1915- 24 de abril- 2022: Aniversario del comienzo del Genocidio contra el pueblo armenio

 

   El 24 de abril de 1915 es considerado como fecha simbólica del comienzo del Genocidio contra el pueblo Armenio llevado a cabo por el Imperio Otomano. Si bien no fue el primer genocidio del siglo XX (ya que fue antecedido por el Genocidio Namibio y las masacres británicas en Sudáfrica), su carácter y la impunidad con la que se desenvolvió sirvió como base para posteriores crímenes contra la humanidad.

   El lugar histórico de asentamiento del pueblo armenio o “Hai” (como se autodenominan) se sitúa en el territorio comprendido entre el Eufrates y el Cáucaso, próximo al Monte Ararat (en la actual Turquía). Aunque existen diversas teorías sobre su origen, en general se admite que son un pueblo indoario que se asentaron en Anatolia hacia el año 1200 AC. Otra teoría sostiene que provienen de los Urartos, un pueblo originario de la región. La actual capital Erevan o Yerevan fue fundada en el 782 AC por el rey urarto Argishti I y en el siglo IV surgió un reino armenio bajo la dinastía oróntida.

   La posición estratégica de la meseta armenia para el cruce de caravanas entre Oriente y Occidente, hizo que su territorio fuera ocupado por diferentes imperios de la antigüedad y el medioevo: persas, macedonios, seleucidas, romanos, mamelucos, mongoles, tártaros y turcomanos, alternándose con reinos independientes, hasta que el Imperio Otomano los conquistó en 1514.

   Hacia el siglo XVI el pueblo armenio estaba dividido entre dos imperios musulmanes rivales: el Otomano (de mayoría sunnita) y el Persa (de mayoría chiita). En el siglo XIX el Imperio Ruso-Zarista conquistó gran parte del Imperio Persa y sustituyó su dominación. Para entonces, la mayor parte del pueblo armenio se encontraba en la parte otomana dedicándose a la agricultura, que ocupaba el 90% de la población.

   La organización socio- política del Imperio Otomano se cimentaba en el poder de la elite de musulmanes otomanos. Los grupos religiosos no musulmanes estaban organizados según sus confesiones en una estructura étnico- religiosa llamada Millet (nación o comunidad religiosa). En un imperio multiétnico, los armenios y otros pueblos eran considerados ciudadanos inferiores, y de acuerdo a la ley islámica, tenían el estatus de Dhimmi (súbditos protegidos no musulmanes de un Estado musulmán). La prohibición de los Dhimmi de participar en la administración pública y las fuerzas armadas, llevó a que se desempeñaran en otras actividades como el comercio y la industria, llegando a tener ingresos superiores a los que hubieran tenido como empleados estatales. Eso generó recelos entre la población otomana musulmana.

   A esto se suma el desarrollo de una intelectualidad laica armenia que desplazó del poder a la Iglesia como principal organizador de la sociedad y el renacimiento de movimientos nacionalistas en los Balcanes que reclamaban la independencia de las naciones oprimidas por el Imperio Otomano.

   Ante esta situación el gobierno otomano inició un movimiento reformista denominado Tanzimat (Reordenamiento) que se proponía reestructurar el Estado Imperial a través de la modernización de las fuerzas armadas y el cobro de impuestos, la aprobación de la ley de igualdad entre las nacionalidades en 1839 y la sanción de la Constitución de 1876. Animados por estas reformas, el pueblo armenio comenzó a hacer llegar reclamos a la Sublime Puerta –sede del gobierno otomano- en Constantinopla.

   Los antecedentes del Genocidio deben ser rastreados –según la historiadora Nelida Boulgourdjian- en las aspiraciones del pueblo armenio por transformar su condición de inferioridad en el marco de la estructura estatal otomana a partir de las reformas de Tanzimat y en las aspiraciones de la sociedad turca para cambiar el monopolio que en la actividad económica ejercían las minorías no-musulmanas[1].

