de seguidores a los que inculcaba que “los extranjeros son la causa de todo mal y por lo tanto hay que exterminarlos”. Ese año había ocurrido la epidemia de fiebre amarilla –traída al país por las tropas que habían participado del genocidio contra el pueblo paraguayo en la llamada “Guerra de la Triple Alianza”- y su prédica caló hondo en una sociedad diezmada por el mal. En el rancho comenzaron a acopiarse armas para la masacre que se estaba planificando.

   El Partido de Tandil había sido organizado entre 1823 y 1839 en los alrededores del Fortín Independencia por el gobernador de la provincia de Buenos Aires Martín Rodríguez como parte de la campaña de ocupación militar del espacio indígena. En 1856 se produjo un éxodo masivo de población debido a la resistencia de los pueblos originarios, pero en los años siguientes comenzó el repoblamiento llegando un importante contingente de inmigrantes europeos. Para 1872 tenía solo 1500 habitantes.

   Hacia fines del siglo XIX se radicaron en Argentina una gran cantidad de inmigrantes atraídos por la necesidad de mano de obra para el “Modelo Agroexportador”. La comunidad italiana fue la más numerosa, calculándose que para 1910 se habían radicado 1 millón de personas de ese país. Tuvieron además un importante papel en la creación de asociaciones civiles: en 1858 se instalaron las primeras mutuales que llegaron a expandirse en los años siguientes, en 1867 funcionaban dos escuelas impulsadas por las mutuales Unione e Benevolenza y Nazionale Italiana, y en 1876 la primera escuela para mujeres creada por una unión obrera italiana.

   En los últimos días de diciembre de 1871 –según consta en testimonios dados en el juicio posterior, Jacinto Pérez (alias “El Viejo”, “El Adivino” o “San Francisco”) reunió ―según él, en nombre de Solané― a varias decenas de peones criollos en las Sierras de Tandil para exponerle las profecías de su líder: el día del Juicio Final estaba llegando y un diluvio acabaría hundiendo a Tandil, pero nacería un nuevo pueblo al pie de la Piedra Movediza (una formación rocosa que caería en 1912) lleno de felicidad solo para los argentinos que participaran de su gesta. Esta consistía en asesinar a todos los “gringos” (expresión pampeana para referirse a los italianos) y masones culpables de sus desgracias.

   Finalizadas las celebraciones de Año Nuevo, partieron hasta la localidad y en horas de la madrugada tomaron el Juzgado de Paz, en donde robaron sables y lanzas. Al grito de “¡Viva la Patria!”, “¡Viva la Religión y la Iglesia!” y “¡Mueran los gringos y los vascos!” se dirigieron a la Plaza Central donde cobraron su primera víctima. El organillero italiano Santiago Imberti, que vivía en situación de calle fue degollado.

   En la Plaza de las Carretas ―hoy Plaza Martín Rodríguez― masacraron a nueve carreros vascos. También asesinaron a los peones de la haciendo de Thompson, pese a que la mayoría eran criollos.

   La masacre culminó a 25 km al norte, en el caserío De la Canal, donde la banda tomó por asalto el almacén y hospedaje del vasco Juan Chapar, quien fue degollado junto a toda su familia ―entre ellos una niña de 5 años y un bebé de pocos meses― y a los empleados y huéspedes del lugar. Unas 17 o 18 personas fueron asesinadas en ese lugar. El robo del libro contable por parte de los asesinos es un hecho bastante sospechoso, lo que lleva a pensar que deudores del almacén podrían haber sido instigadores del crimen.

   El número total de muertos fue de 36 personas, la mayoría vascos e italianos, aunque también hubo muertos argentinos, ingleses y daneses.

   El plan de continuar el exterminio en las localidades de Azul, Tapalqué, Rauch, Bolívar y Zárate quedó frustrado cuando una partida a cargo del comandante José Ciriaco Gómez comenzó a perseguirlos. Tras un duro combate, cayeron abatidos 11 de los seguidores del “Tata Dios”y Solané fue apresado junto con otros 7 de sus adeptos. El curandero negó ser el instigador de la masacre, atribuyendo la responsabilidad a Pérez. Cuando fue llevado a Tandil se produjo una pueblada por parte de vecinos que pretendían lincharlo.