   La derrota del Imperio Otomano ante Rusia en la Guerra de Crimea (1853- 1856), la situación desventajosa en la que se encontraba frente a las potencias imperialistas, la internacionalización de la cuestión armenia en el Tratado de San Stéfano (1878) y el Congreso de Berlín (1885), y la creación de partidos políticos armenios que reclamaban mayores cuotas de autogobierno sin llegar a plantear la independencia, llevó a que el Sultán Abdul Hamid II aboliera la Constitución y el Parlamento, e iniciara una campaña contra las minorías étnico- nacionales a las que consideraba culpables de las pérdidas territoriales y de ser germen de la lucha de clases. En las “masacres hamidianas” de 1894-1896 resultaron asesinadas alrededor de 300 mil personas de las comunidades armenias o “sospechosas de pertenecer a esa raza”.

   En 1908 un movimiento revolucionario liderado por el Partido de los Jóvenes Turcos (Ittihad ve Terakkí) derrocó al sultán genocida e instaló un régimen constitucional y una política descentralizadora que causa descontento entre las minorías. Los partidos armenios celebraron apoyaron este movimiento y sus medidas de restaurar el Parlamento y la Constitución. Sin embargo los Jóvenes Turcos llevaron a cabo una nueva masacre de armenios/as y griegos/as en 1909 en el vilayeto (provincia) de Cilicia.

   Con el Golpe de Estado de enero de 1913 la fracción ultranacionalista de los Jóvenes Turcos tomó el poder y hasta 1918 el gobierno estuvo en manos de un triunvirato compuesto por los ministros Enver (Guerra), Talaat (Interior) y Djemal (Marina). Este grupo se encontraba influido por las ideas de Ziya Gökalp (1875-1924), intelectual turco que había participado en la Revolución de 1908 y que proponía la creación de una Nación Turca que se extendiera desde Estambul hasta Mongolia a costa de la exclusión de las minorías étnico-nacionales.

   El Imperio Otomano ingresó en la Primera Guerra Mundial el 29 de octubre de 1914. A finales de ese año, el gobierno aprobó el servicio militar obligatorio, según el cual todos los hombres adultos menores de 45 años y aptos para las armas debían alistarse en el Ejército o pagar un impuesto especial para ser excluidos del servicio militar, lo que redundó en que la mayoría de los hombres en edad militar fueron movilizados para la guerra. Esto incluyó a los armenios que debieron incorporarse al Ejército Turco. Mientras tanto el Imperio Zarista hizo lo mismo con los armenios rusos que se incorporaron como exploradores en los frentes europeos.

   En invierno de 1914 el general Enver atacó la ciudad rusa de Kars con el III Ejército y fue derrotado en la Batalla de Sarikamish, a comienzos de 1915. Su ejército de 90.000 hombres fue diezmado a 15.000. Las fuerzas zaristas avanzaron entonces sobre  el territorio turco de Anatolia Oriental, en donde existían organizaciones nacionalistas armenias que reclamaban la constitución de un Estado independiente. Ante la posibilidad de que los reclutas armenios se unieran a los rusos, el general Enver ordenó que fueran despojados de sus armas, desmovilizados  y destinados a la construcción de caminos en grupos de 500 a 1000 hombres. Allí fueron sistemáticamente ejecutados o esclavizados.


   El 20 de abril de 1915, ante la inminencia de la llegada del Ejército ruso, los armenios de la ciudad de Van se rebelaron contra los turcos y proclamaron una breve República Armenia independiente. Cuatro días después de la sublevación, el gobierno de los Jóvenes Turcos consideró que afrontaba una sublevación nacionalista y ordenó las deportaciones masivas hacia el sudeste de la península de Anatolia.
Entre el 24 y el 25 de abril se procedió a la eliminación de la mayor parte de la intelectualidad armenia: 650 escritores, abogados, profesores, sacerdotes, políticos y militares fueron apresados, deportados y asesinados.

   A partir del 24 de abril el gobierno ordenó la deportación de los armenios de seis vilayetos orientales: Trebizonda, Erzerúm, Bitlis, Diarbekir, Jarput y Sivás. El plan era ejecutado por la «Organización Especial» (OS) que estaba bajo las órdenes directas de Constantinopla y con poder para remover a funcionarios y gendarmes opositores. En cada ciudad se anunciaba la deportación y se daba dos días a las familias para juntar sus efectos personales, antes de ser deportados en convoyes. A los notables, sacerdotes, militantes políticos y jóvenes se les hacia firmar una declaración falsa y eran ejecutados.