   Apenas cinco días después, el 6 de enero, Solané fue asesinado en el calabozo donde se hallaba detenido. Se escuchó una sola detonación, pero en el cuerpo se encontraron 13 heridas de bala, por lo que se cree que fue asesinado por el tiro de una pistola Trabuco. En el Museo Histórico del Fuerte Independencia de Tandil se conserva su frazada agujereada por los disparos y el expediente del juicio.

   ​Algunos adjudicaron el tiroteo al Tuerto Lavallén. Su descendiente Luciano Elissondo contó en una nota periodística que “unos creen que la muerte del Tata Dios, en realidad, se le adjudicó al Tuerto Lavayén, pero que el asesino fue otro. En casa siempre se creyó, más o menos así, esta historia que hoy es leyenda” (La Nación, Buenos Aires, 5 de febrero de 2000). Para otros el asesino habría sido un francés de origen vasco. Tampoco se descarta que su asesinato fuera ordenado por terratenientes de la zona para que no declarara la participación de estos en la masacre. El hecho nunca se aclaró.

   En los días siguientes varios de los miembros de la secta fueron muertos por vecinos de la localidad, con la complicidad de la policía, entre ellos Jacinto López. Alrededor de 20 fueron detenidos y juzgados. Todos declararon ser instigados por Solané. Tres de ellos: Cruz Gutiérrez, Esteban Lasarte y Juan Villalba fueron condenados a muerte y fusilados el 13 de septiembre de 1872, excepto Villalba que murió en la cárcel. Lasarte pidió como último deseo no ser tocado, ni vivo ni muerto, por ningún gringo, y ser enterrado por “hijos del país”. Gutiérrez murió gritando “¡Viva la Patria!”. Lasarte, ante la mala puntería de los tiradores que fusilaron a Gutiérrez, pidió: “Para mí acérquense más, porque ustedes son chambones y esto ya debía haber terminado”.

   La Masacre de Tandil fue una mezcla de nacionalismo xenófobo y mesianismo religioso en contra de la masiva llegada de inmigrantes. Puede ser entendido como un movimiento milenarista, que Eric Hobsbawm (Rebeldes primitivos, Barcelona, Ariel, 1983, p. 93) define como la esperanza de un cambio completo y radical en el mundo, que se reflejaría en el milenio: “Lo que lo hace milenario es la idea de que el mundo, tal cuál es, puede –y de hecho lo hará- acabar algún día, para resurgir profundamente cambiado”. Martínez Sarasola (Nuestros paisanos los indios, Buenos Aires, Del Nuevo Extremo, 2011) señala también la función que tiene el líder como “mesías” o “mensajero divino”. Pero a diferencia de lo sucedido en Tandil, la mayoría de los movimientos milenaristas han sido pacíficos, siendo ellos las víctimas y no los instigadores de las masacres. Un ejemplo de esto es lo sucedido en el Chaco en 1924, cuando la Gendarmería Nacional masacró a un movimiento milenarista pacífico de pobladores originarios qom en Napalpí y El Aguará.

   En 1910 el periódico anarquista La Batalla hacía un llamado a la lucha en contra de la xenofobia y por la unidad de la clase obrera: “Judíos, argentinos, españoles, italianos: las etiquetas cambian, pero los hechos subsisten los mismos. ¿No valdría la pena suprimirlas?”.



Publicado en Caldenia, suplemento cultural del diario La Arena, 26 de enero de 2020. Reproducido posteriormente en otros medios.


Comentarios

  1. La exaltación de algunos siempre termina en el sufrimiento de muchos más.
    Interesante nota.

    Saludos,
    J.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Sobre la necesidad de denunciar prácticas que atentan contra el derecho a la educación

Construyendo puentes y tejiendo redes para la Inclusión Educativa

Experiencias, Modelos de Discapacidad y Diagnósticos en las Infancias