   Entre mayo y junio de 1915 el Ejército Turco y las OS asolaron las provincias orientales masacrando familias y quemando poblados. Decenas de miles de hombres fueron asesinados por gendarmes turcos ­o kurdos,­ mientras que muchas mujeres, niños y niñas de la comunidad fueron víctimas de brutales violaciones y asesintatos en los desiertos del norte de Siria. Los pocos sobrevivientes relataron que niños/as armenios/as que fueron quemados vivos en hogueras. Miles también fueron asfixiados con humo en cavernas subterráneas, lo que constituyó un antecedente a las cámaras de gas del III Reich alemán.

   Tardaron poco los hechos en salir a la luz. El 24 de mayo de 1915 las naciones de la Entente (Gran Bretaña, el Imperio Ruso y Francia) condenaron el genocidio y responsabilizaron al Estado turco. Como represalia, el Triunvirato otomano oficializó por decreto las deportaciones bajo el pretexto de que los armenios eran culpables de traición, sabotaje y terrorismo.

   La deportación era una forma disfrazada de exterminio. El hambre, la sed y las ejecuciones diezmaron a los más resistentes. Los cadáveres se amontonaban en los caminos, de los árboles y postes telegráficos colgaban cuerpos ahorcados, decenas de embarcaciones cargadas de víctimas eran hundidas en el Mar Muerto.

   El general venezolana Rafael de Nogales Méndez dejó testimonio de las deportaciones y masacres que presenció durante los cuatro años que sirvió en el Ejército Otomano: “Las provincias de Van y Bitlis, Diarbekir y en parte la de Mamouret-El-Asis, fueron las únicas en que se celebraron matanzas en el verdadero sentido de la palabra. En los restantes vilayatos del imperio se cristalizó la persecución en forma de deportaciones en masa, que dieron casi el mismo resultado, pues de las innumerables caravanas de millares y docenas de millares de deportados que salían de las regiones costañeras del Mar Negro y del centro y oeste de Anatolia, con rumbo a los desiertos de Siria y Mesopotamia, tres cuartas partes, y en ocasiones quizás el 90 o 95% de sus tripulaciones, solían sucumbir en el camino a causa del tifus y de las privaciones. (…) Yo he visto en las márgenes del Eufrates los cuerpos carcomidos de decenas y quizás hasta centenares de niños y mujeres armenios sirviendo de pasto a los buitres y chacales”[2].

   Mas adelante deja en claro que el genocidio fue parte de un plan del estado otomano cuando relata su encuentro con el gobernador Reshid Bey: “Después, por medio de algunas observaciones prudentes, pero asaz explícitas, me dio a comprender también que en lo tocante al exterminio de los armenios de su vilayato no había hecho él sino obedecer órdenes superiores, de suerte que la responsabilidad de las matanzas perpetradas allí no debía caer sobre él sino sobre su jefe, el en aquella época Ministro del Interior, Talaát Bey (y un año más tarde Gran Visir, Talaát Pachá), quien se las había ordenado por medio de un telegrama circular, si mal no recuerdo, conteniendo apenas estas tres palabras: yak – vur –oldur, que significan: quema, derriba, mata[3].

   A fines de julio la deportación continuó en Anatolia y Cilicia –sitio de las masacres de 1909-, siguiendo la metodología aplicada en los otros vilayetos.

   Entre marzo y agosto de 1916, el gobierno de Constantinopla ordenó la ejecución de los últimos sobrevivientes reunidos en los campos de concentración a lo largo del ferrocarril y las orillas del Eufrates.

   Muchos sobrevivientes fueron rescatados por Misiones Humanitarias, o escondidos por amigos turcos, kurdos o árabes. En Urfa, Shabbin Karahisar y Musa Dagh (que el escritor Franz Werfel narró en Los cuarenta días de Musa Dagh) fue la resistencia armada lo que les permitió salvar sus vidas.

   Tomando los datos de los refugiados en Rusia y otras fuentes, se calcula que el número total de víctimas del Genocidio Armenio fue 1,5 millones de personas. También se dio el caso de niñas y mujeres que fueron víctimas de trata para ser recluidas en harenes, y la apropiación de niños/as para ser criados en la cultura turca. Esto último constituye un precedente de las apropiaciones de hijos/as de desaparecidos/as llevadas a cabo por la España franquista y las dictaduras latinoamericanas.

   A esto hay que sumar una cifra casi similar de personas de otras nacionalidades, etnias o cultos (griegas, asirias, búlgaras, yazidies, árabes) que también fueron masacradas por el Imperio Otomano[4]. La presencia de víctimas pertenecientes a la comunidad islámica es una muestra de que estos genocidios no tenían una motivación religiosa de “acabar con los cristianos” -como se suele mencionar- sino geopolítica de un Imperio en decadencia resultado de sus propias patologías.

   La aplastante derrota sufrida en octubre de 1918 por el Imperio Otomano y sus principales aliados (el Reich alemán y el Imperio Austro-Húngaro) puso de manifiesto la siniestra realidad del genocidio armenio. Las presiones internacionales hacia la derrotada Turquía  para que condenara a los culpables de la masacre, llevó a que  el 11 de junio de 1919 el primer ministro otomano Damad Férid reconociera los hechos en la Conferencia de Paz de París y el 15 de junio del mismo año, Talaat (en ausencia), Enver, Djemar y otros responsables del genocidio fueron condenados a muerte. Pero cuando una nueva fracción de los Jóvenes Turcos, liderada por Mustafá Kemar Ataturk, tomó el poder en 1921, el llamado Tribunal de la Independencia anuló estas condenas y en 1923 se extendió la impunidad a todos los responsables. No obstante, uno de ellos Talaat, sería ajusticiado en las calles de Berlín por el joven armenio Soghomon Tehlirian. Otros genocidas fueron ejecutados en diferentes partes del mundo por parte de la “Operación Némesis”, que dirigía la Federación Revolucionaria Armenia.

   Durante el gobierno de Ataturk se culminó el proceso de constitución de un Estado turco homogéneo en base a la eliminación de gran parte de su población. El paso del otomanismo (en donde las minorías tenían vigencia) al turquísmo (nacionalismo turco excluyente) requirió de un vaciamiento de la memoria colectiva.

   Esto hizo que durante muchos años los manuales escolares turcos omitieron los acontecimientos de comienzos del siglo XX. Pero hacia 1985, coincidente con la reivindicación armenia en el plano internacional, la Cuestión Armenia fue incluida en los textos escolares para justificar el genocidio. Se decía que los armenios vivían en paz y prosperidad, pero influidos por los ideales de la Revolución Francesa  se sublevaron y comenzaron a masacrar a los musulmanes, por eso hacia 1915 el Estado turco “debió intervenir para poner fin a la amenaza”.

   En la actualidad la República de Turquía no niega que se produjeron masacres de civiles armenios, pero no admite que se tratase de un genocidio, argumentado que las muertes no fueron el resultado de un plan sistemático de exterminio dispuesto por el Estado sino que se debieron a las luchas interétnicas, las enfermedades y el hambre durante el confuso periodo de la Primera Guerra Mundial. A pesar de esta tesis, la mayoría de los investigadores opinan que los hechos encajan en la definición actual de genocidio.

   El negacionismo turco del genocidio armenio contó desde un primer momento con la complicidad de los países imperialistas que, luego de derrotada Turquía en la Primera Guerra Mundial, se sirvieron de las estructuras del Estado genocida.  Desde la firma del Tratado de Lausana el 24 de julio de 1923, en donde los países aliados reconocían las actuales fronteras de Turquía, estas potencias han contribuido al silenciamiento sistemático del genocidio, que continúa hasta nuestros días. Es importante destacar que Turquía cumple –con vaivenes- un destacado papel como aliada estratégica de Estados Unidos y miembro de la OTAN, ya que desde su territorio se vigila eficazmente a Rusia (como antes a la URSS), recibiendo onerosas ayudas militares. En marzo de 2006 el embajador estadounidense en Armenia John Evans fue obligado a rectificarse y luego renunciar a su cargo por reconocer en la Universidad de Berkeley que las matanzas de 1915-1923 se encuadraban en la definición de genocidio de las Naciones Unidas[5].

   El negacionismo de un genocidio es la última fase un plan de exterminio que consta de tres pasos: Planificación, Ejecución y Negación. Esto da un manto de impunidad que permite que se cometan nuevos genocidios. En 1939, cuando Adolf Hitler planificaba la invasión a Polonia, justificaba la matanza que se iba a producir con la frase: “¿Quién se acuerda todavía de los armenios?”.

   En este sentido la novelista de origen turco Elif Shafak,  una de las voces que luchan contra el silenciamiento oficial, declaró en 2006: “Si hubiéramos sido capaces de reconocer las atrocidades cometidas contra los armenios habría sido mucho más difícil para el gobierno turco cometer nuevas atrocidades contra los kurdos”. El escritor turco ganador del Premio Nobel de Literatura Orhan Pamuk también sufrió persecuciones por poner en debate los genocidios armenio y kurdo. En enero de 2007 fue asesinado de cuatro balazos en la puerta de su casa el periodista turco-armenio Hrant Dink -director del semanario Agos- por intentar fomentar el diálogo entre ambas naciones y encontrar una narrativa común sobre el genocidio armenio, crimen por el que se acusó y condenó a un joven turco de 17 años.

   Como consecuencia de la lucha de numerosas organizaciones armenias en la diáspora (se calcula que hay alrededor de 12 millones en todo el mundo, de los cuales solo 3 millones residen en Armenia), el genocidio fue reconocido por los gobiernos de 20 países, así como de numerosos territorios y regiones de diversos países.
El primer país en reconocer el genocidio fue Uruguay a partir de la Ley Nº 13.326 de 1965. En la actualidad, algunos de los países que han reconocido oficialmente el genocidio armenio son: Argentina –que conmemora el 24 de abril como Día de Acción por la Tolerancia y Respeto entre los Pueblos-, Armenia, Bélgica, Bolivia, Canadá, Chile, Chipre, Francia –donde el negacionismo está penalizado-, Grecia, Italia, Líbano, Lituania, Holanda, Polonia, Rusia, Eslovaquia, Suecia, Suiza, Uruguay, El Vaticano y Venezuela.

   Estados Unidos, Israel, Reino Unido y el Estado Español no reconocen el Genocidio. No obstante las regiones de Escocia, Irlanda del Norte y Gales en el Reino Unido, el País Vasco y Cataluña en el Estado Español, y 42 estados y cientos de municipios de los Estados Unidos reconocen el genocidio. En Jerusalén, la numerosa comunidad armenia lucha por el reconocimiento.

   También es reconocido por los estados de Ontario y Quebec en Canadá, Australia Meridional y Nueva Gales del Sur en Australia,  la República Autónoma de Crimea (en conflicto entre Rusia y Ucrania), Ceará y São Paulo en Brasil, el Parlamento de Kurdistán (en el exilio) y el Parlamento del Mercosur.

   Frente a esto debemos apoyar la lucha de las organizaciones armenias para lograr el reconocimiento del genocidio negado. Es a través de la solidaridad de los pueblos del mundo que lograremos romper el cerco de impunidad que pretenden alzar los ejecutores de uno de los peores masacres de la historia. Esto es fundamental en una época en donde otros genocidios se están llevando a cabo (como el palestino por parte del Estado de Israel o del pueblo saharaui por el Reino de Marruecos) ante el silencio de los grandes medios y de las mismas potencias imperialistas que ayudaron al Imperio Otomano y a su sucesor responsable -el Estado turco- a silenciar la masacre del pueblo armenio.




  



[1] Boulgourdjian, Nélida; “Gravitación de las fuentes ideológicas en los orígenes del Genocidio Armenio, ¿construcción de un discurso nacionalista excluyente?, en: Boulgourdjian, Nelida y Toufeksian, Juan Carlos (eds); Genocidio y diferencia, Buenos Aires, Fundación Seranouch y Boghós Arzoumanian, 2007.

[2] Nogales Méndez, Rafael de; Cuatro Años bajo la Media Luna, Caracas, Fundación Editorial El Perro y la Rana, 2006, pp. 140- 141

[3] Idem, p. 150.

[4] Sobre este tema se puede consultar: Valencia, Luciano Andrés; “Las otras víctimas del Imperio Otomano”, en: Ghukasian, Arthur (ed.); Cien años del Genocidio armenio: un siglo de silencio, Castellón, Editarx, 2016.

[5] Borón, Atilio; “Genocidio Armenio: la tragedia y la farsa”, Rebelión, 25-04-2006.

Comentarios

  1. En medio de una guerra no se podía hacer nada en contra de un aliado complejo, pero necesario. Y luego Turquía se refundó sobre los restos del Imperio otomano para volverse, otra vez, un aliado complejo, pero necesario para Europa.
    Y hoy, 2022, Turquía otra vez es ese mismo, un aliado complejo, pero necesario.

    Saludos,
    J.

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